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Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

viernes, 21 de junio de 2013

Los Selk’nam Fueguinos Extinguidos: El final de la tragedia

Por Alberto E. Moro

Innumerables tragedias sociales se sucedieron a lo largo de los siglos, entrañando muchas veces la desaparición lisa y llana de poblaciones enteras, consumada en el marco de un sospechoso silencio.

La carencia de una organización social más compleja, los colocó en estado de indefensión y vulnerabilidad, impidiéndoles toda posibilidad de asimilación para representar el papel de la "conciencia desdichada" de su raza (Hegel). Aparentemente, ni siquiera fue necesaria una política de estigmatización, pues todo el mundo coincidía en que debían ser sacados de circulación. La violencia directa ejercida contra ellos, las persecuciones, el asesinato, el confinamiento, las enfermedades desconocidas, la erradicación forzada; su carencia, en fin, de un lugar en el mundo, hicieron que estos primitivos fueran extinguiéndose, pasando de alrededor de 6000 en toda la isla en 1880 (Chapman, l986) a tan solo 1000 a comienzos del siglo XX, y a ninguno en la actualidad.
Hacia 1910, los misioneros salesianos estimaban que los remanentes de esa población originaria no sobrepasaban los 350 individuos. Veinte años más tarde no quedaban más que 100. Y en l966 sólo había 13, cuyos padres eran ya en su mayoría mestizos. Esas cifras delatan un genocidio impune y encubierto del que muy poco se ha hablado, salvo en los círculos académicos. En l974, muere Angela Loij, archivo viviente de su idioma, considerada la última selk'nam pura. Y con ella, podemos decir sin eufemismos, se ha extinguido un pueblo entero, una diversidad construida en milenios, una cultura en suma. Hecho triste, irreparable, y grave como pocos, que no por repetido deja de impresionarnos como una aberrante muestra de la irracionalidad humana.

El choque inter-étnico y el “descubrimiento” de América
Aunque desde Platón se suponía que el mundo podía ser esférico, hasta hace poco más de cinco siglos muchos pensaban todavía que la tierra era un disco plano, y que los habitantes de las antípodas del Occidente conocido, si es que existían, pues de esto también se dudaba, caminaban cabeza abajo con respecto a ellos. Lo cual -bien mirado- es realmente así, aunque la gravitación universal impide que esta condición relativa de los habitantes del planeta se manifieste en la forma de una percepción alterada de sí mismo.
El descubrimiento de América, si es que así puede llamárselo, fue un hecho extraordinario, fundacional, en el que el mundo por primera vez se cerró sobre sí mismo en una esfericidad inmanente y esencial, no obstante el error de Colón y muchos otros, que creían haber llegado a Catay, el oriente del Oriente, la actual China.
El continente intermedio recién descubierto, que más tarde se llamaría América en honor al navegante italiano Amerigo Vespucci, conferiría al género humano el conocimiento cabal del mundo, no sin antes pasar por un largo proceso de avance sobre territorios desconocidos, en un complejo fluir de relaciones inter-étnicas, jalonado por los inevitables sufrimientos que se desencadenan siempre cuando hay un choque de culturas.
"Cuando los españoles descubren en América otra humanidad, su estupefacción fue, sin dudas, mayor de la que experimentaríamos nosotros si encontráramos seres pensantes en planetas lejanos." (Wachtel, 1976, citado por Bestard y Contreras).
El encuentro de estos pueblos diferentes, relativamente aislados en sus respectivos continentes durante miles de años a causa del ancho mar que los separaba, fue uno de los acontecimientos más traumáticos de que puede guardar memoria la humanidad. Inenarrables sufrimientos para ambas partes, al margen de quien fuera el agresor o el mejor equipado tecnológicamente, jalonaron a través del tiempo este encuentro de dos mundos que completaría el acceso al conocimiento que el hombre tenía con respecto al planeta que habitaba. Como bien afirman Bestard y Contreras, "no solo existían diferencias de comportamiento entre unos y otros, diferencias ideológicas más o menos profundas; existía también una distancia, una incomprensión, una no comprensión entre unos y otros, a veces insuperable. Una distancia que se manifestaba y reforzaba con el desprecio que supone no colocarse, no querer y no saber colocarse, siquiera mentalmente, en el lugar del otro."(l987, p.5). Es el actual debate conocido como "el problema de las otras mentes", en el que se profundiza acerca de las deformaciones que sufren las interpretaciones etnográficas relatadas por sucesivos informadores, cuando lo realmente importante y casi intraducible es lo que realmente piensa el propio sujeto perteneciente a una cultura determinada.
Las oposiciones salvajes-civilizados, paganos-cristianos, fieles-infieles, idólatras-conversos, y otras calificaciones peyorativas, sirvieron para identificar a los aborígenes, y también para tranquilizar las conciencias y justificar en todos los casos el despojo, la esclavitud o la muerte.
La superioridad concreta de unos, fundada esencialmente en una organización social más compleja y en una tecnología más eficiente, fue el instrumento que sirvió para sojuzgar a los otros, las más de las veces a sangre y fuego, sometiéndolos a la esclavitud y a condiciones de vida que diezmaron a estos pueblos que, a la luz de las oposiciones antes mencionadas, eran vistas como "el enemigo" cuya alteridad lo despoja de todos los derechos, incluso el de la vida. Así fué como "los descubridores" cometieron con "los descubiertos" el genocidio más grande de la historia, tristemente completado más tarde en la consolidación de los nacientes estados supuesta o pretendidamente "nacionales", que hicieron todo lo posible- y aún hoy lo hacen- para no reconocer y olvidar la existencia de los aborígenes supérstites del exterminio, que aunque pocos, viven hoy hacinados y marginados en condiciones casi siempre infrahumanas.
Innumerables tragedias sociales se sucedieron a lo largo de los siglos, entrañando muchas veces la desaparición lisa y llana de poblaciones enteras, consumada en el marco de un sospechoso silencio por parte de gobiernos, autoridades, y medios de comunicación, cómplices de un racismo de Estado, en el mejor de los casos de manera inconsciente, si es que ello puede servir como atenuante para algunos de los que, por acción u omisión, convalidaron estos hechos.
Los nuevos campos de la genética y la biología molecular han confirmado las conjeturas acerca de que en toda América han habido procesos de exterminio, muchas veces planificados, por lo que hablar de genocidio no es en modo alguno una exageración, como algunos pretenden hacer creer. Sólo entre el 5 y el l0% de la población original de los Amerindios del Sur, sobrevivió al proceso colonizador, tal como lo demuestran las investigaciones realizadas. (Dr. Demarchi, disertación en la Maestría, 27/9/01).
Los Selk'nam, durante mucho tiempo conocidos como Onas, habitantes del territorio insular de Tierra del Fuego, fueron uno de esos pueblos que evolucionaron a lo largo de milenios sin llegar a ser complejos, para sucumbir en pocos cientos de años como resultado de la colisión entre dos regiones del mundo pobladas por seres disímiles.


NOTA: Tratándose de artículos periodísticos no damos aquí la bibliografía referencial de los autores citados, que sí estará disponible en el libro sobre esta temática que está en espera de apoyos para su publicación.

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