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Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

jueves, 13 de junio de 2013

Cómo pedirle honorabilidad y honestidad a los funcionarios públicos cuando más de la mitad de los ciudadanos piensa que el que sean corruptos es aceptable

La información proviene de un sondeo de opinión concretado en la Ciudad de Buenos Aires y el dato que marca una tendencia negativa preocupante es que los individuos consultados asuman, en altos porcentajes, que estarían dispuestos a infringir la ley de ser necesario para hacerse de un beneficio personal o convertirse en cómplices de un hecho de corrupción para no perderlo.

El dato surge de un sondeo de opinión realizado por el Centro de Opinión Pública de la Universidad de Belgrano, entre el 18 y 27 de mayo, sobre un universo de 620 entrevistados.
Ese trabajo detalla que “el 55 por ciento de los porteños considera "aceptable" que un político sea corrupto si "mejora la economía o soluciona problemas del país", y el 46 por ciento cree que en la Argentina "la gente está obligada a adaptarse a la corrupción para sobrevivir".
El 56 por ciento de los consultados consideró que el nivel de corrupción en la Argentina es alto, mientras que el 26% cree que la mayor parte de esa corrupción se da en el ámbito político, seguido por el policial (16%) y el sindical (13%). La mayoría (43%), sin embargo, opina que la corrupción "se da en todos los ámbitos por igual".
En el terreno de los posibles castigos para "políticos corruptos", gana la cárcel (36%), seguida de cerca por la prohibición de por vida para ocupar cargos políticos (33%) y el pago de una multa (21%). El 5% cree que corresponde aplicar las tres penas a la vez.
Por otra parte, casi la mitad de los encuestados (48%) opina que en los últimos cinco años la corrupción aumentó, mientras que para el 51 por ciento la denuncia de la existencia de bóvedas en la casa de los Kirchner es verdadera.
Las conclusiones más llamativas aparecen en las consultas por conductas individuales. "Imagine que un político mejora la economía o soluciona problemas del país que a usted le preocupan, pero que, al mismo tiempo, es corrupto. ¿Eso le parece aceptable?", plantea una de las preguntas. El 55% contestó que sí y el 40%, que no.
En la misma línea, el 53% dijo que "aceptaría hacerse la distraída" ante un acto de corrupción si denunciarlo implicara perder un beneficio, mientras que el 30% optaría por denunciar al corrupto y renunciar al beneficio.
Ante la pregunta sobre si la ley debe ser obedecida sin excepciones o si hay ocasiones en las que "no está mal" infringirla, el universo se reparte en franjas similares: el 52% eligió la primera opción y el 36%, la segunda.
Se indaga además sobre el comportamiento en la Aduana después de haber hecho compras en el exterior. La opción es pagar el impuesto correspondiente o "pagar algo de dinero a alguien" para eludirlo. El 58% consideró "aceptable" pagar la coima.
Ante el escenario de "poder cometer un único acto de corrupción en la vida sin perjudicar a terceros y para obtener una gran diferencia económica", el 37 por ciento dijo que lo cometería. El 50 por ciento contestó que no.
En el análisis de lo relevado se determina que se entiende que “la corrupción es endémica en nuestra sociedad y que está extendida en todos los ámbitos públicos en general y que afecta al ámbito político en particular. Este resultado es coincidente con las mediciones anteriores sobre el mismo tema efectuadas en 2011.
En cuanto a las principales causas de la corrupción, ella se atribuye sobre todo a un tema de oportunidad, a la posibilidad de abusar del poder. Otras razones mencionadas son el mal funcionamiento de la Justicia, las fallas en la educación para la convivencia social, la falta de escrúpulos morales o la falta de respeto por la ley”.

El panorama que nos pone en evidencia el sondeo no puede ser más desalentador si consideramos que se ha auscultado al electorado más calificado del país, de manera que si se amplia la tendencia al resto del territorio lo más probable es que nos encontremos con que esos porcentuales crezcan exponencialmente.
Si bien es cierto que, sin caer en la ingenuidad, un alto porcentaje de los ciudadanos tiene asimilado que la corrupción en las cúpulas de poder parece ser una cuestión prácticamente ineludible, lo que marca una tendencia negativa preocupante es que los individuos consultados asuman, en porcentajes considerables, que estarían dispuestos a infringir la ley de ser necesario para hacerse de un beneficio personal o convertirse en cómplices de un hecho de corrupción para no perderlo.
Con tristeza, habrá que aceptar, como ha sucedido en oportunidades anteriores, que los hechos de corrupción denunciados, aún con pruebas irrefutables, apenas consiguen una sanción social en un bajo porcentaje, y que es obvio que no son tomados en cuenta a la hora de la emisión del sufragio. Así, la lucha por mejorar las conductas de las autoridades, en todos los niveles y sectores de la vida pública, sólo queda en el accionar responsable de escasos quijotes utópicos, pero habrá que seguir sustentando la esperanza en ellos, son la última trinchera de resistencia que queda.
Parafraseando al Dr. Malamud en la nota de contratapa, también hay que asumir que la salud de la democracia es una construcción colectiva.

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