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Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

viernes, 27 de junio de 2014

Muy de argentinos

El fútbol continúa rodando en los estadios brasileros, donde la selección nacional hace de las suyas, que no es más ni menos que tratar de mantenerse en competencia tras el lauro de Campeón del Mundo 2014. Disputados los dos primeros encuentros está clasificado para la siguiente ronda, lo ha logrado ganando esos partidos y obteniendo la suma ideal de puntos. Para muchos argentinos esto no alcanza, las críticas que se escuchan hablan de que el equipo es Messi dependiente, que los diez que lo acompañan juegan para él, que él tiene lagunas durante el juego y que en esos momentos el grupo entra en declive, no funciona, y que, en definitiva, se está jugando mal. Es de aclarar que la mayoría de los críticos deja de lado la intervención del adversario y de sus estrategias para conseguir el triunfo u obtener el resultado menos dañino a sus intereses. Hay algunos especialistas que pareciera que aún con los resultados favorables estarían dispuestos a solicitar que aborten todo intento y vuelvan al país porque esto es un mamarracho que nos va a llevar a una nueva frustración. Puede que así sea, no se está exento de eso, pero bien valdría evaluar que hasta ahora se ganó y que si jugando mal se han conseguido estos resultados, probablemente de volverse al buen juego, en algún momento, se estará muy cerca del éxito buscado.

En esto están ocupados muchos argentinos por estas horas, otros, no tantos quizás, están ocupados en tratar de desentrañar hacia dónde se dirigirá el país tras la resolución del Juez Thomas Griesa, que en la Norte América, ha decidido otorgar a los “Fondos Buitres” los derechos para cobrar las acreencias que han rapiñado comprando bonos argentinos a precio vil y que hoy exigen a valor nominal, con más los intereses correspondientes. Lo que representa una cifra superior a los 15 mil millones de dólares de pago inmediato, cosa que, si bien afectaría las reservas del país, se estaría en condiciones de enfrentar, no sería un problema. El verdadero problema es que si se paga en las condiciones exigidas, se caen todos los convenios previos, aquellos que se firmaron con una cláusula que indica que si en algún momento se mejoran las condiciones de un acreedor esa mejora es extensiva a todo el resto. Esto significa que el 97% de los acreedores que habían pactado su deuda, con una pérdida significativa a favor de la negociación encarada por el país, hoy exijan iguales condiciones. No creo que sea necesario ningún tipo de análisis para inferir que en tal caso el país habrá caído en la quiebra irremediablemente, con todo lo que ello representa.
Pero, hay algo más en las resoluciones del Juez norteamericano, las mismas dejan abiertas las posibilidades de que los capitales argentinos depositados en el exterior puedan ser embargados, y con ello traba toda opción de pago a los acreedores que ejecutan vencimientos en los próximos días y cuyo domicilio de pago está en territorio norteamericano, a instancia de los convenios oportunamente pactados. Síntesis, si se depositan los pagos pueden ser embargados con lo cual no se habrá pagado y entramos en cesación de pagos (default), por otra parte, si no depositamos caemos en la misma situación, es decir que la resolución judicial nos deja absolutamente impedidos de cumplir con los compromisos asumidos. La alternativa a romper con esa trampa judicial es la de establecer como domicilio de pago a Buenos Aires, pero aparece la situación de que habría acreedores que no podrían hacer efectivas sus acreencias y por lo tanto caemos en default con ellos, y por esa causa quedamos expuestos a una nueva negociación en el mejor de los casos o una nueva demanda en el peor.
Mientras esta información comienza a ser entendida y asimilada por la gran mayoría de los argentinos, cuyas memorias aún guardan el triste recuerdo de lo que fueron los primeros años de este milenio en condiciones de default, un segmento de profesionales de la política, de la economía y de la prensa se dedica a analizar los discursos de las autoridades de gobierno y criticar aviesamente los términos que diplomáticamente deberían utilizarse, lo que esconde, apenas en un velo transparente, intereses que están muy lejos de los temores del ciudadano común. Aquí la cuestión no está en la dialéctica, el más o menos moderado léxico de un determinado discurso, sino que está determinada por una decisión de orden judicial, que escasamente deja espacio para una negociación a la que previamente se le ha impuesto límites, los que precisamente no favorecen al país. Ante ello, no parece ser el mejor momento para salir a discutir palabras o gestos que pudieren llegar a ser desmedidos, sino para poner la neurona en funcionamiento, como decía Tato Bores, y decidirse, por encima de las diferencias, a sugerir y aportar brillantes ideas, incorporando la realidad mundial, para exponer ante el magistrado en cuestión y lograr un ámbito nuevo de negociación que permita mantener los logros obtenidos y demostrar en forma acabada el accionar espurio y especulativo de los fondos buitres.
En este contexto y luego de leer y escuchar a muchos de los pensadores nuestros, en su mayoría de doble discurso, por una parte critican y por otra se muestran dispuestos a la participación en procura de una solución, el mayor porcentaje dejan dudas de qué sinceramente quieren hacer (pareciera que los más antiargentinos somos los propios argentinos), me encontré con una editorial del New York Times que se enfrentaba con argumentos absolutamente válidos a la decisión judicial adoptada, y también con un análisis del Fondo Monetario Internacional que exponía que la situación judicial planteada desfavorecía a países que estaban en peores condiciones que el nuestro para enfrentar sus deudas, precisamente no puede decirse que esa prensa y ese organismo tengan intereses favorables a la Argentina, sino que tal vez están observando una realidad distinta con mayor objetividad. En el mismo plano deben leerse y asimilarse las declaraciones del Papa Francisco, las rememoro “no podemos tolerar más que los mercados financieros gobiernen las suertes de los pueblos en vez de satisfacer sus necesidades o que unos pocos prosperen recurriendo a la especulación financiera mientras muchos padecen las consecuencias...Es urgente que los gobiernos del mundo entero se comprometan a poner a punto un marco internacional capaz de fomentar el mercado de la inversión con alta repercusión social, para poder contrarrestar así la economía de la exclusión y del descarte”, a quien a cada instante se recuerda y venera en este país.

Sólo a título de recuerdo, se me ocurre decir que la deuda externa de nuestro país era de 8 mil millones de dólares al momento en que Estela Martínez de Perón fue derrocada, que en épocas del dictador Rafael Videla llegó a los 42 mil millones de dólares y que luego, allá por 1982, Domingo Felipe Cavallo le sumó 8 mil millones de dólares más de lo que era deuda privada que estatizó y pasaron a formar parte de lo que generaciones de argentinos deberían pagar, estos son los tres tramos más importantes de deuda -no hay que olvidar que Arturo Illia había hecho tabla rasa con la deuda durante su periodo de gobierno- esos montos más los intereses conforman hoy una deuda de 300 mil millones de dólares.

No parece que haya que buscar culpables en quienes tratan de negociar la deuda, tengan por hecho que si los hay son por faltas menores ante las expuestas, sino abocarse a encontrar una solución, sin intereses que provean al doble discurso.

Tomando el principio de esta catarsis, porque no es otra cosa, y su segunda parte, llegó a la conclusión de que el ser críticos es un gen que conforma el ADN de los argentinos, es bueno que así sea, pero no es menos cierto que para que la crítica sea efectiva y beneficiosa debe sopesar pro y contra y siempre estar dirigida a que sea favorable, considerando que no es cuestión de culpar o absolver sino de crecer y mejorar, y por sobre todo de saber reconocer y ser justos.

N.H.


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