Yo pecador

Por Oscar Salguero (ossalguero@hotmail.com)

Este yo pecador que camina, desde la inmutable continuidad de los días, dice en voz baja la rogativa resignada de los destronados.
Nadie sabrá como yo de la intemperie absoluta del hambre, ni la escasez asoleada de recuerdos en palabras.
Ningún dios recogerá mis suplicas ni hablará el lenguaje de las herramientas que descansan en desocupación.
Con millones de promesas candidato, inflaciones que desinflan y ceros que me quitan futuro, así ando yo pecador de pensamiento, de obra ajena y mal pagada, de cansancio enancado, de mutilación a plazo fijo.
Colgado del pasamano, mal aromando el colectivo, alimentado a tetra voy para dejar otro latido, un poco de aliento al desaliento.
Junto el asco prójimo, lo meto en el bolso para avecinarse al pan duro de anteayer y encaro para cerrar la leve espera de sábana desgajada, insoportablemente deshilachada.
Esta gran culpa, azotando pecho y espalda, erguido en el camino me veo sin sombra y la espera ya no quiere saber nada con esta nada.
Así también digo amor y me nazco a la esperanza en los ojos oscuros de una mujer, en el olor a esos espacios propios, infinitos, en el calor de la mano amiga y las palabras abrasadoras…
Así voy, yo pecador, así con la conciencia de despertar a cada día parido nuevo, fortalecido y desafiante, sin los temores que se llevó el último sueño y el cansancio.
Yo pecador, señalo y reniego una vez más de las comodidades fáciles y pasajeras de la conspiración de los traidores, allá han de quedar el mal olor de su aliento, su inmundicia mercenaria.
Digo pecador para el juicio fácil, inocente, sentenciado, condenado antes de nacer.
Entonces este hoy me está sobrando en el almanaque.
Entonces este hoy ya me es mañana por cambiar.
Este yo pecador dice basta a ese dios humano injusto y castigador.
Mira hijo, sé que vas a saber que dije basta, un basta inmenso, total…