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Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

jueves, 19 de abril de 2012

Hay necesidad de buscar nuevas formas de luchar contra el narcotráfico

Días pasados, un amigo publicó una nota periodística en el diario de mayor tirada en la provincia de Córdoba, en la que aborda el tema del consumo de drogas oponiéndose a la despenalización ya que opina, que la guerra contra las drogas no está perdida. En el mismo ejemplar encontré una nota escrita por un profesional de la salud mental en la que sostiene que la solución es la legalización del consumo. Estas posturas disimiles entre si, ponen en evidencia las complicaciones que este grave problema social posee a la hora de encontrar soluciones. Tan es así, que ambas posturas con argumentos racionales sólidos frente a su magnitud y complejidad parecen ser sólo manifestaciones de deseo. Se entiende que son racionalidades, como esta nota que Ud. esta leyendo en este momento, abiertas a una discusión, precisamente para evitar los errores e ilusiones de las creencias y las teorías que sostenemos las personas sin asumir los errores que siempre amenazan la razón. Corriendo ese riesgo, porque la interrogación surge como necesaria en la búsqueda incesante de repuestas a esta problemática social, puedo expresar al respecto lo siguiente: en un mundo globalizado con sus pros y sus contras; es difícil pensar en una legalización de drogas en nuestro país sin sus posibles efectos a nivel Macro. Qué impacto tendría en el comercio internacional la demanda de sustancias, naturales, sintéticas o semi-sintéticas para elaboración de drogas o de uso en estado natural; mientras que otros países intentan controlar sus cultivos y la producción, la legalización en nuestro país estaría demandando indirectamente una producción sostenida y en el peor de los casos con incremento. Ello nos lleva a reflexionar que una determinación del Estado de esta característica estaría comprendida en el marco de una Geopolítica, ya que esta reconoce las condiciones geográficas políticas, sociales e históricas de los Estados, permite elaborar estrategias que contemplen las consecuencias directas e indirectas en este caso sobre el narcotráfico y consumo de drogas a nivel global. Es decir que una decisión de tal naturaleza no se podría tomar unilateralmente. Algunos países que flexibilizaron sus leyes en esta materia, tuvieron consecuencias no deseadas como el narco turismo, o la radicación de laboratorios clandestinos dedicadas a la fabricación de drogas de diseño. En cuanto a los procesos de comercialización interna en nuestro país, me pregunto quién proveería las sustancias para ello, el Estado o los Narco productores actuales y el Estado se las comprarías a ellos? Otro interrogante es si con las drogas que hemos legalizado hasta el momento, como el caso del alcohol es suficiente o necesitamos legalizar otras más. En cuanto a la despenalización, es decir quitar pena al consumo de drogas frente a determinadas circunstancias. La política argentina en esta materia ha sido de seguir la política norteamericana de sancionar a los eslabones más bajos de la cadena, el adicto. Si bien se prevé que los jueces pueden someter a los adictos a tratamiento, también establece la pena de un mes a dos años de prisión cuando, por su escasa cantidad y demás circunstancias sugiere inequívocamente que la tenencia es para uso personal”. Aun cuando la Corte Suprema en sus últimos fallos no considera delito la tenencia de drogas para el consumo personal, no debe extrañarnos que el aproximadamente 65 % de los casos que llegan a la Justicia Federal correspondan únicamente a casos de menor envergadura. Esto no solo habla de la inacción de las fuerzas federales y provinciales y de la ineficacia de Poder Judicial, si no que se debe tener en cuenta que la legislación vigente pone el eje del problema en la persecución de la demanda, es decir los adictos. Cabe aquí hacer una reflexión, las drogas rompieron las barreras de clase social, edad y género. Pero cuales son los adictos que persigue en la practica la ley? Los que tienen recursos para encubrir la adquisición de drogas, o los que se exponen sin mayores reparos porque sufren la exclusión social y psíquica, los denominados emergentes. Por este camino da la impresión que discurre la mayor parte de la realidad en nuestro país. Se podría decir que la acción de las fuerzas de seguridad en materia del control del narcotráfico se estaría sustentando en la criminalización de la pobreza, en desmedro de los derechos económicos, sociales y culturales de las personas. No debemos olvidar que la razón de ser de estos derechos es el pleno respeto a la dignidad del ser humano, a su libertad y a la vigencia de la democracia, solo es posible si existen las condiciones económicas, sociales y culturales que garanticen el desarrollo de estas personas y de su barrio, pueblo o ciudad. El Estado se torna impotente ante la magnitud y complejidad del problema del consumo de drogas y el narcotráfico, su decisiones políticas en tal sentido no han estado guiadas por la situación de la salud de la población, más bien por lo político y económico. En esta impotencia del Estado se construye una paralegalidad en donde la violencia se apodera de vastos espacios de nuestra sociedad al decir de la antropóloga Mexicana Rossana Reguillo “Las violencias constituyen un pasillo entre un orden colapsado y un orden que todavía “no es” pero que está siendo. Quizás la formalización de la paralegalidad es en esto la normalización de un modo particular de gestión del conflicto en un espacio intermedio. Por lo tanto el resguardo de la invisibilidad de las violencias es asunto clave para el mantenimiento del orden colapsado. En una metáfora infantil podríamos decir que el juego de policías y ladrones está agotado y que el nuevo juego consiste en la disputa entre ladrones en un mundo "propio" en el que la policía es una figura accesoria.” Las alternativas planteadas en el marco de un orden jurídico imperante o propuesto, lejos esta de encontrar soluciones por esta vía. Mas bien las esperanzas se fundan hoy en decisiones políticas supranacionales que reflejen un consenso de los valores con los que aspiramos vivir juntos en un mundo globalizado. Estos valores no han de surgir de la nada, más bien serán producto de la voz moral, secular o religiosa, de los pueblos que dan su apoyo a valores comunitarios que juzgan positivos para su comunidad, resulta ser un desafío ímprobo, pero que nos ofrece autonomía y orden social. Javier Benavidez

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