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Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

jueves, 11 de octubre de 2012

El “Che” Guevara: Un ícono del capitalismo

Por Alberto E. Moro

LA HABANA, 8 octubre de 2012. Altos dirigentes del gobierno, antiguos combatientes del Ejército Rebelde y familiares de Ernesto "Che" Guevara rindieron hoy homenaje al guerrillero argentino-cubano ante el mausoleo que guarda sus restos en la central ciudad de Santa Clara. Pobladores de Villa Clara, en representación de todos los cubanos se reunieron también frente al Complejo Monumentario Ernesto Guevara para rendir tributo al "Guerrillero Heroico" en el aniversario 45 de su caída en Bolivia.

Nunca quise escribir acerca del “Che” para no lesionar los sentimientos de las muchas buenas personas que, engañadas por la propaganda castro-comunista, han incorporado como digno de admiración a ese personaje que –bueno es aclararlo- no lo es en absoluto para la historia argentina, país por el que nunca hizo nada, ni bueno ni malo. Pero lo hago ahora, ya que todos los días debo tragarme el sapo de escritos laudatorios de gente que, obviamente, no esta informada de la verdad de hechos que hoy ya se conocen muy bien, o está tan ideologizada que “prefiere” no registrarlos para no tener que modificar sus arraigadas convicciones lindantes con el fanatismo,.
Su cara representa hoy, políticamente, la confusión ideológica de las legiones de desinformados que sin analizar a fondo nada, se oponen vehementemente a todo. No es que Ernesto Guevara viniera jugado como hombre de ideas. Si se realizaban los planes que tenía de viajar a Francia, seguramente se hubiera convertido en un parisino burgués, quizás en un buen médico. Estaba a la pesca de cualquier cosa que lo sacara del anonimato como –justo es reconocerlo- hacemos todos cuando somos jóvenes y exploramos oportunidades para canalizar nuestras inquietudes. Pero en lugar de viajar a donde tenía planeado, tropezó con otro aventurero que, en cambio, la tenía clara. Un tal Fidel, cuya obsesión era invadir Cuba, su país natal, con el loable propósito de derrocar al dictador Fulgencio Batista, pero usando el nada recomendable método de la violencia y la venganza terrorista y, desde luego, sin avisarle a nadie que su afán de poder omnímodo era tal que su tiranía llegaría a ser infinitamente más dura y prolongada para el sufrido pueblo cubano, que la del tirano saliente. Coqueteó con los Estados Unidos, pero como éstos no lo tomaron en serio, ofreció su servidumbre a la Unión Soviética.
Junto a él, Guevara, como suele suceder con todos los advenedizos -¿cabe alguna duda de que lo fue?- igual que su mentor, se auto-tituló “Comandante”, sin haber pisado jamás una escuela militar. Y así le fue con la estrategia, materia totalmente desconocida por él, lo que le costó la vida cuando intentó reemplazarla por sus apreciaciones personales, y por las directivas soviéticas del “foquismo” (*) que mandaron a la muerte a tantos jóvenes “idealistas” en América Latina que creyeron que cambiarían el mundo convirtiéndose en asesinos terroristas. En eso andaba, sembrando el odio, cuando falto totalmente de planificación estratégica, encontró la muerte a manos de un puñado de pobres soldados bolivianos. Se sospecha que con el beneplácito de Fidel, al que le convenía más tener un mito “muerto en combate” o asesinado, como después se lo pintó, que un competidor vivo e impredecible. Ya se sabe que los ególatras enfermos de poder no lo comparten, no reconocen amigos, y menos los que pueden disputarles algo de popularidad, como era el caso del Che Guevara en el despótico régimen castrista.
Sus discursos, bien documentados por la historia a través de los años y además consignados en la propia propaganda castrista, ven campear la palabra “muerte” como única e irreductible opción, incitando siempre al odio y al crimen de lesa humanidad. No se sabe a ciencia cierta, pero se estima entre cien mil y doscientos mil cubanos perdieron la vida a manos de estos utopistas mesiánicos.
Incluso, el Che se permitió ir a Moscú a plantear que el régimen soviético tenía “mano blanda” con los disidentes ideológicos a los que, según su criterio, había que matar en lugar de reeducarlos en los Gulags. En cuanto a la tibieza represora que endilgó a los popes de la URSSS, algo tendrían que decir los 50 millones de muertos asesinados o encarcelados que costó la pretensión Stalinista de imponer sus quimeras a sangre y fuego.
Con la coherencia esperada en relación a sus palabras, “el Che” ordenó matar a mucha gente inocente cuya única culpa era no coincidir con sus ideas y estar en contra de la violencia, no privándose él mismo de hacerlo con sus propias manos en reiteradas ocasiones, como sucedió cuando estaba a cargo de la fortaleza San Carlos de la Cabaña, ominosa cárcel de piedra, especie de tribunal supremo del tercer mundo, lugar que quien esto escribe ha visitado, cerca de Santiago de Cuba.
Un protagonista menor de la historia como él, ha pasado a formar parte de ella gracias a su muerte prematura, que impidió que el tiempo demostrara lo inconsistente y desatinado de su accionar, aunque éste fuera inspirado por el odio que le despertó -y aún sigue despertando en miles de millones de personas- la injusta distribución de las riquezas materiales del planeta. Hoy ya está mucho más claro que el mundo no se arreglará con semejantes métodos primitivos, sino con el consenso global y el fortalecimiento de las instituciones que la humanidad se vaya dando sucesivamente, siglo tras siglo.
Pero, tristemente, ha pasado a ser una leyenda por la difusión masiva que le dio el ser un ícono del capitalismo al que combatió, y que hoy explota su memoria. Las multinacionales, y también las Pymes y los emprendedores solitarios; todos venden por el mundo libros, films, revistas, camisetas, toallas, hebillas, tatuajes y miles de millones de objetos con su imagen. Un desganado “click”, como el propio fotógrafo Alexander Korda lo manifestó, captó casualmente esa bella imagen de un rostro masculino, que ha recorrido el mundo contribuyendo grandemente al crecimiento del mito entre las gentes subyugadas por la imagen y sus resonancias, pero desconociendo en absoluto la verdadera historia que ha victimizado al noble pueblo cubano durante muchas décadas. Y no solo al pueblo cubano, sino al de otros muchos países que debieron sufrir el accionar dentro de sus propias fronteras, de grupos terroristas adiestrados y adoctrinados en el país caribeño.
Sembró el odio, el resentimiento, hizo muy poco por Cuba, donde fracasó completamente como Ministro de Economía, y nada, absolutamente nada, hizo por la Argentina, su país, al que nunca volvió.

(*) Crear aquí y allá focos revolucionarios

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