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Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

jueves, 25 de febrero de 2010

Bicentenario

La equidad es la igualdad de los iguales

En 1810 y harto antes, emergieron, como en todas las sociedades los probos y los venales, eruditos y banales, reformistas y totalitarios, revolucionarios, felones y cipayos.
La perspectiva histórica y las atrocidades cometidas por sujetos aciagos no son datos menores a la hora de exponer y conceptuar lo acaecido a lo largo y a lo ancho de la Argentina, y por su cercanía y/o parentesco con ciertas regiones de Latinoamérica.
Claro está, siglos atrás, el Poder (o parte de la acepción) lo detentaban los ejércitos, la aristocracia que conllevaba frecuentemente a las monarquías e imperios, ciertos dogmas y no estaban ausentes etnias o razas que presumían ser superiores. Con el transcurrir de los años se fue agregando a lo antedicho la exacerbación del Poder del dinero, la sofisticación de las armas, la cibernética mal utilizada, el sobretecnicismo, los monopolios y corporaciones, en un marco de un pragmatismo dudoso relacionado con una burguesía complaciente, conservadora, ostentosa, caprichosa, esnobista, codiciosa y obviamente en un marcado escenario de corrupción e impunidad.
Para que lo anterior se sustente, acentúe y prospere, buena parte de la sociedad debe ser cómplice y/o desaprensiva. La bestia negra (el dinero mal habido) y la ambición desmedida necesitan todo lo expresado, un aceitado engranaje y una vasta red donde se entremezclan bajos procederes. De ahí, a solo un paso: el despotismo, discriminaciones, persecuciones, vejaciones físicas, mentales y la perorata perturbada y manipuladora.
Personalizar el Poder de una u otra manera hasta límites obscenos produce inexorablemente una involución social, agrede al hombre, deteriora los comportamientos individuales y colectivos, y lisa y llanamente desbasta impúdicamente el planeta.
Hay una constante secuencial: la porfía ancestral entre los agonistas y los antagonistas, la lucha del bien y del mal si se prefiere… y en el medio de todo ello, contemplando despreocupados, los genuflexos, los mediocres, los oportunistas y los resentidos.
Podríamos intentar delinear y hacer un esbozo de los orígenes hasta el año 1810, del Virreinato, de la fundación de las ciudades-mojones, las luchas internas, la autoridad y el dominio centralizado, las organizaciones políticas y jurídicas, nuestros antepasados aborígenes, los criollos, las invasiones inglesas, las clases emergentes, la Argentina ambivalente, la inmigración -la causa y el régimen- paradójicamente encontraremos similitudes respecto a las conductas y hábitos de la actualidad.
Mucho se ha escrito y a veces se confunde lo real con lo ficcional. Testimonios y distintas ópticas de los historiadores, de los políticos, de los sociólogos, de los periodistas, de las órdenes religiosas, de las coronas españolas, británicas y portuguesas, a menudo heterogéneas; con seguridad debe haber fragmentos de verdades en cada publicación y de igual modo embustes, omisiones y fábulas. Referencias que entorpecen la visión y por ende la fidelidad. No obstante los registros esenciales emergen inexorablemente, mal le pese a los obtusos.
Pero hay hombres y mujeres paradigmáticos de procedencias disímiles que exceden las etiquetas y se sostienen en el tiempo. Desde las gestas emancipadoras hasta el presente fueron protagonistas apostando a una patria grande y soberana y no a una realidad efímera y especulativa. San Martín, Belgrano, Moreno, Alfredo Palacios, Leandro Alem, Lisandro de la Torre, Alicia Moreau de Justo, Leloir, Hussay, el Cura Gaucho, Rene Favaloro, Ramón Carrillo, Esteban Maradona, Arturo Oñativia y otros ciudadanos que contribuyeron con su tarea, sin ostentaciones y con discreción.
La adaptación a los ciclos nunca fue fácil pero siempre es más coherente cuando impera la Justicia, cuando el pueblo delibera, cuando los delitos son castigados y el federalismo no es un mero enunciado. El niño siempre es niño desde la concepción, y el ciudadano es siempre ciudadano si los que gobiernan respetan los preceptos constitucionales, si se acatan las leyes y si la libertad es plena. En el momento que lo fatuo se reemplaza por lo trascendente y se democratiza la cultura se morigera la hipocresía, el cinismo y los fanatismos.
En torno al Bicentenario se están produciendo y utilizando manifestaciones solemnes y muchas de ellas atosigan. Siempre hay excusas para apoderarse demagógicamente de celebraciones y malversar su génesis.
A mi juicio la mejor ofrenda a esta efeméride sería la concreción de un sueño: ¨que el futuro se planifique para todos y donde cada habitante pueda buscar su propio destino¨… y como corolario, ese instante virtuoso y supremo donde de una vez por todas y por siempre entendamos que la equidad es la igualdad de los iguales.
Enrique Pérez

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