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Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

jueves, 28 de febrero de 2013

Desde el libro a la PC: las acechanzas de siempre

Por Alberto E. Moro

Los retrógrados están en todos lados.

La frase del título podría ser adoptada y generalizada, pues no obstante los impactantes avances tecnológicos de la era del conocimiento en que vivimos, aún estamos lejos de alcanzar esa utópica sabiduría universal que posibilitaría la convivencia armónica entre los pueblos que habitan el planeta. Si todos los seres humanos pidieran viajar al espacio y ver al planeta Tierra como esa bella pero relativamente insignificante esfera azul que nos transporta a todos por la inmensidad del Cosmos, quizás comprenderían que no somos más que un solo grupo de seres vivientes que la habitan: hombres, animales y plantas (*). Los unos artificialmente divididos por cuestiones ideológicas, los otros acosados por la destrucción de su hábitat natural.
Cuando Gutemberg, emergiendo de las tinieblas medievales, inventó la imprenta de tipos móviles, la humanidad dio un gran paso adelante. Ese avance tecnológico hizo posible el milagro de una creciente democratización del conocimiento, poniéndolo al alcance de todo el mundo con el solo requisito de aprender a leer. Más tarde -estos procesos fueron lentos a escala humana- con la ayuda del movimiento denominado L’Ilustration y el noble afán de los “Enciclopedistas”, un nuevo impulso fue llevando al libro a convertirse en el depósito y el vehículo universal del conocimiento, tal como hasta ahora lo hemos conocido.
Creo que no obstante los señalados avances cibernéticos, estamos hoy en los albores de un acontecimiento extraordinario, una bisagra de la historia comparable a la Era Gutemberg y que acelerará aún más, si cabe, la difusión del saber, y la abolición de las fronteras ideológicas. Los verdaderos “jóvenes idealistas” que hace ya muchos años, desnudábamos nuestras secretas aspiraciones proclamando ante quien quisiera oírnos que nos considerábamos “ciudadanos del mundo”, hoy debemos festejar que la humanidad toda está más cerca, en la práctica, de aquellos sueños utópicos.
Cuando apareció la visión a distancia (Tele-visión), muchos pronosticaron el fin de la radio, pero ello no sucedió. Del mismo modo que hoy se augura la desaparición del libro, lo cual tampoco sucederá. La digitalización de los libros, que no significa de ninguna manera su desaparición, coexistirá con ese objeto maravilla, ese algo tangible, ornamentado, ilustrado, bello y perfumado que tantos sentimientos, saberes, alegrías y goces estéticos nos ha proporcionado, y que es el libro impreso.
Personalmente, amo a mi biblioteca formada y leída trabajosamente a través de los años. Es mi riqueza principal, es una extensión de mi persona. Yo soy mi biblioteca, y también soy lo que contiene el disco duro de mi computadora. ¡Cuánta belleza hay contenida en esos dos dispositivos! Todas las hasta no hace mucho denominadas Bellas Artes, están allí representadas, con el agregado de ciencia, filosofía y otros saberes específicos, a la espera de un dedo que mueva las hojas o haga click en una tecla. Por eso siempre compartí la frase de un autor desconocido para mí que afirma metafóricamente: “Cuando muere un hombre, muere un biblioteca”. Es decir muere una experiencia vital única e insustituible.
También seguirán existiendo, lamentablemente, las rémoras para el progreso humano de los mesiánicos y déspotas enemigos de los libros, porque éstos desnudan su enfermiza personalidad y sus secretos, malévolos e inconfesables designios. Los ha habido, y los hay en diferentes partes del mundo, incluida la Argentina. Son como hongos venenosos cuya insignificancia les hace odiar la luz brillante del conocimiento, que los delata y los pone en evidencia. Las abominables y alevosas quemas de libros que se han dado a lo largo de la historia, son el testimonio de estas afirmaciones
Los retrógrados están en todos lados. Cierta vez, en la ciudad de Buenos Aires, defendí por escrito a la biblioteca de una dependencia municipal que, en manos de un director advenedizo e inculto adherente del “alpargatas sí, libros no”, quería quemarla para ganar espacio en una habitación. En otra ocasión pude salvar algunos libros rústicos en su impresión pero muy valiosos en su contenido, pertenecientes a una biblioteca socialista que iba a ser destruida. Y en la ciudad donde ahora vivo, tuve dos experiencias similares. En una ocasión, vino a verme una persona horrorizada porque un vecino que había “heredado” una casa pero no la cultura de su morador, amenazaba con quemar todos los libros, alrededor de doscientos, porque ocupaban un enorme armario que él necesitaba para otros fines. Lo fui a ver y llené el piso, el asiento trasero y el baúl de mi auto que entonces era muy grande, un Rambler, y llevé todos esos libros, una fantástica colección de libros de historia y literatura argentina, a la Biblioteca Sarmiento de La Falda.
Otra experiencia desmoralizante a la que asistí finalmente como beneficiario, ocurrió cuando me avisaron que una entidad local de arraigada inserción en la sociedad, vendía a precios extraordinariamente módicos los libros de su inusualmente nutrida biblioteca para “ganar” un ambiente más para otras actividades, a instancias de un grupo de directivos tan direccionalmente activos como desconocedores del valor simbólico, cultural y práctico de una colección seguramente formada en muchos años de adquisiciones y donaciones. Unos pocos de esos libros están en mi biblioteca, y otros, menos aún por su especificidad, han pasado a enriquecer la colección del Museo del Deporte “Pierre de Coubertin”. El resto, muchísimos, seguramente se dispersó del mismo modo. Murió el tesoro de una gran biblioteca, junto a la memoria de muchas personas que aportaron para su constitución.
En Cuba, país totalitario y cerrado si los hay, los libros son muy baratos y están al alcance de los flacos bolsillos de todos sus sojuzgados habitantes, pero la enorme mayoría son de pobrísima impresión, ejemplares panfletarios Fidelistas y Guevaristas de clara intención adoctrinadora. El resto son maravillosos libros de arte proveniente de la Unión Soviética, la mayoría de extraordinaria calidad, algunos de los cuales he tenido la oportunidad de mostrar públicamente en exposiciones del material bibliográfico del museo a mi cargo.
En países con aspiraciones totalitarias -que todavía hay muchos incluso entre los más poderosos- la existencia de las redes de Internet donde se está llevando a cabo la conversación horizontal, interpersonal y colectiva más grande de la historia, la difusión de las ideas por estos medios modernos constituye una molestia insoportable, y ya se están moviendo para ver como controlarlos. Y si no lo logran, en algunos países intentarán prohibirlos lisa y llanamente, como veremos en un futuro no lejano. Afortunadamente, la presencia de los smart-phones, fáciles de ocultar, les hará la tarea más difícil puesto que deberán recurrir directamente al cierre de las importaciones, con el atraso que ello significa para el mejoramiento de las relaciones entre los pueblos circunstancialmente divididos por fronteras cada vez más permeables.
En poco más de dos décadas de Internet la red ha interconectado a 2.000.000.000 (dos mil millones!) de personas, democratizando la información, poniendo el conocimiento al alcance de quien lo necesite, y forjando un libertad de expresión individual como nunca antes había conocido la humanidad. Esto claro está, lis quita el sueño a los enfermos de poder y a los corruptos, que generalmente están asociados. Como todo el mundo puede ver en la Argentina y en otros países de similar condición donde las grandes masas han sido empobrecidas, degradadas en su educación, y clientelizadas con prebendas y dádivas sin contraprestaciones laborales, esta situación es una triste realidad que impide el desarrollo social y económico y la erradicación de la pobreza extrema en la que han sido sumidas millones de personas.
Un columnista especializado del diario La Nación (*), alerta sobre una reunión realizada recientemente en Dubai por una agencia de la ONU, la International Telecommunication Union, realizada a puertas cerradas, en la que se trataron infinidad de temas relacionados con los nuevas tecnologías de comunicación masiva, en la cual se mueven, como no podría ser de otra manera, colosales intereses económicos y políticos. Los primeros, a cargo de las grandes compañías multinacionales que pretenden cobrar suculentas tarifas por los servicios de Internet, del mismo modo como lo hacen con la telefonía y la televisión, con lo que se acabarían el espíritu, la libertad y la accesibilidad que tiene hoy la red social cibernética. Y lo segundo, la interesada manipulación política de algunos países miembros de las Naciones Unidas que tienen gobiernos autoritarios, que ansían tener la potestad de conceder licencias y controlar contenidos, atentando contra derechos civiles tales como el acceso a la información y la libertad de expresión.

(*) Ariel Torres | El sueño obsoleto de una Internet bajo control.
Diario La Nación, 8 de Diciembre 2012.


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