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Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

jueves, 26 de abril de 2012

LA Trata, delincuencia sexual tolerada y usufructuada

Por Alberto E. Moro _______________________________________________________________ “No conozco ningún otro país donde sea tan efectivo el trabajo de la sociedad civil como en la Argentina, aunque nunca encontré un país con tanta resistencia del Estado a ir contra la trata como el argentino”. Lidia Cacho _______________________________________________________________ Siempre nos han sorprendido los crímenes sexuales como espantosa derivación de la sexualidad humana, que debieran culminar en el amor y lo hacen sin embargo en la negación del mismo, que es un odio descontrolado capaz de llevar a un semejante a la muerte. Las estadísticas de los últimos años nos hablan de un incremento de este tipo de actos violentos que nos remonta a la eterna lucha entre Eros y Tánatos que se libra en las profundidades más cavernosas del alma humana. Muchos seres sensibles hemos sufrido y lo seguimos haciendo al percibir cuan inesperadamente un ser que se vanagloria por su desarrollo intelectual y su cultura, puede pasar en segundos a la más abyecta animalidad, con perdón de nuestros hermanos en la naturaleza que rara vez llevan a la muerte a sus congéneres por cuestiones de este tipo. Pero debe decirse, que estos son episodios de irracionalidad aislados detrás de los cuales no hay nada organizado y planificado, sino una explosión de salvajismo incontrolable. Hay en cambio, alarmantes indicios de que el crimen organizado, que tiene efectos tan deletéreos en la sociedad, acosado por las buenas políticas de seguridad de algunos países, pone cada vez más sus ojos en la nueva veta de la explotación sexual, que es, singularmente y según algunas opiniones más interesante que el narcotráfico pues “un kilo de cocaína se vende una vez, mientras que una niña puedes venderla cientos de veces”, en palabras de un narcotraficante detenido en California. Y la Argentina, con sus erráticas e ineficientes políticas de seguridad, parece ser uno de los lugares elegidos para ello, por la carencia de controles y por la corrupción generalizada de sus políticos, sin cuya ayuda e involucramiento el infame negocio no puede prosperar. Una grave denuncia ha traído en estos días la periodista y escritora mexicana Lidia Cacho, autora del libro Esclavas del poder (1), recogida en su conferencia de prensa en Buenos Aires por un diario argentino (2), en el que manifiesta textualmente lo que sigue: “Según estadísticas de la Oficina de las Naciones Unidas contra las Drogas y el Crimen, en la Argentina hay 500.000 mujeres atrapadas en las redes de trata, y existen 8000 prostíbulos, entre ellos los 1000 verificados en la ciudad de Buenos Aires por la ONG La Alameda. Y es bien conocido, tanto en el país como en el extranjero, que la Argentina tiene toda esa cultura de la prostitución aparentemente normalizada (3) no solo por la sociedad, sino también por el sistema político.” Y para que no queden dudas al respecto, prosigue: “La cultura prostibularia no se puede desarrollar sin apoyo y protección política.” Nos permitimos agregar, como simple dato de observación cotidiana, que ello salta a la vista cuando desde las más altas esferas se promueve y tolera la existencia de asociaciones de “trabajadoras del sexo” o “de meretrices argentinas” (a las que se otorga Personería Jurídica); mientras a falta de directivas expresas y taxativas, es frecuente constatar que los mismos policías, sin sentido alguno del deber que les compete, operan como facilitadores y protectores interesados (en “servicios” y retribuciones ilegales) de los antros donde la degradación femenina alcanza su máxima expresión. Y esto no puede suceder, obviamente, sin complicidades políticas y/o judiciales. A este paso, no tardaremos en tener asociaciones de taxi-boys, proxenetas, violadores y pedófilos… ¿Qué pasa en nuestra sociedad que nos parece normal que esto suceda? ¿Qué valores morales conserva aún la dirigencia argentina? ¿Qué pasa con la dignidad de las mujeres? ¿Hay alguien en la clase política que conserve un sentido moral equilibrado? La desaparición lisa y llana, misteriosa, de innumerables jóvenes, muchas de ellas adolescentes, ¿no llama la atención? Los perversos mecanismos de este tipo de delitos de “lesa humanidad”, incluyen el desarraigo brutal de las mujeres que caen en sus manos, llevándolas al extranjero, en lugares donde nadie las conoce, y en los cuales no solo son vejadas constantemente sino que están totalmente privadas de la libertad esencial que merece todo ser humano. En los prostíbulos argentinos hay desvalidas jóvenes provenientes de Bolivia, Paraguay, Venezuela, México, y otros países sudamericanos y caribeños, mujeres secuestradas que no tienen a quien recurrir salvo en muy contadas ocasiones en las que se descubre esta trama corrupta. ¿Alguien duda de que en los prostíbulos de otros países se encontraran mujeres argentinas, muchas de ellas llevadas allí por la fuerza o engañadas con la promesa de un futuro laboral? Por si alguien lo duda, la autora del libro-denuncia que hemos mencionado, afirma “que tiene evidencias clarísimas” de que el Cartel de Sinaloa y Los Zetas, ya están aquí, operando en Córdoba y en rutas del norte argentino, para captar o “comprar” mujeres y que ya ha habido episodios violentos, refriegas y muertes debidas a su presencia en el territorio nacional. Pero eso no es todo –por si alguien todavía duda- sino que relata que en esta venta o trata de seres humanos hay un “mercado” en su país determinado por las preferencias de los clientes. Razón circunstancial y momentánea en virtud de la cual en estos momentos hay menos mujeres argentinas porque los “clientes” buscan más cubanas, brasileñas y paraguayas… Y también porque “el costo” de las mujeres argentinas ha subido por la acción de ciertas asociaciones civiles y por el accionar individual de valientes personas como Susana Trimarco, ejemplo de lucha por la recuperación de su hija Marita Verón, raptada por los traficantes de personas hace una década, y cuyo destino es aún incierto. La autora de Esclavas del Poder, que ha sido ella misma secuestrada, torturada y amenazada, vive con custodia permanente pues ha sido condenada a muerte por la mafia del narco-proxenetismo de México a raíz de sus investigaciones y denuncias. Observa sin embargo, que “en América Latina, la labor de la sociedad civil está por encima de la acción de los Estados a la hora de enfrentar la temática de las redes y la esclavitud sexual”. Declara, además, que “no conoce ningún otro país donde sea tan efectivo el trabajo de la sociedad civil como en la Argentina, aunque nunca encontró un país con tanta resistencia del Estado a ir contra la trata como el argentino”. Tomemos nota, y actuemos en consecuencia, con el accionar individual y colectivo, y con el voto. Es algo que nos atañe a todos, y que puede dañar a nuestras propias familias. Nadie está exento y a salvo. Y se trata de la dignidad de la mujer. (1) Esclavas del Poder. Un viaje al corazón de la trata sexual de mujeres y niñas en el Mundo. Ediciones Random House – Mondadori. (2) Los Zetas compran mujeres en la Argentina. Informe de Luis Casabal. La Nación, 16/4/2012 (3) Normalizada, o naturalizada; expresiones utilizadas en ciertos ámbitos para calificar acciones o situaciones negativas que son aceptadas por la sociedad como algo “normal”.

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