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Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

sábado, 6 de marzo de 2010

Bicentenario

Reconocer nuestra esencia y hacernos cargo

“Me siento argentino hasta en los defectos más vergonzosos. Sin embargo, frente a la Historia que me contaban mis maestros, yo resultaba ser un bicho raro: recité durante años una Historia sin peleas, hecha por hombres de bronce que miraban a lo lejos; aprendí un país tan perfecto que nadie podría enamorarse de él.
No había humanos aquí, sino argentinos, una especie rara de elegidos a los que la realidad, sin embargo, se les negaba. Me enseñaban que éramos los mejores, pero crecí observando que siempre nos iba mal. Anoté año tras año que nuestro destino era mañana, y hasta llegué a escribir: ‘Soy argentino porque espero’. Esperar ¿qué? Que todo cambie, que Perón vuelva, que la dictadura termine, que llegue el verano: una larga espera sin atinar a nada, sino a que las cosas llegaran solas.
……………………………….
Nadie, nunca antes, me había contado esta Historia argentina, aunque la mayor parte de este espejo roto estaba suelta, en el piso, peligrosos triángulos de cristal amenazando los pies del que se aventurara.
Ahora sé que soy parte de un sueño pendiente. No quisiera defraudar a los que lucharon por él.”
Jorge Lanata (“Argentinos” Ediciones B Grupo Z)

A 200 años de los primeros sucesos que insinuaron el interés y la voluntad de ser gobernados por nosotros mismos y a sólo 26 de democracia ininterrumpida, con sus errores y aciertos, algo aprendimos:

• Que golpear la puerta de los cuarteles no nos ayuda a resolver ninguna debilidad institucional.
• A asumir la responsabilidad de tener los gobernantes que votamos
• A buscar una salida lo más democráticamente posible para las crisis institucionales.
• Que le vamos a tener que hacer frente al deterioro de las instituciones republicanas, generadas por nuestra inmadurez cívica y ayudada por las consecuencias de la globalización contenedora de una clara intencionalidad ideológica y buscar las maneras de revertirlo
• Que el camino hacia una nueva cultura política ha comenzado con la paciencia de aprender del ensayo – error y que se va superando con la posibilidad de la construcción colectiva que proviene de un lento regreso a la participación ciudadana, sin miedos. Según Gustavo Ibañez Padilla, no es el amor a las instituciones lo que nos une sino el espanto de buscar mesías salvadores.
• Que esa polaridad entre la verdad absoluta y la relatividad de todas las acciones, nos lleva a la reflexión y revisión de las frases hechas, tales como: “siempre se hizo así…” “no nos habíamos dado cuenta…”
• Que es necesaria la independencia de poderes
• Que a actitudes autoritarias y viciadas se les puede anteponer estrategias basadas en el respeto a la Ley e innovadoras en sus formas pero con tanto o más poder que lo establecido.
• Que debemos transitar el camino de la búsqueda de transparencia de los procesos electorales para que la normalidad no sea la excepción de la regla, manifestándose la voluntad popular de manera clara.
• Que cada vez debe haber menos discrecionalidad en el manejo de los fondos públicos y más decisión del ciudadano en el destino de los mismos
• Que más que derechos como consumidor debemos exigir derechos como ciudadano
• Que el cumplir con nuestras obligaciones también es una tarea diaria sin justificativos para no hacerlo.

Seguramente si hiciéramos una ronda imaginaria entre todos los lectores se agregarían muchas cosas más; también surgirían interrogantes de cuáles son las formas de transformarlo en gestión, aunque todas no dependan de nosotros y que algunas tengan ya un camino hecho, que la contención ejercida por las instituciones hace más liviana la carga y más enriquecedora la experiencia, que el aprendizaje colectivo hace más sabrosa la vida en sociedad.
Aunque antes de comenzar este artículo hice un recorrido por Internet y realmente me pareció que en nombre del Bicentenario era válido todo, desde tomar fondos de las reservas del Banco Central mediante un decreto de necesidad y urgencia, una carrera de autos, una expedición a los volcanes más altos de La Puna, la propuesta del canal Encuentro, hasta representaciones artísticas y culturales, etc. etc.; traté de entender que el Bicentenario de la Patria podía ser un buen motivo para empezar a tomarnos la costumbre de festejar nuestros propios hitos o mojones que la historia nacional nos puso en el camino como manera de comprender nuestra esencia, de reconocer los valores de nuestros antecesores, de los que pueden ser referentes actuales, de dejar de quejarnos y hacernos cargo del legado, hacer lo mejor que podamos y entregarlo a nuestros sucesores con lo mejor que hayamos podido hacer con él.

Susana Ghilardi

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