Nombre:
Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

jueves, 30 de mayo de 2013

¿Cuándo empezó?

Por Alfredo Ferrarassi

Hace un tiempo vengo pensando ¿cuándo comenzó la deceleración de La Falda, cuándo se produjo el quiebre institucional, que nos fue llevando de ser la primera ciudad turística de la provincia, a ser al menos la tercera?, cuándo comenzó a producirse el actual estancamiento que padecemos y esta particularidad de vernos en un sitio que realmente no deberíamos ocupar en el concierto de la provincia?
Fuimos generadores de grandes ideas que se plasmaron en festivales y eventos de magnitud, como la Semana del Boxeo, el Festival del Rock, la Fiesta del Inmigrante, la Fiesta del Alfajor, las etapas de los grandes premios, las Trepadas al Cuadrado, las Dos horas a la Americana en Karting, etc., con lo cual queda demostrado que tuvimos ideas y de sobra, y aquí comienza el quid de la cuestión, el intríngulis de ese acto de flagelación que solemos tener y que hace que todo inexorablemente nos lleve al fracaso, al enfrentamiento y que esas ideas prendan en otros lados y se difundan como esporas, produciendo eventos magníficos que nosotros no supimos conservar y que dejaron huellas profundas en el ánimo de la población, ya que es más que frecuente escuchar “aquí nacen grandes ideas y en otro lado las aprovechan”.
Evidentemente algo debe tener que ver la particularidad que somos una sociedad que renueva muchísimos habitantes cada década, para elegir un periodo de tiempo que nos permita hacer el análisis. Evidentemente esto ha ido modificando nuestra realidad, nuestro mandato fundacional y hemos perdido el contacto con la verdadera identidad, con eso que algunos llaman el “ser faldense”, lo cual no sabemos si existe en la práctica, pero que es parte de la forma de ser que hemos adquirido.
Lo cierto es que cuando La Falda ocupaba el sitial de privilegio en la provincia, siendo generadora de enormes riquezas tanto industriales como turísticas, la sociedad tenía unas características diferentes a la actual o si prefiere a la de hace treinta años a esta parte.
Aquella era una sociedad participativa, cuando se producía un evento se convocaba a todo el mundo, sin importar la ideología o el partido político en que militara y también se recuerda que salvo algunos personajes ávidos de protagonismo, se trabajaba en un pie de igualdad y pensando en el bienestar de la población, el concepto se puede limitar a una simple frase, “si a La Falda le va bien, a mí también me irá bien”, por lo tanto los egoísmos eran dejado de lado, no existía una puja por ocupar un papel en la primera línea de los cargos que las comisiones podían requerir, aparte como se hacían tantos eventos, nadie era dejado de lado y siempre existía un sitio para poder participar.
Los cargos que se ocupaban eran un verdadero honor ejercerlos, se sentía orgullo por ello y los elegidos se esmeraban por hacer el mejor papel posible, nadie pensaba en la reelección en los mismos, había una constante renovación lo cual garantizaba la igualdad de oportunidades y que cada uno quisiera legar una gestión transparente y eficiente.
Era inimaginable que alguien que trabajaba en una institución, por caso la Corporación de Agua Potable (hoy Cooperativa), pensara en percibir remuneración alguna, que ejercer un cargo se convirtiera en una “profesión” rentable, o que hubiera compensación por tiempo destinado a la función. Servir era un honor, era tener la oportunidad de demostrar las condiciones de trabajo personal y comunitario, de poder señalar a propios y extraños lo que se había logrado en su periodo.
Evidentemente era un mundo diferente, con tiempos más largos, con menos oportunidades en que perder lo único irrecuperable, como es el crono, era una época en donde la más mínima sospecha sobre la integridad moral era un mancha que ningún tintorero o cosmética podía limpiar o tapar.
La armonía que se había logrado entre el ente oficial Municipalidad y los habitantes, ya sea individualmente o participando en instituciones, como aquel viejo e importante Centro Comercial de La Falda, es lo que aseguraba el éxito de cualquier evento, porque todos se comprometían en el éxito de la empresa en la que se embarcaban.
En cambio desde hace unos 30 años tenemos que si algo lo organiza el partido A, el partido B, hará todo lo posible para que el mismo fracase, si en el medio está en juego el futuro del pueblo, su bienestar, les importa literalmente un pito, lo importante es lograr el fracaso, con eso se dan por satisfechos. Esa situación se dará igualmente si los actores cambian de rol y quien estaba abajo ahora está arriba, si B desplazó a A
En medio, están las instituciones, que tampoco son ajenas a este panorama, sino veamos a quienes han sido señeras y hoy languidecen en medio del abandono y la no participación. Por ello recordar aquellas serie de notas de la ex Revista El Quid, con una sección que despertaba polvareda en cada salida, como era “¿Agonizan las instituciones?”, hizo ver al ciudadano como de poco a poco, amparados por la parálisis de Proceso, no hubo renovaciones, se invaginaron comisiones, se establecieron cuan monarquías en feudo propio, siendo algunas menos que un puñado de socios. Por ello recomiendo leer esta publicación que significó un oasis en medio de tanta mediocridad reinante.
Aquella Falda que mostraba un equilibrio entre estado y privados con los trabajos en conjuntos que no volvió a repetirse, ya que el municipio debió enfrentar casi en soledad las nuevas propuestas que se concretaban y cuando lo hacían mancomunadamente inexplicablemente hubo una partidocracia que terminó por aislar los deseos de participación del resto de la población.
Atrás quedaban aquellos emprendimientos como el del pavimento nuevo de la Av. Edén en el que se unieron todos y se organizó una fiesta en el teatrino del Edén Hotel para recaudar fondos. Hubo sorteos de productos que donaron los propios comerciantes y fue una cena majestuosa para concretar en anhelo como era el de tener una arteria central a la altura de las aspiraciones que como sociedad teníamos.
También recordar la importancia que tuvieron aquellas primeras Comisiones del Festival del Tango, en donde la elección de las autoridades era tan importante como un comicio municipal. Una vez elegida la misma, todos, absolutamente todos trabajaban por el éxito de la misma Fiesta, que era el éxito y beneficio para La Falda.
Lo mismo sucedía con el Club La Falda que supo organizar desde kermeses a recitales en su sede, allí cantaron en el momento de máximo esplendor, Palito Ortega y Los Trovadores del Norte, lo que nos habla del poder de participación y convocatoria que hubo.
Estimamos que en los setenta se produjo el quiebre definitivo en la sociedad faldense, ya que la década estuvo marcada en primer lugar, por el conflicto de la obra de cloacas y en segundo, por el gobierno de facto nacional que influyó directamente en todo el país.
La participación estuvo ausente, a la vez que se producía un paulatino pero sostenido éxodo hacia las sierras de personas de todo el país. Si bien buscaron participación en nuestra sociedad, no pudieron adaptarse a la forma de ser local y transfirieron sus experiencias hacia lo que en la década siguiente sería la concreción de instituciones. Solo señalaremos una que resultó emblemática y que no debió fracasar, como fue La Casa de la Cultura, un espacio esperado por la sociedad local, pero que naufragó porque terminó funcionando atendiendo a los intereses y necesidades de los nuevos habitantes y no a la totalidad del pueblo.
Si bien hubo una admirable autocritica de las causas del fracaso, el habitante local se sintió desplazado y comenzó a no tener participación y comenzó a notarse una indiferencia hacia lo que se emprendiera posteriormente.
La semana anterior tuve conocimiento que Ferro Central habría pedido que no se instalen más las carpas de artesanos en el predio del Ferrocarril y ello fue lo que me llevó a esta nota, a tratar de encontrar en qué momento perdimos la capacidad de empuje y concreción que teníamos.
Porque estén o no los artesanos, no es lo principal del nudo gordiano que tenemos, sino pensar ¿Qué sucedería si vuelve el Tren de las Sierras y pide la Estación que es de su propiedad? ¿A dónde irá a parar todo lo que allí funciona: Registro Civil, Concejo Deliberante, Juzgado de Paz, Departamento del Trabajo, Biblioteca Babel, etc.?
Y aquí vuelven aquellas dudas sobre ¿que nos pasó como comunidad que no hemos podido resolver problemas centrales?, porque en 1934 tuvimos la primera Intendencia, luego se pudo comprar la actual sede, la cual evidentemente sirvió para una ciudad más pequeña, menos compleja, pero que hoy ha quedado chica, incomoda y con una distribución vieja.
Han pasado casi 80 años y no hemos podido resolver este problema, el cual no se puede achacar al actual gobierno, pero lo cierto es que debería ser un tema prioritario ya que tenemos sobre la cabeza la espada de Damocles pendiendo y en cualquier momento puede caernos encima.
Aquí es donde debe volver a aflorar aquel viejo espíritu comunitario, porque este es un problema de todos, no ya de una administración de tal o cual signo político, es algo que se deberá resolver y pronto, porque así no nos pidieran la Estación, hay que ser conscientes que tampoco se puede funcionar en las condiciones en las que se lo hace, que es necesario contar con una infraestructura adecuada de cara al futuro.
Tal vez la convocatoria a todo el pueblo para resolver esta situación sea la oportunidad de ponernos nuevamente en marcha, de pensar en otros términos, de tener aquellos viejos proyectos que movilizaron a la sociedad durante varias décadas.
Es cierto que hay una abultada deuda heredada, pero también es cierto que debemos enfrentar esto, ya que no podemos, como viene sucediendo desde hace al menos treinta años, pateando para adelante las situaciones, porque en algún momento el futuro nos alcanzará y nos encontraremos sin poder encontrar una respuesta y menos una solución inmediata.
El desafío está planteado y es la oportunidad histórica de poder volver a emprender la marcha, de festejar el año próximo el Centenario, los 80 años de la Municipalidad y la Biblioteca Popular Sarmiento, teniendo encaminada esta situación, estimamos entonces que llegó la hora de volver a pensar en grande y reencontrarnos con aquel destino del cual nos apartamos y sentirnos un pueblo unido detrás de un objetivo que a todos nos atañe.



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