¿Quién es responsable de que se haya apagado una Candela?
Por Alberto E. Moro
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La degradación de la convivencia social se debe a la incapacidad de una dirigencia que fomenta el divisionismo con un discurso altisonante, mientras encumbra en los cargos públicos a los parientes, amigos y cómplices, gente que casi nunca está preparada para cumplir las funciones que se le encomiendan.
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Gran conmoción ha causado en la sociedad argentina un crimen brutal de ribetes mafiosos cometido contra una inocente niña llamada paradójicamente Candela Sol, de tan solo 11 años, cuya luminosa vida ha sido apagada violentamente con el soplo inhumano del crimen organizado.
Un crimen organizado que nos está contaminando como sociedad, cada vez más impunemente, a favor del escaso o nulo esfuerzo, y quizás interesada desidia del grupo político que ha gobernado al país durante los últimos años.
Hubo un tiempo no muy lejano en que este flagelo combinado de secuestro, asesinato, narcotráfico, y trata de personas era una rareza en nuestro medio, aunque sabíamos que azotaba a otras naciones latinoamericanas. En el contexto sudamericano, Argentina era la nación con menos inequidad social, en la que este tipo de crímenes era una rareza, y la sociedad en su conjunto conservaba los valores adquiridos en la escuela sarmientina, relacionados con la honestidad, la igualdad, y el verdadero patriotismo.
Hasta que los inventores de una supuesta justicia social más propagandística que real vinieran con sus recetas destructivas, seguidos más tarde por otros utópicos alentados desde el extranjero con la intención de hacerse del poder a sangre y fuego, alterando de ese modo el equilibrio, la unidad, el orden y los valores que el pueblo argentino ostentaba con orgullo. Derrotados por las instituciones y sus mecanismos de defensa, esos mismos mesiánicos optaron más tarde por regresar disfrazados de demócratas.
Una vez en el poder –y de esto hace muy pocos años- no tardaron en poner de manifiesto sus ambiciones totalitarias y monetarias a través de un supuesto modelo cuyos más obvios resultados han sido el enriquecimiento a todas luces ilícito de esta nueva Nomenklatura, con la misma K que la existente en el mundo soviético felizmente implosionado por su propia ineficiencia, no sin antes infligir dolorosas vejaciones a sus pueblos. En ese camino, y en esas compañías andamos.
Es asombroso el crecimiento patrimonial de todo el staff de funcionarios integrantes de ese capitalismo de amigos que mientras pide al pueblo que no apueste al dólar, tiene millones de esa moneda puestos a plazo fijo, como es el caso de la mismísima presidente de los argentinos. Esa falsedad ideológica es un ejemplo inmoral y una invitación a delinquir para los delincuentes de siempre y, en no pocos casos para los sumergidos en una pobreza extrema a causa del famoso e indefinido “modelo” que si alguna característica tiene es la de ser un modelo de corrupción administrativa, exclusión, e indigno clientelismo. Desde arriba, se da el ejemplo.
El velocísimo enriquecimiento de los gobernantes argentinos y todo su establishment nos habla de que además del crimen organizado, hay una delincuencia de guante blanco que opera desde el poder ignorando o protegiendo a las lacras sociales a las que antes hemos hecho referencia, con las cuales tienen seguramente ocultas complicidades e inescrupulosas asociaciones. Todo esto a vista y paciencia de los inermes ciudadanos, que sienten crecer la pobreza y la inseguridad hasta límites inverosímiles, como hemos constatado en este horrendo caso, tan doloroso y salvaje como tantos otros episodios similares ocurridos con anterioridad, y como los que seguramente vendrán en el futuro con su inevitable secuela de lágrimas, acrecentando la sensación de desamparo que se inflige a la población toda con la lastimosa reiteración de estos hechos aberrantes.
Y mientras esto sucede, desde el poder autoritario disfrazado de democracia, se nos habla de que la inseguridad es tan solo una “sensación” provocada por la labor informativa de los medios…, que es la razón última e ineludible de su existencia.
Lo cual no impide que ante cualquier dolorosa herida social como la que motiva esta nota, una legión de políticos oportunistas haga su aparición mediática tratando de sacar dividendos de la desgracia ajena. Así acaba de ocurrir, cuando el propio gobernador de la provincia de Buenos Aires –quizás realmente compungido admitamos- se hizo presente con su escolta pisoteando y alterando el lugar donde fue arrojado el cuerpito destrozado de la enésima víctima; espacio que debió haberse preservado para la búsqueda de huellas e indicios criminológicos.
También debe decirse que el show mediático que se montó con este triste suceso es una vergonzosa abdicación de la tácita obligatoriedad docente que tiene cualquier medio de difusión masiva. El tema fue tratado con morbosidad y falta de respeto, en un tono francamente sensacionalista, perjudicando incluso las investigaciones en curso con revelaciones inapropiadas. Hubo noticieros televisivos que, en busca del exitismo del rating, eliminaron toda otra noticia para dedicarse exclusivamente a enfermizas especulaciones e interrogatorios, contribuyendo a incentivar la histeria colectiva de la gente que cree que con las marchas, los llantos y los gritos van a resolver los problemas que aquejan a la sociedad por la ineptitud de los gobernantes que supieron elegir.
Echarle la culpa de la inseguridad rampante a la ineficiencia de la policía es muy fácil y es lo de siempre: “el hilo se corta por lo más delgado”. Me permito recurrir a otro conocido refrán, “el pescado se pudre por la cabeza”. Y si la policía es corrupta, inepta e ineducada, ello se debe a que en las mas altas esferas del gobierno las cosas no se hacen como deberían hacerse en cuanto a la selección, la educación y la moralidad que se espera del personal de una institución que debe proteger al verdadero ciudadano de los delincuentes que lo acosan en lugar de asociarse con ellos, apañándolos o liberando ciertas zonas para que operen libremente a cambio de dinero.
La degradación de la convivencia social se debe a la incapacidad de una dirigencia que no solo pretende eliminar a la Justicia como poder independiente, sino que fomenta el divisionismo con un discurso altisonante, mientras encumbra en los cargos públicos a los parientes, amigos y cómplices, gente que casi nunca está preparada para cumplir las funciones que se le encomiendan. Y si hace falta un ejemplo relacionado con este tema, tenemos a una funcionaria que de guerrillera barata pasó a manejar las fuerzas armadas y ahora es nada menos que Ministro de Seguridad. El auge del crimen en todas sus formas, colocado una vez más a la vista de todos por el brutal asesinato de una niña inocente, se suma a la “sensación” de desvalimiento que todo el pueblo argentino padece. Y pone en evidencia qué clase de “seguridad” es la que tenemos.
Al gobierno y sus acólitos, que tienen los ojos puestos en sus propios intereses mucho más que en su función esencial que es la de procurar el bienestar del pueblo, les cabe una enorme responsabilidad en el crecimiento de las organizaciones criminales que impunemente están instalándose en nuestro país, ya que careciendo de toda planificación al respecto, juegan a la negación y a la sordera ante el clamor popular por una mayor seguridad. Y el pueblo en general, o al menos la mitad mas uno en vista de las últimas elecciones, también tiene su cuota de responsabilidad por votar prescindiendo de los valores republicanos que siempre debieran defender y preservar, para llorar después en su impotencia al no haber sabido ejercer su ciudadanía con la dignidad necesaria. No les tengo asco, como el minúsculo y desdeñable músico rosarino; les tengo lástima, por ellos y por nosotros, que padeceremos las consecuencias de su escaso cacumen al votar. En lugar de rasgarse las vestiduras con marchas y cánticos desaforados al mejor estilo medio oriente, habría que proclamar, como el presidente Luis Sáenz Peña al instaurarse el sufragio universal, secreto y obligatorio en 1912: ¡Sepa el pueblo votar!
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La degradación de la convivencia social se debe a la incapacidad de una dirigencia que fomenta el divisionismo con un discurso altisonante, mientras encumbra en los cargos públicos a los parientes, amigos y cómplices, gente que casi nunca está preparada para cumplir las funciones que se le encomiendan.
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Gran conmoción ha causado en la sociedad argentina un crimen brutal de ribetes mafiosos cometido contra una inocente niña llamada paradójicamente Candela Sol, de tan solo 11 años, cuya luminosa vida ha sido apagada violentamente con el soplo inhumano del crimen organizado.
Un crimen organizado que nos está contaminando como sociedad, cada vez más impunemente, a favor del escaso o nulo esfuerzo, y quizás interesada desidia del grupo político que ha gobernado al país durante los últimos años.
Hubo un tiempo no muy lejano en que este flagelo combinado de secuestro, asesinato, narcotráfico, y trata de personas era una rareza en nuestro medio, aunque sabíamos que azotaba a otras naciones latinoamericanas. En el contexto sudamericano, Argentina era la nación con menos inequidad social, en la que este tipo de crímenes era una rareza, y la sociedad en su conjunto conservaba los valores adquiridos en la escuela sarmientina, relacionados con la honestidad, la igualdad, y el verdadero patriotismo.
Hasta que los inventores de una supuesta justicia social más propagandística que real vinieran con sus recetas destructivas, seguidos más tarde por otros utópicos alentados desde el extranjero con la intención de hacerse del poder a sangre y fuego, alterando de ese modo el equilibrio, la unidad, el orden y los valores que el pueblo argentino ostentaba con orgullo. Derrotados por las instituciones y sus mecanismos de defensa, esos mismos mesiánicos optaron más tarde por regresar disfrazados de demócratas.
Una vez en el poder –y de esto hace muy pocos años- no tardaron en poner de manifiesto sus ambiciones totalitarias y monetarias a través de un supuesto modelo cuyos más obvios resultados han sido el enriquecimiento a todas luces ilícito de esta nueva Nomenklatura, con la misma K que la existente en el mundo soviético felizmente implosionado por su propia ineficiencia, no sin antes infligir dolorosas vejaciones a sus pueblos. En ese camino, y en esas compañías andamos.
Es asombroso el crecimiento patrimonial de todo el staff de funcionarios integrantes de ese capitalismo de amigos que mientras pide al pueblo que no apueste al dólar, tiene millones de esa moneda puestos a plazo fijo, como es el caso de la mismísima presidente de los argentinos. Esa falsedad ideológica es un ejemplo inmoral y una invitación a delinquir para los delincuentes de siempre y, en no pocos casos para los sumergidos en una pobreza extrema a causa del famoso e indefinido “modelo” que si alguna característica tiene es la de ser un modelo de corrupción administrativa, exclusión, e indigno clientelismo. Desde arriba, se da el ejemplo.
El velocísimo enriquecimiento de los gobernantes argentinos y todo su establishment nos habla de que además del crimen organizado, hay una delincuencia de guante blanco que opera desde el poder ignorando o protegiendo a las lacras sociales a las que antes hemos hecho referencia, con las cuales tienen seguramente ocultas complicidades e inescrupulosas asociaciones. Todo esto a vista y paciencia de los inermes ciudadanos, que sienten crecer la pobreza y la inseguridad hasta límites inverosímiles, como hemos constatado en este horrendo caso, tan doloroso y salvaje como tantos otros episodios similares ocurridos con anterioridad, y como los que seguramente vendrán en el futuro con su inevitable secuela de lágrimas, acrecentando la sensación de desamparo que se inflige a la población toda con la lastimosa reiteración de estos hechos aberrantes.
Y mientras esto sucede, desde el poder autoritario disfrazado de democracia, se nos habla de que la inseguridad es tan solo una “sensación” provocada por la labor informativa de los medios…, que es la razón última e ineludible de su existencia.
Lo cual no impide que ante cualquier dolorosa herida social como la que motiva esta nota, una legión de políticos oportunistas haga su aparición mediática tratando de sacar dividendos de la desgracia ajena. Así acaba de ocurrir, cuando el propio gobernador de la provincia de Buenos Aires –quizás realmente compungido admitamos- se hizo presente con su escolta pisoteando y alterando el lugar donde fue arrojado el cuerpito destrozado de la enésima víctima; espacio que debió haberse preservado para la búsqueda de huellas e indicios criminológicos.
También debe decirse que el show mediático que se montó con este triste suceso es una vergonzosa abdicación de la tácita obligatoriedad docente que tiene cualquier medio de difusión masiva. El tema fue tratado con morbosidad y falta de respeto, en un tono francamente sensacionalista, perjudicando incluso las investigaciones en curso con revelaciones inapropiadas. Hubo noticieros televisivos que, en busca del exitismo del rating, eliminaron toda otra noticia para dedicarse exclusivamente a enfermizas especulaciones e interrogatorios, contribuyendo a incentivar la histeria colectiva de la gente que cree que con las marchas, los llantos y los gritos van a resolver los problemas que aquejan a la sociedad por la ineptitud de los gobernantes que supieron elegir.
Echarle la culpa de la inseguridad rampante a la ineficiencia de la policía es muy fácil y es lo de siempre: “el hilo se corta por lo más delgado”. Me permito recurrir a otro conocido refrán, “el pescado se pudre por la cabeza”. Y si la policía es corrupta, inepta e ineducada, ello se debe a que en las mas altas esferas del gobierno las cosas no se hacen como deberían hacerse en cuanto a la selección, la educación y la moralidad que se espera del personal de una institución que debe proteger al verdadero ciudadano de los delincuentes que lo acosan en lugar de asociarse con ellos, apañándolos o liberando ciertas zonas para que operen libremente a cambio de dinero.
La degradación de la convivencia social se debe a la incapacidad de una dirigencia que no solo pretende eliminar a la Justicia como poder independiente, sino que fomenta el divisionismo con un discurso altisonante, mientras encumbra en los cargos públicos a los parientes, amigos y cómplices, gente que casi nunca está preparada para cumplir las funciones que se le encomiendan. Y si hace falta un ejemplo relacionado con este tema, tenemos a una funcionaria que de guerrillera barata pasó a manejar las fuerzas armadas y ahora es nada menos que Ministro de Seguridad. El auge del crimen en todas sus formas, colocado una vez más a la vista de todos por el brutal asesinato de una niña inocente, se suma a la “sensación” de desvalimiento que todo el pueblo argentino padece. Y pone en evidencia qué clase de “seguridad” es la que tenemos.
Al gobierno y sus acólitos, que tienen los ojos puestos en sus propios intereses mucho más que en su función esencial que es la de procurar el bienestar del pueblo, les cabe una enorme responsabilidad en el crecimiento de las organizaciones criminales que impunemente están instalándose en nuestro país, ya que careciendo de toda planificación al respecto, juegan a la negación y a la sordera ante el clamor popular por una mayor seguridad. Y el pueblo en general, o al menos la mitad mas uno en vista de las últimas elecciones, también tiene su cuota de responsabilidad por votar prescindiendo de los valores republicanos que siempre debieran defender y preservar, para llorar después en su impotencia al no haber sabido ejercer su ciudadanía con la dignidad necesaria. No les tengo asco, como el minúsculo y desdeñable músico rosarino; les tengo lástima, por ellos y por nosotros, que padeceremos las consecuencias de su escaso cacumen al votar. En lugar de rasgarse las vestiduras con marchas y cánticos desaforados al mejor estilo medio oriente, habría que proclamar, como el presidente Luis Sáenz Peña al instaurarse el sufragio universal, secreto y obligatorio en 1912: ¡Sepa el pueblo votar!
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