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Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

viernes, 31 de julio de 2015

Festival Nacional del Tango La Falda 2015 - Disquisiciones sobre tango


Por Alberto E. Moro


Hoy, un tango renovado con un refrescante aporte de músicos, cantantes y bailarines jóvenes, está tomando carta de ciudadanía universal.

Si hay algo que puede superar a la religión como rasgo cultural de la humanidad, ese algo es una creación casi divina de la mente humana: su majestad La Música. Ninguna cultura deja de tener sus características sonoras, desde el tam-tam primitivo (que no lo era tanto pues era capaz de transmitir mensajes y engalanar ceremonias tribales), hasta las elaboradas obras sinfónicas del presente civilizado hasta cierto punto.
Y cuando un grupo humano es trasladado, de grado o por fuerza, a lugares lejanos, inevitablemente lleva consigo su música, que aún cuando intenten preservarla, inevitablemente se mezclará e influirá en sus equivalentes del lugar a donde vaya. Así ha sucedido con todos los grupos humanos que han llegado a nuestras tierras y, si afinamos la búsqueda, encontraremos esos rasgos en la que muchos, equivocadamente, consideramos música exclusivamente nuestra, de marca “argentina”.
El tango, al que consideramos tan nuestro como que casi es una “marca país”, tiene rasgos africanos, italianos, españoles, ingleses, rusos, judíos y franceses, cuando menos. Lo descubrimos en ciertas melodías tangueras que parecen canzonettas o tienen reminiscencias orquestales de otros continentes. Y también en las letras, donde encontraremos, entre muchas otras, expresiones tales como eschiafo (schiafo en italiano), jailefe (de high life en inglés), pedigré (del francés), y las mismas palabras tango y milonga, de origen netamente africano.
Llama poderosamente la atención que en el tango se perciba mucho de influencia italiana, y casi nada española, siendo que en la inmigración masiva que pobló nuestro país entre 1880 y 1930 buscada y fomentada por el gobierno argentino, el 50% fueron italianos y el 45% españoles. Siendo estas cifras cuantitativas muy similares, en el tango siempre encontramos referencias italianas y, en cambio, muy pocas españolas.
La explicación que se me ocurre es que los españoles, hablantes del mismo idioma, se sintieron menos extranjeros y nostálgicos que los italianos. Después de todo, para ellos fue mucho más fácil importar directamente su música, que era comprendida por todos en sus significados cantados, por lo que una larga lista de artistas españoles venían constantemente a la Argentina, desde que yo recuerdo, en El Tronío de la calle Corrientes con Miguel de Molina, y muchos más después con la zarzuela y el cante hondo, a los que se sumaron los émulos locales, como Lolita Torres. Quizás por eso no sintieron tanto la lejanía, y se sentían como en su casa, y no pocas veces mejor que en su tierra, sobre todo durante la ignominiosa y fratricida guerra civil que padeció España.
Lo cierto es que en el tango encontramos referencias a regiones del sur de Italia como Capri, y a ciudades como Sorrento, Nápoles, y Tarento. Quizás también sea porque, entre los hacedores del tango, casi todos era italianos o de ese origen en segunda generación.
En cambio, curiosamente, abundan mucho las referencias a la Ciudad Luz, que al parecer era La Meca para los músicos de Tango. En aquellos tiempos, París era la ciudad emblemática de La belle époque, con sus famosos cabarets y restaurants y, al parecer, junto con los señoritos ricos hijos de los estancieros argentinos viajaban hacia allá los músicos del tango, que eran muy bien acogidos como espectáculo exótico. Tanto es así que se han oído chismes acerca de que en los contratos se estipulaba que debían presentarse guitarra en mano y vestidos de gaucho. Lo del frac y el jacquet, vendría después. Así le sucedió a Gardel como es público y notorio, y como lo muestran las fotografías de entonces que han llegado a nuestras manos. Curiosa coincidencia es que el mismo Gardel fuera francés de nacimiento, con el nombre de Charles Romuald Gardés, como el mismo declara en su testamento ológrafo: “soy francés nacido en Toulouse, el día 11 de diciembre, y soy hijo de Berthe Gardés”.
El problema de muchos de estos músicos y cantantes lanzados a la aventura con poco o ningún respaldo oficial, como es habitual aún hoy en nuestro país, era el de que cuando se acababa la época de las vacas gordas que probablemente era el verano europeo, se presentaban la mishiadura y el frío, y no había plata para volver a la patria. De allí nacieron los títulos y desarrollos de Anclao en París, Mi Buenos aires querido (cuando yo te vuelva a ver… no habrá más penas ni olvido). Pioneros en estos viajes fueron los hermanos Pizarro de los cuales aún tengo un par de discos de pasta en los que cantaban tangos en italiano. Y también viene a la memoria el célebre Canaro en París. ”Pirincho” como lo apodaban, también difundió el tango en Japón y en estados Unidos.
Por lo que se ve, la vacuna tanguera prendió con fuerza en Japón, lo cual no deja de ser asombroso, dado que es un país que se encuentra en las antípodas de la Argentina, y ya son muchos los músicos y cantantes nuestros que ha actuado en aquel lejano país. Y por lo que hablábamos al principio sobre las influencias recíprocas, desde Ranko Fujisawa, que vino a cantar a la Argentina en 1953, mucho se ha evolucionado también allá, estrechándose esos curiosos lazos que salvan las distancias a través de ese lenguaje y patrimonio universal que es la música de todos los pueblos.
Y hoy, un tango renovado con un refrescante aporte de músicos, cantantes y bailarines jóvenes, está tomando carta de ciudadanía universal. Lo acabamos de ver en el Festival Nacional del Tango de La Falda 2015.
Algunos nostálgicos se quejan de que en el baile ya nada queda del aquel tango bailado “de arrastrón” de nuestra juventud, y hoy todo son saltitos y figuras semi-acrobáticas que requieren un mayor despliegue físico y coordinación coreográfica. Pero es la evolución, queridos señores, y está bien que así sea. Por nuestra parte, no dejemos morir la antigua pero valiosa forma de bailar que teníamos en nuestro tiempo. Por fortuna, la sensualidad sigue en pie. Los tangueros, los de antes o los de ahora, no bailamos mascando chicle y mirando para otro lado. Todo sirve a la cultura y por nuestra parte, sigamos bailando como entonces. ¡Pa que vea la gilada! Y también ¡Pa que bailen los muchachos!

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