Nombre:
Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

viernes, 1 de agosto de 2014

EL POLVORÍN DEL MEDIO ORIENTE, EL ANTI-SEMITISMO LARVADO, Y LOS DERECHOS HUMANOS

Por Alberto E. Moro

Nadie quiere la guerra ni el asesinato múltiple y la destrucción que conlleva, salvo la dirigencia que no va al frente de combate.

Un panorama geopolítico extraordinariamente complejo, con múltiples intereses cruzados al respecto aún muy lejos de sus fronteras, aparece como una partida de ajedrez de imprevisibles consecuencias, salvo en lo que siempre es previsible: el sufrimiento de los pueblos involucrados a su pesar en las contiendas de los numerosos grupos facciosos.
Así como hay doxa y episteme (1) entre los que hablan, pontifican o escriben sobre estos espinosos temas, siempre predomina una mayoría silenciosa o silenciada a la que lo único que le interesa es vivir en paz desarrollando sus vidas con normalidad, y que es la víctima propiciatoria de verdaderos crímenes de lesa humanidad. ¿O es que alguien puede afirmar que en el caso de Israel y Palestina que es el •”pueblo” el que quiere la guerra? Lo que se denomina “la gente”, y donde sea, en general a lo único que aspira es a vivir en paz y a que lo dejen desarrollarse como persona y como familia. La guerra está solamente en los dirigentes políticos, que resuelven desde un escritorio sin ir al frente de combate.
Estados Unidos invadió Afganistán cuando el feroz grupo de los Talibanes hacía pocos años que habían derrotado a los rusos con armas facilitadas por los norteamericanos, emprende la misma aventura, pone un poco de orden, pero al retirarse presionado por las bolsas negras que regresaban trayendo a sus soldados muertos y por el mundo civilizado, allí vuelven las escaramuzas tribales y el terrorismo salvaje con bombas en los mercados y lugares públicos donde puedan hacer más daño a los civiles inocentes.
Para tratar de ordenar el entorno, y de paso asegurarse el flujo de las reservas petrolíferas, hacen lo mismo con Irak, derrocando a Sadam Hussein, otro dictador genocida que había pasado por las armas y por los gases venenosos prohibidos en el mundo entero a miles y miles de personas de la etnia de los Kurdos.
El Medio Oriente siempre fue un polvorín y al parecer ahora lo es más que nunca. El gobierno de Bachar Al-Assad en Siria, pertrechado por los rusos para cañonear y bombardear a su propio pueblo desharrapado, y éstos últimos logísticamente apoyados sotto voce por Occidente para derrocar al dictador. Pero viene a descubrirse que la dirigencia insurgente, ayudada por Irán quiere instalar un estado islámico anti-occidental que alentará el terrorismo hacia esa región del mundo que lo está ayudando, por lo que ahora parece que ya no se habla de los crímenes que allí siguen perpetrándose.
Como si esto no fuera suficiente, en los últimos tiempos, un ejército extremista islámico (EIIL= Estado Islámico de Irak y el Levante) compuesto por alrededor de 10.000 combatientes crueles y asesinos que se financian con muchos millones de dólares, avanza incontenible dejando tierra arrasada por donde pasa, en forma simultánea sobre Siria e Irak pretendiendo imponer un Califato Musulmán en los territorios que conquistan. Esto ha causado un sorprendente acercamiento entre dos enemigos aparentemente inconciliables como son Estados Unidos e Irán, ambos interesados en impedir el avance del nuevo protagonista.
He relatado todo esto para hacer ver la complejísima interacción que hay entre los conflictos del Oriente Medio, muy difíciles de interpretar, tanto más por lo que no vivimos ni hemos estado allí. Esta sola circunstancia hace que antes de abrir la boca y hacer pomposas declaraciones a favor o en contra de alguno de los grupos involucrados, sería conveniente reflexionar y no ser tan absolutistas al emitir opiniones sobre los derechos humanos desde la comodidad de un país como la Argentina, y desde un lugar apacible como La Falda, propicio para meditar. Volvamos ahora al conflicto Palestino-Israelí.
Después de que Arafat pudo haber alcanzado la Paz en los Acuerdos de Camp David, desechándolos por miedo a ser asesinado a su regreso por los propios fanáticos que lo secundaban, el conflicto levanta temperatura hasta ser una guerra abierta entre palestinos e israelíes que ha alcanzado su culminación en los últimos días sin que se vislumbre un cese definitivo del fuego a pesar de las efímeras treguas que se anuncian reiteradamente. En su momento Israel se retiró, sin que nadie lo obligara, de la franja geográfica de Gaza para que formara un todo con la Palestina moderada gobernada por Mahmoud Abbas, con quien se estaba gestando un proceso de paz. Pero el diablo metió la cola y ese territorio cayó en las manos de Hamas, la organización terrorista que lo utiliza para arrojar cohetería sofisticada sobre el Israel, suministrada por Irán, país apoyado a su vez por Rusia. Hamas es un grupo cruel y asesino incluso con su propia gente, que vive aterrorizada. Han profundizado la miseria y la opresión de su propio pueblo. Y aunque se quiera desmentirlo, es cierto que instalan sus lanza-misiles en lugares poblados por civiles y en cercanía de las escuelas para que la muerte de inocentes y niños les sirva de propaganda a nivel internacional, demonizando así a Israel, la única democracia de esa región del globo. Y cuando llega la represalia que se empeñaron en provocar la banda dirigente se esfuma en los numerosos túneles que han construido bajo tierra para esconderse y almacenar su armamento, dejando inermes a sus sufridos pobladores. Hamas no quiere la paz, provoca la guerra que justifica su existencia y manifiesta abiertamente su intención de borrar a Israel de la faz de la tierra, sin reparar en medios para conseguirlo, lo cual es inadmisible en el orden internacional.
Todo Medio Oriente, a excepción de Israel y algunas potencias petroleras, está inmerso en un atraso civilizatorio, en un estado tribal de grupos de muy diversas extracción religiosa enfrentados entre sí desde hace milenios, siendo ésta una de las razones por las que sus pueblos no tienen ninguno de los derechos humanos que valoramos en Occidente, y transmiten su variados odios de generación en generación. Carecen de vivienda digna, educación para sus niños trabajo para sus jóvenes, salud para sus enfermos y sojuzgan y matan a sus mujeres con total impunidad. Pero, como todos los pueblos, anhelan en su fuero íntimo tener paz y trabajo, viviendas, salud y dignidad. Pero ni siquiera pueden decirlo pues están amenazados por el salvajismo de su dirigencia fanática, que solo quiere imponer la terrible Ley de la Sharia con que se rigen salvajemente en lo interno, y deseosos de imponerla a todo el mundo. Recuérdese que están autorizados a matar a los infieles, los que no son devotos de Alá, a donde se encuentren. Tampoco titubean en matar con poderosas bombas asesinas a sus propios coterráneos, ni en mandar a sus niños y jóvenes de ambos sexos con explosivos adosados a sus cuerpos con tal de hacer daño a su enemigo.
Quien esto escribe considera que ninguna muerte, bajo ninguna circunstancia, es justificable cuando un ser humano la aplica a otro. Ni bajo la emoción violenta con que tantas veces se ha intentado relativizar el crimen entre nosotros, ni bajo el dictamen de otros hombres, ni en condiciones tumultuosas, cuando en algunos países se “lapìda” a una mujer por el “crimen” de haberse enamorado de alguien que no es musulmán o de alguien que no es su marido, marido al que quizás fue entregada por la fuerza cuando tenía 10 o 12 años. Todos los lectores saben de qué estamos hablando, y también saben dónde sucede, en algunos casos allá, y en otros acá. También de eso se trata.
Se trata, en cierto modo, del choque de civilizaciones preanunciada por Huntington, afirmación que ha sido desmentida porque los procesos sociales llevan su tiempo y no son tan evidentes cuando un visionario los anuncia. Por el momento, observamos que la ingenua Europa, enancada en un utópico multiculturalismo, ya ha sido en gran parte colonizada por los musulmanes, que levantan cientos de mezquitas en todos los países. Mezquitas en las cuales, lejos de seguir el consejo de “a donde fueres, haz lo que vieres”, no pocas veces se enseña la Sharia pretendiendo imponerla en los países que los reciben, subvirtiendo sus costumbres. Y lo que es peor, y preanuncio de grandes problemas sociales, es que su tasa de reproducción es infinitamente superior a la de los propios europeos. Como dijo uno de los Ayatollah iraníes: “Ya hemos conquistado Europa sin usar la espada, toda Europa será pronto musulmana.”
De esto también se trata en el problema de Gaza que hoy ha alcanzado grandes repercusiones en todos los medios de comunicación social, en los que muy pocos ven lo que sucede con objetividad y equilibrio, hablando apresuradamente de genocidio y cargando las tintas sobe la única democracia de la región, que ha sido obligada a convertirse en una potencia bélica por la espada de Damocles que pende constantemente sobre el país, basada en las declaraciones que anhelan borrarlo del mapa, y corporizada en los alrededor de 200 misiles diarios que, según se informa, caen sobre Israel.
He dicho que hablan apresuradamente de genocidio en lugar de guerra porque esa palabra se refiere a los asesinatos planificados contra un grupo étnico determinado, como en el caso de Hitler y los judíos, Hussein con los Kurdos los Hutus contra los Tutsis, y tantos otros que lamentablemente han ocurrido a lo largo de la historia. Si los palestinos lograran destruir a Israel, matando a gran cantidad de judíos, eso sería genocidio. Lo demás es guerra, como la que hubo acá entre terroristas y militares. Y, por lo demás, la simple lectura razonada de la historia humana muestra que la guerra, lamentablemente es una constante en la historia de todos los pueblos que habitaron y habitan el planeta. Los héroes de todos los pueblos son, en general, guerreros. Un hecho siempre presente, una constante antropológica. Triste, pero real e irrefutable.
Me preocupan los odios irracionales como el antisemitismo, que castiga no a una raza, que sabemos que no existe tal cosa entre los humanos aunque se use la palabra, sino a los cultores de una religión determinada de las mil variantes que encontramos en las diferentes culturas. Y lo que es peor en este caso, a un grupo humano que ha dado a la humanidad los grandes científicos, los grandes músicos, los grandes filósofos modernos, y la mayoría de los Premios Nobel en todas las ciencias. Sería inacabable hacer un listado de lo que los judíos han aportado en todo el mundo, en todos los países donde estuvieron y dónde están, incluyendo a la ciudad de La Falda en la cual esto se escribe.
Por eso me molesta la doxa de ciertos grupitos auto-titulados defensores de los derechos humanos, que hoy hablan de genocidio (2) con suma ligereza, del mismo modo que antes apoyaron los “derechos humanos” sesgados de los oportunistas que nos gobiernan y que, como es sabido, tan solo levantaron esa bandera por consejo de sus gurúes “marketineros”, sin haberse ocupado jamás de ello antes. Puedo imaginar cual sería la reacción de los “derecho-humanistas” locales si, por ejemplo hipotético, desde Cosquín estuvieran todos los días tirando misiles de alto poder destructivo sobre nuestra ciudad, nuestras casas y nuestros niños.
Me molesta el anti-semitismo larvado que los orienta, y la carencia total de empatía que tienen con la situación de Israel. Como buenos maniqueos, todo es blanco o negro para ellos, no ven la complejidad de los problemas, pero son muy rápidos para juzgar y condenar, eso sí, en nombre de los derechos humanos. Me disculpo por volver a hacer una referencia personal, pero antes que se diga que soy un detractor de tales derechos, me apresuro a recordar que en uno de mi libros publicado al finalizar la centuria pasada, incluí la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 en el mismo, por considerarlo “el documento del siglo”, cuyos preceptos comparto plenamente.
Los dos países en pugna, Israel y Palestina (uno de ellos ni siquiera es un país consolidado, aunque algunos se hayan apresurado a reconocerlo, entre ellos la Argentina) tienen una parte muy importante de culpa, y discutibles razones para justificar sus guerras. Pero uno de ellos no actúa plenamente como el país democrático que es, al menos fuera de sus fronteras, por su reacción desproporcionada; y el otro, claramente, actúa como un estado terrorista. Hoy, cuando este se escribe, leo en los diarios que Israel aceptó la propuesta egipcia de una tregua por 24 horas, mientras que Hamas se niega a hacerlo y sigue disparando misiles.
Nadie quiere la guerra ni el asesinato múltiple y la destrucción que conlleva, pero los problemas sociales del mundo, tanto más ahora con la globalización de los conflictos, son extraordinariamente complejos y ameritan una actitud más reflexiva y responsable a la hora de emitir juicios de valor desde un medio de comunicación masiva, sobre todo si es escrito, dado que lo escrito permanece, mientras que las palabras vuelan, pronto se olvidan y hasta se niega haberlas pronunciado. En Argentina, aunque de eso poco se habla porque a muchos no les conviene, hubo en otro tiempo manifestaciones pro-nazis consideradas las mayores fuera de Alemania, e impensadas persecuciones, con también impensados protagonistas, a inocentes ciudadanos por el solo hecho de ser judíos. Eso no puede volver a repetirse, en el Siglo XXI. Hay que ser prudentes, equilibrados, y cuando se escribe, hablar con la epistéme.


(1) Los griegos, de los cuales es heredera la cultura occidental, distinguían entre doxa y epistéme en relación al discurso, según su grado de profundidad y su relación con la verdad. La doxa u opinión era un conocimiento superficial, parcial y limitado, vinculado a la percepción sensorial, primaria e ingenua, que versa sobre las apariencias y no sobre la realidad, y en consecuencia engañoso, e incluso falso. Por su carácter acrítico, asistemático y contradictorio, se opone al conocimiento explicativo, sistemático, metódico y crítico.
Epistéme, por el contrario, era para ellos, los griegos fundadores de la democracia, el carácter especializado que hoy se atribuye a la ciencia; era un saber absolutamente necesario que penetraba hasta las causas y fundamentos de las cosas, objetivo y sistemático porque estaba organizado de acuerdo con parámetros lógicos y racionales. Versaba sobre la realidad misma, comprendía sus causas profundas, necesarias y últimas. (Fuente: Wikipedia-Luis Alonso-Internet)
(2) El genocidio es un delito internacional que comprende los actos perpetrados con la intención de destruir total o parcialmente a una grupo nacional, étnico, o racial. El término fue creado y definido en 1944 por el jurista judío polaco Raphael Lemkin, que en 1939 había huido de la persecución nazi y encontrado asilo en Estados Unidos.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio