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Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

jueves, 4 de julio de 2013

Primer principio ético: hacer el bien (beneficencia)

El Dr. Tato Alfonso confiesa públicamente lo que yo me guardé, en un acto casi instintivo, respecto al futuro y posibilidades de sobrevida de Mónica, ya que así es el nombre de esta Sra. de 38 años, que al nacer pesaba 720 gr, y que a las 48 horas de vida llegó a pesar 580 gr., preservar la vida con los recursos de que disponíamos en un Servicio de Neonatología que surgió como una necesidad imperiosa de nuestra comunidad ya que efectivamente era muy difícil de conseguir donde internar un neonato y más aún sin cobertura social o económica (¿?) y de poquísimas posibilidades de sobrevida que en aquellos momentos era del 10 al 20% en un muy buen servicio (actualmente de más del 50 a 80% gracias a los adelantos peri y neo natológicos).
El Dr. Alfonso no debería haberse guardado esa sensación culposa, porque él realmente actuó muy bien y por algún rasgo de machismo que aún sobrevive en los galenos, olvidó que fue Delia Grad, mi esposa desde hace 51 años, la que primero colaboró con las enfermeras en su recepción e internación, hasta que yo pude comenzar a aportar a ese trabajo en equipo, con enfermeras abnegadas y adecuadamente capacitadas en el Instituto Provincial de Neonatología que dirigía en ese entonces el Dr. Jacobo Halac con la colaboración de otros destacados neonatólogos como los Dres. Marcelo Arias y Jorge Pronsato.

No es del todo coincidente con los hechos el de que yo no me despegara de la incubadora durante una semana, si es verdad que durante varios meses no tuve un sueño muy profundo y estaba permanentemente comunicado con el servicio.

Sirva la oportunidad, también, para destacar otro elemento ético que emerge a raíz de lo relatado por el Dr. Alfonso: yo no corría ningún riesgo ético si Mónica moría o quedaba con serias secuelas, algo que afortunadamente no ocurrió, ya que la última vez que la vi, con sus mellizos, gozaba de excelente salud. El que si corrió con un serio riesgo para con su seguridad y su vida fue el Dr. Tato Alfonso ante la decisión que tomó como médico, en ese fatídico año 1975. Era la época en el que la triple A y un grupo mafioso y criminal que atrevía llamarse con un nombre que si San Martín y Bolívar se enterasen, se revolverían de indignación en sus tumbas.
Una persona muy querida por los trabajadores cordobeses, por su frontal lucha en defensa de sus derechos y de todas las conquistas sociales y democráticas de nuestro pueblo, estaba gravemente enfermo. Se trataba de Agustín Tosco. Me llega en ese entonces el pedido de si había alguna posibilidad de que en nuestro Hospital Regional de La Falda, en forma “clandestina” se le hiciera un estudio radiológico. Decido consultar en esas circunstancias con el Colega que no dudó un segundo en aceptar el desafío. Sabía que era quizás el ser humano más odiado por las hordas fascistas y por ende el más buscado. Prueba de ello que muchos de sus compañeros que lo protegieron hoy están desaparecidos y en nuestro departamento, Amalia Insaurralde una prestigiosa docente que residía en Casquín y lo había albergado a Tosco en su domicilio, fue brutalmente torturada y asesinada.
El Dr. Alfonso cumplió con ese principio ético de beneficencia y lo hizo realmente con alto riesgo para su vida y quizás para la de los suyos, de manera que su gesto, debe ser considerado como un ejemplo que todos los profesionales de la salud deberían recordar y reconocer.
Desafortunadamente, poco es lo que se pudo lograr para esclarecer sobre el mal que afectaba al líder sindical y popular y hoy ejemplo paradigmático de lo que debería ser cualquier dirigente sindical.
Camuflado con una peluca que disimulaba contextura física llegó y así partió sin poder evitar el gesto de incontrolable dolor que lo afectaba y a su vez dando señales de agradecimiento y de disculpa (¿?) que quedaron grabados en esos lugares que nuestra memoria emocional deja grabados con fuego en nuestras vidas.

Más aún, sobre ese año 1975.
Un año antes había llegado a Córdoba una prestigiosa pediatra argentina, la Dra. Elsa Moreno, a contarnos los progresos que se había logrado en la provincia de Neuquén, especialmente en lo referente a una pronunciada disminución de la mortalidad infantil, gracias a la implementación en esa Provincia de un programa que había surgido, aquí en La Falda, fruto de la creatividad del Dr. José Manuel Herrou Baigorri y de los colegas que lo acompañamos en el Colegio Médico de Punilla, entre ellos estaba el Dr. Tato Alfonso.
El programa se denominó Sistema Nacional Integrado de Salud y expuesto por la Confederación Médica de República Argentina ante el Ministro de Salud de la Nación, Dr. Domingo Liotta, este lo transforma en una ley con provincias en que se experimentó inicialmente, como es el caso de Neuquén.
Cuántas vidas se habrían ahorrado, si coordinando e integrando los recursos preventivos y asistenciales de los sectores públicos, privados y de las Obras Sociales o Prepagas, se cubrieran con equidad la cobertura en salud de todos los argentinos, desde la fecundación o concepción hasta el fin natural o no de sus días.
Pero aquí entraríamos además en otro de los principios éticos pero de alta relevancia social, el principio de Justicia, de tremenda magnitud, aunque nuestro aporte en su defensa y consolidación bien merece que sea tenido en cuenta por todos los galenos.

Tardé, yo también, unos 38 años en dar a conocer algo que no podía ni debería ocultar.

Benjamín Malamud

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