Nombre:
Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

jueves, 20 de septiembre de 2012

¡Hagamos memoria de verdad! (IV)

Por Alberto E. Moro

El costo de estos populismos irracionales es tremendo para los pueblos, y en especial para los más desposeídos que, paradójicamente, son los que los votan seducidos por los discursos y las falsas promesas.

Como el peronismo de antes y el de ahora se han definido siempre a sí mismos como un “movimiento nacional y popular”, conviene en este momento aclarar en qué se diferencia un movimiento de un partido, por ejemplo. El partido político es un organismo previsto por la constitución, con representación parlamentaria, que tiene un ideario definido, elaborado y complejo construido a través del tiempo, con el que pretende representar un modelo de país con miras al futuro, por oposición a otras agrupaciones similares que difieran en cuanto a los objetivos que deben perseguirse para consolidar y hacer avanzar un proyecto colectivo de nación. El movimiento, en cambio, no tiene una ideología profunda sino tan solo proclamas y consignas demagógicas y cambiantes, que son generalmente proferidas ante multitudes enfervorizadas como si fueran verdades absolutas (“Las 20 verdades peronistas”), por un líder mesiánico que se atribuye una comunicación directa con “el pueblo”, soslayando los mecanismos previstos por la Constitución para un sistema representativo, republicano y federal.
Esta falta de organicidad ha hecho que se lo enmascarara con la supuesta representación de un Partido Justicialista, denominación que expresa una vez más la sempiterna apelación a una justicia que siempre se promete pero nunca se alcanza pues en ese grupo, como es ya evidente, siempre ha predominado la apetencia del poder simbólico y fáctico utilizables, como hemos visto, más para beneficios personales que para resolver los problemas de la gente. Por otra parte, la lucha interna dentro del movimiento para alcanzar la representación oficial (y el “reparto” del público botín) ha sido y es siempre tan feroz entre las numerosas fracciones, que el mismo Perón tuvo que apelar a su reconocido ingenio para minimizarla con la cínica frase “cuando parece que nos peleamos, es que nos estamos reproduciendo”.
La emboscada de la derecha peronista a la izquierda del mismo partido en 1973, denominada luego “la masacre de Ezeiza”, con tirios y troyanos peronistas enfrentados a tiros, y de la cual nunca llegó a saberse la cifra exacta de muertos –se sabe que fueron muchos- es un ejemplo más de lo que sucede dentro de esa caldera del diablo en la que se cocina la desastrosa violencia política argentina. Bien lo supieron Rucci, asesinado por los Montoneros, y tantos otros que dejaron su vida en las guerras por el poder dentro del tan meneado movimiento.
Otra característica de los líderes autoritarios que quieren prescindir de las instituciones democráticas para ejercer un poder omnímodo, que desconfían de todo y de todos y nunca preparan a alguien para que los suceda, parece ser la necesidad de recostarse en sus mujeres, las únicas que comparten sus inconfesables secretos. Así ha sido como Eva Perón era “una fija” como candidata a la vicepresidencia de la República si primero Perón y después la muerte no lo hubieran impedido; y así ha sido como una pobre mujer como María Estela Martínez, cuyo apodo inexplicable y despectivo era “Isabelita”, se encontró de la noche a la mañana ungida primero como Vice, y después como Presidente de la Nación, cargo para el cual no estaba en absoluto preparada, con las consecuencias que eran de esperar: tantos desaciertos que –bueno es recordarlo- las verdaderas mayorías del país, hartas de tanto desgobierno e ineptitud sintieron alivio cuando las fuerzas armadas interrumpieron nuevamente el orden constitucional. El desbarajuste era tan grande, que nadie alzó la voz para protestar por ello en ese momento. Entre otras creaciones de ese gobierno peronista, debemos contabilizar la inauguración moderna del “terrorismo de Estado” (Rosas y el primer Perón fueron precursores en el pasado) con la puesta en marcha de la organización criminal “Triple A”, “mazorca” moderna con responsabilidad directa del impresentable ladero presidencial que ha pasado a la crónica menor de la Argentina como “el brujo” López Rega.
Ahora, la historia se repite con ciertas similitudes y también con ciertas diferencias, pero el panorama que se abre es de mayor incertidumbre aún, pues nadie sabe cómo se desenvolverá CFK ante la desaparición del afanoso y sombrío titiritero que todo lo manejaba entre el escenario y las bambalinas.
Ninguna otra agrupación política, sino el peronismo, logró encumbrar, a veces con la primera magistratura, a veces en el Congreso o en otras organizaciones sociales como la CGT por ejemplo, a personajes tan impresentables, rústicos y bufonescos como los que hemos padecido a lo largo de los años. Los tengo en la punta de la lengua, pero no voy a darles el rédito de nombrarlos aquí, rescatando así sus pobres figuras del anonimato más profundo, del que nunca hubieran salido si la Argentina fuera un país normal.
En el afán de conseguir votos que les convaliden sus tendencias totalitarias, y desconociendo que la democracia no es solamente acceder al poder por el voto, sino un comportamiento civilizado marcado por la Constitución, los peronistas no han titubeado en echar mano a la candidatura de personajes cuya vocación y cuyo oficio nunca fue la política, pero que tienen alguna fama bien ganada en otros campos de la actividad. Así es como llevaron al poder a novelistas, motonautas, actores, cantautores, automovilistas, locutores, y basquetbolistas, que se veían y se ven obligados a un aprendizaje no pocas veces traumático y muy poco épico de los nada impolutos tejes y manejes de la política, cometiendo en el improvisado camino gruesos errores que siempre paga el pueblo. Últimamente, acabamos de salvarnos de una candidatura a vaya a saberse qué, grotesca hasta el espanto, que estaba en los planes kirchneristas para su anuncio rimbombante a plaza llena si la selección argentina de fútbol llegaba a ganar el Mundial. ¡Cuánto desprecio al pueblo y a los potenciales votantes encierra la elucubración de estas burdas maniobras con las que se pretende tomar por tonta a toda la ciudadanía!
Estos movimientos se sostienen con promesas demagógicas y populistas que a la larga no podrán cumplir y sus líderes personalistas lo saben. Pero como lo único que en el fondo les interesa es su propia perpetuación en el poder, no titubean en mentirle al famoso “pueblo” al que dicen defender. “Si les hubiera dicho lo que iba a hacer, nadie me hubiera votado”, dijo Carlos Menem. En realidad, saben que sus seguidores provienen siempre de las clases pauperizadas y con bajo nivel de empleo y educación, por lo que nada o muy poco, como no sea hablar y hablar, hacen para sacarlos de esa situación. Durante los gobiernos K, la pobreza, la desnutrición infantil y la exclusión de los jóvenes, han crecido como nunca antes, lo cual no solo pone en evidencia la ineptitud del estado, sino que es una enorme vergüenza en un país que es uno de los primeros productores de alimentos del mundo.
Y ya que hemos hablado de la presidencia de Menem, pareciera que las desmesuras de Kirchner han hecho olvidar los innumerables y sonados casos de corrupción que adornaron los dos períodos de este peronista de la primera hora, que cuando llegó al gobierno tardíamente hizo lo que siempre hacen los de su movimiento: retozar en el poder con un renovado y suntuoso look y hacer negocios con sus familiares y con su entorno. ¡Y qué negocios! No se andaban con chiquitas… Tan solo para refrescar un poco la frágil memoria de los argentinos, mencionaremos las privatizaciones generalizadas (concesión graciosa del patrimonio nacional con grandes coimas bajo la mesa), los préstamos multimillonarios a su cuñado Emir Yoma y los affaires con la curtiembre familiar (enormes sumas del Estado nacional que nunca se recuperaron), la exportación furtiva de armamento a Croacia y Ecuador (un país beligerante mientras Argentina era garante de la paz en esa guerra), los escándalos Siemens e IBM, y la horrorosa voladura del Arsenal de Río Tercero (para encubrir los negociados clandestinos).
Los famosos “retornos” (coimas) que van a parar a los bolsillos de los funcionarios, incluyendo las más altas magistraturas en forma directa o a través de familiares o “testaferros”, se dan en casi todos los estamentos del Estado y son cientos de miles de casos que nunca llegan a conocerse, por lo que bien puede decirse que lo que trasciende a través de los medios y algunos jueces probos, no es más que la metafórica “punta del iceberg”.
Esta escandalosa corrupción, la de siempre cuando “el movimiento” está en el poder, le costó la vida a alrededor de veinticinco personas, que murieron en situaciones altamente sospechosas, justamente cuando estaban por ser testigos dispuestos declarar la verdad, y todos por causas accidentales o supuestos suicidios. Muy extraño, ¿no? Marcelo Cattáneo (alto funcionario bancario colgado de un antena en el río con un recorte de diario dentro de la boca donde se decía que iba a declarar), Alfredo Yabrán (suicidio misterioso de un millonario negociante con el poder), Lourdes di Natale (secretaria de Emir Yoma, que “accidentalmente” se cayó por la ventana de su departamento cuando todo el mundo sabía que estaba amenazada), Rodolfo Echegoyen (jefe de la Aduana inesperadamente “suicidado”) son tan solo algunos ejemplos. Me viene a la memoria el también misterioso suicidio de Juan Duarte, funcionario de Perón y hermano de Eva. Y mejor no tocar el doloroso tema, y muy sospechoso, de las voladuras de la Embajada de Israel y de la AMIA, sucedidas después del viaje de Menem a Medio Oriente. ¿Qué relación tuvieron estos dos últimos hechos con la publicitada “venta” menemista incumplida a Irán de una planta de agua pesada “llave en mano”? Nadie lo sabe. Nadie lo explicó.
Y ya que hablamos de negociados y sus implicancias; el ritmo indecente del crecimiento del patrimonio de la Hydra bicéfala gobernante en la Argentina en los tres últimos períodos (NK y CFK), es claramente incompatible con el desempeño de una función pública sin que se sospeche de actividades espurias a la sombra del poder, las que en este caso son obvias y cuantiosas. El costo de estos populismos irracionales es tremendo para los pueblos, y en especial para los más desposeídos que, paradójicamente son los que los votan, seducidos por los discursos y las falsas promesas.
Y ese afán desmedido de poder, vicioso y enfermo en su falta de escrúpulos y su deshonestidad, es también peligroso para sus mismos adictos, que hacen de su vida política un estilo confrontativo jugado a vida o muerte. La muerte ha triunfado no hace mucho, derrotando a Néstor Kirchner.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio