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Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

jueves, 25 de febrero de 2010

Bicentenario

¿Algo para festejar?
Alfredo Ferrarassi (*)

Hay dos alternativas frente al jubileo del Bicentenario, una, festejar porque la fecha así indica debe hacerse más allá de todo, la otra, ser crítico respecto a lo que el mismo representa y no dejarse deslumbrar por los falsos oropeles de las bacanales conmemoraciones que se están preparando.
En términos hamletianos, esa es la cuestión, ya que o se es crítico de la agobiante realidad o reiteramos la conducta errática del Mundial ‘78 en donde se celebraba el título obtenido, mientras en los campos de concentración la desaparición de personas era moneda corriente o la demencial actitud del ’82 que mientras la guerra azotaba al territorio insular, aquí se realizaban partidos de futbol, bailes o funciones de cine, negando la magnitud de lo que estaba sucediendo.
Mayo de 1810 significó una ruptura con lo establecido, en tanto el grupo criollo desplazó el monopolio español y a la “aristocracia” que desde Sevilla venía manejando el comercio americano, mientras que en lo político, estableció un gobierno propio, sin embargo no fue un cambio de estructuras, entendiendo por esto una trasformación radical del orden establecido, el cual con los consabidos cambios de nombres continuo siendo igual.
Como todo movimiento social que produce modificaciones en la infraestructura económica, tuvo dos bandos, uno el conservador encabezado por Cornelio Saavedra, el otro, aquel que entendía que el verdadero alcance de este proceso era desplazar de manera definitiva a los sectores más reaccionarios, tal cual se hiciera en la Revolución Francesa, entre ellos estaban Mariano Moreno, Juan José Castelli, Domingo French, por citar algunos.
Si bien en sus comienzos fue un movimiento que puede ser caracterizado como citadino, ya que su epicentro era evidentemente porteño, con la llegada e incorporación de los delegados del interior a la Junta Grande tomó un carácter de nacional. Lamentablemente esto significó que el ala progresista tuviera limitada su existencia, ya que la unión de dos de los sectores más retardatarios de nuestra sociedad se encontraron para unirse en eterno “matrimonio”.
En efecto, Saavedra era la cabeza del nuevo militarismo y el Deán Funes que significaba lo propio en lo eclesiástico y formaron, más allá de los nombres, una amalgama que ha resistido el paso del tiempo, la cual depuró sus filas cada vez que alguna “tormenta” amenazaba la paradisíaca relación.
Le tocó al sector “afrancesado” tomar las más duras medidas que se pudieran haber imaginado. Los fusilamientos se hicieron a los efectos no sólo de garantizar la continuidad del primer gobierno patrio, sino para afianzar un movimiento que se expandía por todo América y en el cual no había lugar para la contra revolución.
Sin dudas ésta se gestaba en Córdoba con el otrora Virrey Santiago de Liniers y los personeros de la más rancia aristocracia mediterránea. Igual sucedió en Charcas y otros sitios en donde no había alternativa ante lo que estaba en juego.
Por otro lado, para garantizar la continuidad de los sucesivos gobiernos patrios no había otra alternativa que enfrentar a España, que mediante la Restauración venía a tratar de recuperar sus territorios y privilegios económicos. Esta etapa de las Guerras de la Independencia la afrontó solamente el interior, que a pesar de sus alicaídos ingresos y sus raídas economías regionales no dudo en apoyar las campañas de liberación.
Buenos Aires, por su lado, se invagino en torno a su puerto, reconstruyó sus arcas, se desarrolló y pasó, con su nueva “clase social” dominante, a ubicarse de espaldas al resto del país, situación que aun perdura, otrora los esfuerzos del interior fueron los aportes de guerra y hoy son los ingresos que no se coparticipan, los que privilegian a la portuaria cuidad-estado.
Este periodo tuvo ideales que se fueron concretando a lo largo del siglo XIX, los mismos giraron en torno al rol que el estado debía garantizar como tal y que eran inherentes por ende a todos los ciudadanos por el mero hecho de serlo. Ellos eran el derecho a la educación, a la cultura, a la salud, a seguridad y por supuesto al progreso en todos sus variables.
La obra revolucionaria se fue afianzando a lo largo del siglo XIX con dos generaciones que dejan su legado, ella son la del ’37 que lucha por la irrestricta libertad de expresión y la del ’80, que piensa una nación a partir de un desierto, que nos permite en poco tiempo estar entre las diez naciones más importantes del orbe.
Mayo se extiende en el tiempo como la obra que abrió el camino hacia la liberación continental. En este aspecto no se puede circunscribirla a una fecha so pena de perder la idea de proceso histórico y de continuidad en el tiempo.
Nos encontramos ante la imperiosa necesidad, más política que real, de tener un jubileo por la fecha, ya que en 1910 el gobierno del cordobés José Figueroa Alcorta hizo lo propio con una serie de actos y exposiciones que le trascendieron durante un siglo y la actual gestión nacional, al igual que la provincial y en escasa medida la municipal, en su megalomanía han ideado tirar “la casa por la ventana”, aunque esto signifique mayor desajuste económico.
Han pasado 100 años desde el Centenario y en muchos aspectos hay un una similitud entre ambos. En efecto, el actual gobierno nacional hace gala de su disociación con la realidad al igual que sucedía en la primera década del XX, eran aquellos años de fraude electorales, mientras que estos son de compra de voluntades mediante planes sociales o con las extorciones a las provincias de no envió de fondos que legítimamente le pertenecen; aquellos eran años de huelgas y disturbios sociales por las injusticias y marginaciones, estos exhiben idénticos resultados, con el agravante que estamos en un camino sinuoso que puede desembocar en una hiperinflación; aquellos eran años de sordera oficialista en especial ante los reclamos de los inmigrantes, estos en cambio son de hipoacusia respecto a los reclamos de la gran mayoría de la ciudadanía; en aquellos años se dictó la Ley de Defensa Social para poder perseguir a los militantes de izquierda, hoy los partidos que reclaman justicia y equidad son tildados de “golpistas”; aquellas tensiones desembocaron en un atentado al Teatro Colón el 26 de Junio, hoy son las instituciones democráticas las que sufren los embates de los personeros de la intolerancia como Luis D’lía.
Esta caótica realidad no es solamente atribuible a la ceguera oficialista nacional, si no que también esta instalada en la Provincia, en donde no se han realizado las más mínimas tareas de mantenimiento en la infraestructura en la última década y termina con colapsos en todos los órdenes; en donde la improvisación es moneda corriente, en donde no hay opción para nada que este por fuera de la verticalidad partidocrática.
En cuanto a lo municipal, el caos es total, jamás en la historia de La Falda hubo un gobierno como el actual que dilapidara no solo los fondos, sino el capital humano y que le diera la espalda al pueblo en sus reclamos como lo hace esta gestión.
En efecto, todo aquello que no sean “los amigos” no tiene cabida en esta gestión, no solo ha perseguido a los artistas locales, a los intelectuales, si no que ha descuidado el patrimonio cultural local de una manera impensada, superando ampliamente a los gobiernos de la dictadura y poniendo en peligro el futuro de nuestro pueblo.
Imbuido de la ceguera que aqueja a los gobernantes kirchneristas, convencido está de haber cambiado a La Falda y eso es correcto, solo que su estrabismo le hace creer que la cambió para bien, cuando es todo lo contrario.
Veamos, en cualquier parte del mundo en la que haya una mínima cuota de criterio, ante el escándalo por el robo de las piezas de un museo de nivel internacional, como el Ambato, que guardaba una colección de incalculable valor arqueológico y que él debía velar por su cuidado, un affaire de tamaña envergadura lo mínimo que debió haber suscitado es que renunciara el Secretario del Área Cultura (Turismo y Deporte) como respuesta ética ante el indisimulable alboroto que causó. Pero en el mundo del revés, en el que habita nuestro intendente, no hubo responsables por la omisión de los deberes de funcionario que se violaron.
Jamás la cultura estuvo tan desatendida a lo largo del casi siglo de existencia real como pueblo (12 de Septiembre de 1914-2014) aunque como me observara un atento faldense “eso es por que Uds. los ‘léidos’ no corren carreritas, si no serían todos culturosos”, siendo entonces ese el simple procedimiento para adquirir conocimientos y “no morir en el intento” será cuestión de salir a trotar nomás.
Se podrían escribir muchas páginas con los desaciertos que esta gestión tiene, pero nos alejaríamos de lo central, el Bicentenario, por ello la mejor figura para graficar esto es la de equiparar al Intendente con el contra revolucionario Liniers, al súper secretario con de la Concha, al “genio” financiero con Moreno, al contratista de espectáculos con el Obispo Orellana y al bochófilo con Allende. Sin embargo las coincidencias son más aún y pueden resumirse en una frase común, CLAMOR, una escrita por una mano anónima y la otra gritada por los anónimos vecinos de la atribulada ciudad.
Resulta entonces apropiado preguntarse ¿si ante tanto desatino gubernamental hay algo para festejar? Ya que al parecer no somos merecidos herederos de tan importante legado, toda vez que hemos traicionado no solo el mandato de la historia, sino lo que es peor, el de las urnas!
(*) Historiador - Periodista

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