Ética: esa desconocida
Por Alfredo Ferrarassi
Hace un tiempo pensé a raíz de dos episodios deportivos, comenzar a reflexionar sobre la ética, esa virtud que los argentinos hemos perdido hace más de cincuenta años y que nos ha llevado a ubicarnos en los lugares más bajos del mundo en casi todos los aspectos de la vida, cuando no hace mucho tiempo estábamos en los lugares de privilegio.
Volvamos al comienzo, en un partido de básquet confundiendo la hora, cuando faltaban solo cinco decimas de tiempo, un jugador de Atenas pateó la pelota creyendo que habían obtenido la victoria por un simple, el árbitro cobro técnico y los rivales que ya habían perdido ganaron inesperadamente cuando el equipo cordobés tenia la posesión del balón o sea que nada hacía presagiar la derrota.
Reflexioné sobre ¿Cuál era la actitud ética que el jugador rival o el cuadro si se quiere, debió asumir ante esta situación? Y pensé que en otras épocas o actualmente en otras latitudes, aquellas sociedades que se manejan con ese valor que hemos perdido, hubieran “tirado” afuera los dos lanzamientos, porque es indigno por una confusión llevarse un triunfo que deportivamente no habían obtenido. Más allá de la enojosa situación, porque casos como estos hay muchos en todos los deportes en donde antes que una victoria indigna se prefiere una derrota honrosa, a los pocos días veía que un futbolista en Europa repitió dos acciones que no hacen más que colocarlo en un sitial privilegiado. En efecto, tuvo los suficientes “cojones” y valga el término, para decirle al referee que no cobrara el penal, ya que en realidad había simulado la falta, pero esa conducta de elegir los principios por sobre la “cancheriada”, ya la había puesto en evidencia cuando advirtió que un gol lo había hecho con la mano, por lo cual era nulo, cosa que no fue reprobada por los seguidores de su divisa, sino que en ambos casos fue compensada por un estadio que aplaudió de pie su gesto deportivo.
Aquí y perdonen que me extienda sobre un tema que no hago habitualmente, como es el deportivo, el cual supe hacer una temporada en el ex Diario Córdoba, en mis años de estudiante, los jugadores son, cuando menos egresados del Actors Studio y Elia Kazan, Lee Strasberg y el propio creador del sistema Konnstantin Stanislavski, unos aprendices de actores frente a los verdaderos genios de la simulación que son nuestros futbolistas.
¿Estas situaciones fueron siempre así? Pues ciertamente no. Hubo épocas en donde frases como el “caballero del deporte” o similares en donde se recalcaban las conductas éticas eran moneda corriente, eran lo esperado y actitudes reñidas con la rectitud ampliamente censuradas.
Entonces ¿Qué pasó que perdimos el orgullo de ser honestos, éticos, caballeros (sin distinción de género), de sentir satisfacción por actuar con justicia?, seguramente mucha agua pasó bajo el puente, corriente líquida que dejó de ser cristalina para ser negra o servida, fluido que vino de la mano de la política, que nos envileció como sociedad, que nos degradó, que nos hizo perder la estima, que devaluó todos nuestros valores al grado de resultar difícil encontrar alguien hoy que pueda exhibir los principios ideológicos por sobre los beneficios materiales.
Se podrá decir como en el tango “Que el mundo fue y será
una porquería, ya lo sé. En el quinientos seis y en el dos mil, también. Que siempre ha habido chorros”, lo que sucede es que antes la ética o si quiere en términos actuales existían códigos, es decir que cuando a alguien lo “pescaban” cometiendo un ilícito, por su honor y por el de su familia, se “levantaba la tapa de los sesos”, en cambio hoy termina visitando los programas de actualidad, comiendo en los restaurantes de Puerto Madero y saliendo en las revistas del jet set como personaje público y digno de figurar en el salón de la fama.
Esta transformación, esta mutación de nuestros principios es lo que preocupa, no solo por lo imagen que damos como sociedad permisiva, irresponsable, impredecible, transgresora jurídicamente, que como una epidemia se ha instalado en todos los estamentos y más allá de los circunstanciales cinco minutos de fama, lo que nos debe preocupar es que se ha establecido como un comportamiento natural, como una conducta imitable, entonces para los jóvenes aquellos que se pelan las pestañas en los laboratorios, archivos, bibliotecas, que cobran míseros sueldos, pasan a ser los gilipollas de la historia y quieren ser funcionarios para enriquecerse, para formar parte de esa runfla que desde los 90 se ha instalando transitando ya su segunda década infame.
Nuestro problema es moral y ético, ya que hemos extraviado la brújula que nos posibilitaba años atrás poder transitar un ruta predecible, la cual nos colocaba a la cabeza en “las Américas”.
Observemos estos dobles mensajes que bajan desde el poder, estas “zonas erróneas” que instalan y que están causando tanto daño en nuestra patria. Nos centraremos en el tema educativo, ya que tiene un impacto directo en los próximos años al “formar” lo que será futura la clase dirigente. Al estar sujetos a lo establecido por los organismos internacionales a los cuales continuamos pidiendo créditos y que exigen ciertas pautas, en este caso en la citada rama, ¿qué es lo que hemos hecho para poder acceder a ciertas calificaciones?, muy simple subimos de dos a tres las previas que los estudiantes se pueden llevar para pasar de años, resultando así que baja considerablemente la estadística de repitentes o de abandonos, con lo cual podemos calificar perfectamente, ahora bien ¿mejoró nuestra calidad educativa?, en absoluto, ya que en términos cualitativos continua el deterioro de manera sostenida. Igual sucede con la reciente medida de que no repitan aquellos que no acrediten en primer grado el nivel requerido, esto sin dudas modifica índices y permite acreditaciones para nuevas solicitudes.
Ahora bien, todo esto tuvo como correlato indiscutido que los alumnos argentinos en las pruebas latinoamericanas dejaran el lugar de privilegio por los rendimientos y bajáramos al octavo lugar, lo cual es verdaderamente un desastre total. Ahora bien ¿cómo se maquilla esto? Muy simple hace un tiempo no se producen las evaluaciones necesarias internas para observar el verdadero rendimiento que educativamente tenemos, así las cifras pueden ser manipuladas antojadizamente y más allá de los dibujos estadísticos, lo concreto es que no alcanzamos ni remotamente aquellos lugares de distinción que supimos tener.
Nadie protesta por esto, nadie se preocupa por el futuro de nuestros niños y jóvenes, parecemos estar bajo el efecto de la adormidera opiácea de los medios adictos, de los programas chimenteros, de mediocridad institucionalizada que evidentemente reina sin oposición alguna.
Evidentemente las lecciones de Maquiavelo que tanto fascinaron a Menem, hoy continúan deslumbrando al kirchnerismo, el cual rinde culto a esta política de pragmatismo a ultranza que nos viene devorando las entrañas de la nación.
Por ello cuando vemos que en nuestra “patria chica”, en nuestro terruño local, ha debido renunciar por un error el ex secretario municipal Oscar Pisoni, lo que debemos rescatar es la posición ética asumida, el compromiso que tiene con sus principios partidarios, que le impiden continuar por el equívoco cometido, ya que en los anteriores ocho años de gobierno sestopálico, se sucedieron una serie de acontecimientos, por caso el robo del Museo Ambato, que no motivó ninguna renuncia y que de haber existido una oposición real hubiéramos tenido un “festival de ellas” porque los affaires lo justificaban ampliamente, como por ejemplo el caso del automóvil otorgado en custodia la municipio y que usaba el hijo de un funcionario de alto rango, pero nada de ello sucedió, todo continuo como si nada hubiera pasado.
Por ello deseo cerrar esta larga reflexión recordando al ex intendente Sestopal cuando pretendió descalificarme diciéndome un día “que estaba preso de mis propias ideas”, como queriendo significar que la ideología me impedía comprender su “brillante gestión”. Lo cual no dejó jamás de causarme risa porque quien carece de aquellas, lamentablemente debe ser un pobre tipo que no tiene más meta que satisfacer sus instintos a cualquier costo.
Justo ahora que se ha vuelto a editar en una versión folklórica de proyección, la “Marcha de la bronca” quiero recordarle que “es mejor tener el pelo libre, que la libertad con fijador”, ¿no le parece legislador?
Hace un tiempo pensé a raíz de dos episodios deportivos, comenzar a reflexionar sobre la ética, esa virtud que los argentinos hemos perdido hace más de cincuenta años y que nos ha llevado a ubicarnos en los lugares más bajos del mundo en casi todos los aspectos de la vida, cuando no hace mucho tiempo estábamos en los lugares de privilegio.
Volvamos al comienzo, en un partido de básquet confundiendo la hora, cuando faltaban solo cinco decimas de tiempo, un jugador de Atenas pateó la pelota creyendo que habían obtenido la victoria por un simple, el árbitro cobro técnico y los rivales que ya habían perdido ganaron inesperadamente cuando el equipo cordobés tenia la posesión del balón o sea que nada hacía presagiar la derrota.
Reflexioné sobre ¿Cuál era la actitud ética que el jugador rival o el cuadro si se quiere, debió asumir ante esta situación? Y pensé que en otras épocas o actualmente en otras latitudes, aquellas sociedades que se manejan con ese valor que hemos perdido, hubieran “tirado” afuera los dos lanzamientos, porque es indigno por una confusión llevarse un triunfo que deportivamente no habían obtenido. Más allá de la enojosa situación, porque casos como estos hay muchos en todos los deportes en donde antes que una victoria indigna se prefiere una derrota honrosa, a los pocos días veía que un futbolista en Europa repitió dos acciones que no hacen más que colocarlo en un sitial privilegiado. En efecto, tuvo los suficientes “cojones” y valga el término, para decirle al referee que no cobrara el penal, ya que en realidad había simulado la falta, pero esa conducta de elegir los principios por sobre la “cancheriada”, ya la había puesto en evidencia cuando advirtió que un gol lo había hecho con la mano, por lo cual era nulo, cosa que no fue reprobada por los seguidores de su divisa, sino que en ambos casos fue compensada por un estadio que aplaudió de pie su gesto deportivo.
Aquí y perdonen que me extienda sobre un tema que no hago habitualmente, como es el deportivo, el cual supe hacer una temporada en el ex Diario Córdoba, en mis años de estudiante, los jugadores son, cuando menos egresados del Actors Studio y Elia Kazan, Lee Strasberg y el propio creador del sistema Konnstantin Stanislavski, unos aprendices de actores frente a los verdaderos genios de la simulación que son nuestros futbolistas.
¿Estas situaciones fueron siempre así? Pues ciertamente no. Hubo épocas en donde frases como el “caballero del deporte” o similares en donde se recalcaban las conductas éticas eran moneda corriente, eran lo esperado y actitudes reñidas con la rectitud ampliamente censuradas.
Entonces ¿Qué pasó que perdimos el orgullo de ser honestos, éticos, caballeros (sin distinción de género), de sentir satisfacción por actuar con justicia?, seguramente mucha agua pasó bajo el puente, corriente líquida que dejó de ser cristalina para ser negra o servida, fluido que vino de la mano de la política, que nos envileció como sociedad, que nos degradó, que nos hizo perder la estima, que devaluó todos nuestros valores al grado de resultar difícil encontrar alguien hoy que pueda exhibir los principios ideológicos por sobre los beneficios materiales.
Se podrá decir como en el tango “Que el mundo fue y será
una porquería, ya lo sé. En el quinientos seis y en el dos mil, también. Que siempre ha habido chorros”, lo que sucede es que antes la ética o si quiere en términos actuales existían códigos, es decir que cuando a alguien lo “pescaban” cometiendo un ilícito, por su honor y por el de su familia, se “levantaba la tapa de los sesos”, en cambio hoy termina visitando los programas de actualidad, comiendo en los restaurantes de Puerto Madero y saliendo en las revistas del jet set como personaje público y digno de figurar en el salón de la fama.
Esta transformación, esta mutación de nuestros principios es lo que preocupa, no solo por lo imagen que damos como sociedad permisiva, irresponsable, impredecible, transgresora jurídicamente, que como una epidemia se ha instalado en todos los estamentos y más allá de los circunstanciales cinco minutos de fama, lo que nos debe preocupar es que se ha establecido como un comportamiento natural, como una conducta imitable, entonces para los jóvenes aquellos que se pelan las pestañas en los laboratorios, archivos, bibliotecas, que cobran míseros sueldos, pasan a ser los gilipollas de la historia y quieren ser funcionarios para enriquecerse, para formar parte de esa runfla que desde los 90 se ha instalando transitando ya su segunda década infame.
Nuestro problema es moral y ético, ya que hemos extraviado la brújula que nos posibilitaba años atrás poder transitar un ruta predecible, la cual nos colocaba a la cabeza en “las Américas”.
Observemos estos dobles mensajes que bajan desde el poder, estas “zonas erróneas” que instalan y que están causando tanto daño en nuestra patria. Nos centraremos en el tema educativo, ya que tiene un impacto directo en los próximos años al “formar” lo que será futura la clase dirigente. Al estar sujetos a lo establecido por los organismos internacionales a los cuales continuamos pidiendo créditos y que exigen ciertas pautas, en este caso en la citada rama, ¿qué es lo que hemos hecho para poder acceder a ciertas calificaciones?, muy simple subimos de dos a tres las previas que los estudiantes se pueden llevar para pasar de años, resultando así que baja considerablemente la estadística de repitentes o de abandonos, con lo cual podemos calificar perfectamente, ahora bien ¿mejoró nuestra calidad educativa?, en absoluto, ya que en términos cualitativos continua el deterioro de manera sostenida. Igual sucede con la reciente medida de que no repitan aquellos que no acrediten en primer grado el nivel requerido, esto sin dudas modifica índices y permite acreditaciones para nuevas solicitudes.
Ahora bien, todo esto tuvo como correlato indiscutido que los alumnos argentinos en las pruebas latinoamericanas dejaran el lugar de privilegio por los rendimientos y bajáramos al octavo lugar, lo cual es verdaderamente un desastre total. Ahora bien ¿cómo se maquilla esto? Muy simple hace un tiempo no se producen las evaluaciones necesarias internas para observar el verdadero rendimiento que educativamente tenemos, así las cifras pueden ser manipuladas antojadizamente y más allá de los dibujos estadísticos, lo concreto es que no alcanzamos ni remotamente aquellos lugares de distinción que supimos tener.
Nadie protesta por esto, nadie se preocupa por el futuro de nuestros niños y jóvenes, parecemos estar bajo el efecto de la adormidera opiácea de los medios adictos, de los programas chimenteros, de mediocridad institucionalizada que evidentemente reina sin oposición alguna.
Evidentemente las lecciones de Maquiavelo que tanto fascinaron a Menem, hoy continúan deslumbrando al kirchnerismo, el cual rinde culto a esta política de pragmatismo a ultranza que nos viene devorando las entrañas de la nación.
Por ello cuando vemos que en nuestra “patria chica”, en nuestro terruño local, ha debido renunciar por un error el ex secretario municipal Oscar Pisoni, lo que debemos rescatar es la posición ética asumida, el compromiso que tiene con sus principios partidarios, que le impiden continuar por el equívoco cometido, ya que en los anteriores ocho años de gobierno sestopálico, se sucedieron una serie de acontecimientos, por caso el robo del Museo Ambato, que no motivó ninguna renuncia y que de haber existido una oposición real hubiéramos tenido un “festival de ellas” porque los affaires lo justificaban ampliamente, como por ejemplo el caso del automóvil otorgado en custodia la municipio y que usaba el hijo de un funcionario de alto rango, pero nada de ello sucedió, todo continuo como si nada hubiera pasado.
Por ello deseo cerrar esta larga reflexión recordando al ex intendente Sestopal cuando pretendió descalificarme diciéndome un día “que estaba preso de mis propias ideas”, como queriendo significar que la ideología me impedía comprender su “brillante gestión”. Lo cual no dejó jamás de causarme risa porque quien carece de aquellas, lamentablemente debe ser un pobre tipo que no tiene más meta que satisfacer sus instintos a cualquier costo.
Justo ahora que se ha vuelto a editar en una versión folklórica de proyección, la “Marcha de la bronca” quiero recordarle que “es mejor tener el pelo libre, que la libertad con fijador”, ¿no le parece legislador?
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