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Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

jueves, 30 de mayo de 2013

Argentina, el robo del siglo

Por Alberto E. Moro
Democracia o cleptocracia?

El impactante fracaso colectivo de una nación riquísima como Argentina contrasta con su capacidad para ofrecer al mundo grandes nombres individuales de destacada trayectoria, como Houssay, Leloir, Baremboim, Bocca, Milstein, Favaloro, Borges, Maldacena, Messi, Bergoglio, y otros que en este momento no acuden a mi memoria.
Es además, la demostración palmaria de las imperfecciones del sistema político conocido como Democracia, que como bien se ha dicho, dista mucho de ser perfecto. No lo es porque sus mecanismos populistas han permitido el ascenso al poder de personajes siniestros como Hitler, Mussolini, Perón, Chávez, y Kirchner, entre tantos otros que prefiero no mencionar remitiéndome tan solo a un par de ejemplos emblemáticos y a otros que nos han estado cerca o hemos sufrido recientemente en carne propia, en todos los casos para desgracia de sus pueblos.
Me resulta sorprendente, por ejemplo, que los argentinos y en particular la mayoría de sus políticos se llenen la boca hablando de Democracia y aún crean que estamos en un sistema democrático, y sigan jugando su juego sin indignarse ni encolumnarse para denunciar EL ROBO DEL SIGLO perpetrado por una banda de delincuentes organizados para –nada menos- el vaciamiento de un país.
Porque, señores, acá no se trata de si hay democracia o no hay democracia. Acá se trata de que es inaceptable ver como todos los mecanismos constitucionales de protección al ciudadano y a las arcas del Estado, han sido demolidos uno a uno con el desparpajo de los ladrones convictos y confesos que no titubean en afirmar “Vamos por todo” desde la más alta magistratura del país, sin que a casi nadie se le mueva un pelo, colocando en la inoperancia a los pocos demócratas auténticos que aun quedan en el sistema político, plagado de obsecuentes y corruptos. Tenemos un gobierno que aspira a ser autocrático, dictatorial y, claramente, cleptocrático.
Estamos hablando de lo que seguramente -cuando se comprueben sus alcances si alguna vez sucede como espero- será el ROBO, el VACIAMIENTO TOTAL de un país, deliberadamente organizado y programado por un matrimonio de delincuentes de alto vuelo y guantes no tan blancos sino muy negros, con intenciones desembozadas de perpetuarse en el poder indefinidamente. Secundados por una caterva de recalcitrantes ladrones encaramados en la política, avezados en disfrazar sus aviesas intenciones con un comportamiento total y absolutamente falso. Tan falso como el relato y la mentira institucionalizada, aspecto que ya hemos comentado (1).
Si es cierto que “los pueblos tienen el gobierno que se merecen”, deberemos aceptar que los argentinos somos un pueblo de ladrones, “del primero al último”, como dijo un ex presidente uruguayo no hace mucho, cuando ya estaba este gobierno en el poder. Como bien sabemos, desde afuera o a cierta distancia siempre se ve con mayor perspectiva y claridad lo que ocurre y no parecen advertir los que están en el ojo de la tormenta.
Porque no puede creerse que un país con las potencialidades del nuestro, con la calidad humana de su pueblo, en el que aún quedan rastros de la educación sarmientina que lo convirtió en el faro de América del Sur, tenga en su población más de un 50 % de individuos tan desprovistos de sentido ético y moral como para que no les importe y sigan votando a una manga de ladrones que se ha apoderado de su país. ¿Son ciegos, que no pueden ver la evidente, flagrante, ostensible y desvergonzada presencia del delito? ¿O son inmorales?
¿No se dieron cuenta de las valijas que iban y venían repletas de dólares robados al pueblo argentino desde Amira Yoma y la nueva rica Zulemita Menem, pasando por Felisa Miceli, Antonini Wilson, Julio De Vido, Rudy Ulloa, Ricardo Jaime, Uberti, Néstor Kirchner, Lázaro Baez, y la Cristina “eterna”, para nombrar solo algunos?
Aunque sé que una de las muletillas de los que aceptaron muchas veces la cínica frase “roban pero hacen”, es la de que “culpables somos todos”, me apresuro a exclamar que yo, al igual que muchos compatriotas decentes, hemos trabajado toda la vida con absoluta honestidad y jamás hemos votado a los demagogos populistas e irresponsables que lo prometen todo a cambio de la aprobación de Su Majestad el Voto, olvidando apenas suben al trono, ensuciándolo con su conducta, que son simples empleados de quienes los eligieron para representar al conjunto de la nación.
Un gran país que lo tiene todo, potencialmente riquísimo en todos los aspectos, se halla incomprensiblemente postrado, preso de una grave enfermedad desde hace ya más de sesenta años, sin que sus defensas puedan contrarrestar el cáncer político que lo aqueja, ya diagnosticado y que ni siquiera hace falta nombrar, porque todos sabemos de que movimiento patológico se trata, ya que por sus carencias éticas nunca alcanzó la estatura de un verdadero partido político, no obstante haber desarrollado una formidable maquinaria electoral a la que todos los ambiciosos se arriman dejando muchas veces sus convicciones por el camino, como en este preciso momento está ocurriendo.
Los gérmenes de esa enfermedad política demagógica y populista se reproducen incansablemente, y siempre vuelven las mismas plagas con su bla-bla inconducente y sus contubernios por debajo de la mesa. Como hemos visto en estos días, ya se están reuniendo y preparando para sucederse a sí mismos dentro de ese mismo y nefasto caldo de cultivo donde todos ellos saben que nadie tiene las manos limpias. Pronto tendremos de nuevo candidatos reciclados envueltos para regalo en papel de lista sábana, que seguirán apropiándose de la manija de la máquina para conseguir billetes y fabricar boludos que aplaudan. ¿Es tan difícil verlo?
Este agresivo cáncer político que venimos denunciando hace ya tiempo (2), nos ha aportado una sucesión de gobiernos oportunistas de gente que generalmente no está a la altura de sus responsabilidades, pero que tienen bien en claro que llegan para servirse y no para servir al pueblo que los votó, y que por añadidura, cuando no son gobierno dedican todos sus esfuerzos planificados y alevosos, a desestabilizar y hacer fracasar a quienes han sido elegidos por ese mismo pueblo, cuyos sufrimiento nada les importa. Solo saben y procuran hacerse del poder para seguir robando. La lista de los ineptos y corruptos que llevó al poder este grupo dadivoso y clientelista con los dineros públicos, es muy larga, y tiene porta-estandartes payasescos de la categoría de Isabelita, Menem, Kirchner, y la Cristina “eterna”, y secuaces de buen prontuario como Casildo Herrera, Lorenzo Miguel, Herminio Iglesias, Saúl Ubaldini, López Rega y Hugo Moyano. Se acerca el momento en que el ex presidente Néstor Kirchner, la culminación de todos ellos, pasará a la historia como lo que fue, el autor intelectual del “Robo del Siglo”.
Aquí y ahora, como ya dije, no se trata tan solo de Democracia o Totalitarismo... ¡Se trata del crimen organizado de alto vuelo apoderándose de un país!
De ese modo, desde su fundador que se llevó los lingotes del Banco Central en adelante, han retrasado a la República Argentina, haciéndole perder el tren de la historia, afirmación que nunca fue tan evidente como en los momentos actuales, en los que lo ladrones que siempre albergó, no solo se apoderan del patrimonio que es de todos los argentinos en un robo inverosímil, sino que con su ineptitud flagrante han incrementado la pobreza, aplanado la industria, desalentado al campo, y –como nunca antes- el país ha quedado aislado del mundo en inversiones y en la consideración internacional. Comparable con Venezuela, Irán y Corea del Norte, Argentina es un país paria que no solo no respeta su propia Constitución, sino que desatiende todos los Tratados Internacionales que firmó comprometiéndose a respetarlos, como el Pacto de Costa Rica, por ejemplo, en el que quedan bien claros los límites en que puede desenvolverse cualquier gobierno que respete las libertades individuales y los derechos humanos.
Ya sería hora de que asumieran su culpa, abandonen la marchita y las fotitos para engrupir a la gilada cada vez mayor que supieron construir como clientela desaforada, y dejen en paz a lo mejor de la Argentina, una población sufriente desde hace largos años que espera su oportunidad para rescatar a la República de la ignominia actual, y reconstruirla como la gran nación que supo ser alguna vez.


(1) Ver en Ecos de Punilla de febrero de 2009: Alberto E. Moro, La mentira institucionalizada.
(2) Ver el Capítulo 120 de mi libro Pinceladas en la Aurora: Radiografía del cáncer político argentino. Año 2011.


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