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Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

jueves, 17 de julio de 2008

Fracaso del granpecista Aliverti, un concejal desupitado

La resistencia del bloque de la oposición y del concejal oficialista Rudolf Lescano al proyecto propuesto por el concejal Aliverti, logró modificarlo de modo tal que será inoperante para obstaculizar la participación ciudadana, como se pretendía.

Me lo dijo una tarde el Rengo Luis, y entonces descubrí que la realidad tiene otra dimensión posible.
Se sentó con dificultad en un banquito destartalado junto a la puerta abierta del Fitito. Intentaba auscultar de cerca, y probando manualmente, el mecanismo para levantar el vidrio. Tiraba de una cuerda mientras contaba como podaba los árboles, aflojaba de la otra, y maldecía una polea del mecanismo que no funcionaba. De repente, sosteniendo con sus manos una cuerda y una rueda metálica, miró desde abajo y dijo acá está, es esto.
-Qué cosa ¿se arregla?, pregunté yendo al grano de mi problema.
-Es esto, insistió sin énfasis, tranquilo, como autoafirmando su diagnóstico único y de hecho certero. Y ante mi asombro reveló: Es esto, mire. Está desupitado ¿Vé?.
La rueda metálica se había salido de eje, se había descentrado y, con ese corrimiento del eje, todo el mecanismo terminaba funcionando mal, cada parte se desacoplaba en cadena, hasta que finalmente todo el sistema se trabó.
Hasta entonces sabía que existía el upite, pero nunca había pensado en la idea de algo que fuera a desupitarse.
La que sigue es la breve historia de la aprobación de la norma que reglamenta las Audiencias Públicas ciudadanas, del debate por momentos elocuente y a veces delirado de los concejales de La Falda, de la trascendencia de mostrar lo que ocurre en la política de la ciudad, y de un concejal que se ha desupitado.

Cambiando las consideraciones
Apenas se inició el tratamiento del proyecto de ordenanza para reglamentar la participación ciudadana en las Audiencias Públicas, su autor, el concejal Iván Aquiles Aliverti, expresó que se habían cambiado unos pocos aspectos del proyecto original, sobre todo en el “considerando” que encabeza cada norma porque, afirmó envalentonado, “se ha intentado confundir a la gente a través de un medio local, diciendo que este proyecto, que es democrático, tiene en realidad la intención de restringir u obstaculizar la participación ciudadana. Y entonces, para que quede claro, he agregado en la primera parte, la siguiente frase: …Procurando una mayor participación ciudadana”.
Este cronista, que estaba solo y como único medio presente, sintió algo de pudor por las palabras de Aliverti al inicio del debate. Y por el hecho de que aquella única frase declamatoria fuera la modificación al mamotreto que intenta molestar y busca poner trabas a la participación de los vecinos. Aliberti propuso esa frase y, luego, quedaba todo igual, con las restricciones que ya se publicaron en Ecos. Replicando, el concejal radical de la oposición, Luis Kessler, dijo que “estaba fuera de lugar la mención a la prensa, que él había sido contactado la semana pasada por el cronista para solicitar su opinión (y no al revés, como afirmaba Aliberti), y que “no se puede, reglamentariamente, modificar el Considerando del proyecto, pero sí los artículos concretos”.
-No comparto en nada lo que ha manifestado, lanzó Aliberti cortante.
-Es que no hay nada que compartir, puesto que el reglamento impide modificar las consideraciones que dan origen a un proyecto, retrucaba Kessler en el primer cruce de una sesión recargada.

El miedo, ese mal consejero
Recién se iniciaba el tratamiento del tema, y ya se habían sacado chispas las bancadas.
Claudio Stevenof, concejal juecista por la oposición, tratando de encontrarle un sentido al proyecto reglamentarista, solicitó a Aliverti que explicara cuáles habían sido las falencias que observó en las Audiencias Públicas. En la última hubo unos 600 vecinos y no vimos ni un desorden ni nada raro, afirmó en referencia a la realizada por el Presupuesto Municipal de este año, en el Auditorio Municipal, y al fragor del debate público por la obra de gas natural que ocurría por esos días.
-Esto es para establecer normas para el funcionamiento de las Audiencias Públicas, responde sin responder Aliverti.
-Pero si tal cual se hicieron no hubo problemas, intentaba razonar la oposición.
-No comparto nada de lo que ha manifestado, otra vez, repetía, como único argumento el concejal que, momento a momento, mostraba su desupitado estado político.
Queriendo apurar el trámite, Aliberti reveló su segunda modificación a su propio proyecto original: “La norma se aplica en el Artículo 64 de la Carta Orgánica Municipal”, soltó.
-Ahí estaba la trampa, este es el ancho de espadas que tenía Aliverti en la manga, se indignó Kessler haciendo analogía con el Truco. Resulta que el proyecto original textualmente refería a las Audiencias Públicas de los artículos 178 y 179 de la Carta Orgánica Municipal (COM). Estas audiencias son las solicitadas por los ciudadanos o el Intendente, sobre un tema puntual. Pero no estaban mencionadas las Audiencias Públicas obligatorias, que establece la COM en su art.14, que son por ejemplo las del presupuesto anual municipal, o las licitaciones de obras y servicios, como la obra del gas. Ahora, el oficialismo mostraba su real intención, buscando entorpecer las audiencias obligatorias, las que no puede eludir cada año o ante cada obra o concesión importante, donde se involucra una masa de dinero público considerable que requiere, precisamente, del control ciudadano. Y toda esta reglamentación viene de pronto con apuro, luego de trece años de audiencias respetuosas, ordenadas razonablemente, donde lo importante es lo que opina o aporta el vecino, sin más condición.
Como se sabe, las opiniones y sugerencias de los vecinos en las audiencias no son vinculantes. Esto quedó claro en la del Auditorio, donde a pesar de las propuestas concretas realizadas, y que daban un marco de racionalidad por ejemplo al régimen de compras municipal, no fueron tomadas en cuenta por el oficialismo, promulgando el Gran Pez una ordenanza que le permite casi triplicar los montos de compra directa que tiene la Municipalidad de la ciudad de Córdoba.
-Ustedes no van a cambiar algo porque lo propongan los vecinos, ya lo demostraron, aseguró Kessler. Ustedes tienen miedo al debate, a lo que se diga en las audiencias. Esta es la ordenanza del miedo.
- Pero bueno, que vengan y que nos puteen, ja,ja,ja, grito exaltado el concejal desupitado.

La razón esquivando y la mayoría aplicando
Todas estas cosas se dijeron los concejales y aún no se había iniciado el análisis artículo por artículo de la reglamentación que se pretendía aprobar. Pero como la cosa venía para el debate, Aliverti propuso la primera moción de orden: Como la oposición evidentemente no está de acuerdo con el proyecto, propongo que se vote todo de una vez y listo… así no perdemos más tiempo.
El tiempo que no quería perder el granpecista Aliverti no era otro que el que se debía dedicar a debatir una norma que reglamentaría, por ordenanza, la forma de participación ciudadana en las asambleas públicas. Así volvía a poner en evidencia su nula voluntad de debate, de confrontación de ideas. En la nota que envió a este medio, publicada la semana pasada, Aliverti nos informa que la nuestra no es una democracia directa, como ocurría en los orígenes atenienses. Pero olvida que aquél inicio de la democracia moderna respetaba el debate abierto por considerar que “de la discusión saldrá la luz”. De lo contrario, si no hay debate, si no se discuten con argumentos los temas de interés común, la oscuridad gana espacio en las acciones de los gobiernos, como el que muy bien representan en el Concejo Deliberante, especialmente, Aliverti y el titular del Cuerpo, el viceintendente Francisco “Pancho” Mendieta.

El problema Rudolf
Con ese clima de imposición del número, intentaron avanzar rápidamente los dos granpecistas. Pero algo ocurrió cuando se debió debatir artículo por artículo. Tras la lectura de cada uno para su aprobación o rechazo, se hacían evidentes las intenciones de limitar la participación, a tal punto que el bloque comenzó a resquebrajarse cuando el oficialista díscolo Rudolf Lescano se plantó ante otro mamarracho. Aliverti proponía, y Mendieta apoyaba, que quien no tuviera domicilio de La Falda en su DNI, no podía hablar, ni siquiera participar de una Audiencia. Entonces, otro debate y otra muestra de los argumentos hilarantes.
Lescano intentó razonar: Puede haber personas que tengan comercio en la ciudad, pero su domicilio en otra. Que participan de la vida social y son contribuyentes. Sin embargo, con esta condición no podrían opinar.
-El que viene a hacer un negocio le importa tres pepinos La Falda, desvarió Aliverti, como si la suerte de la ciudad no afectara la vida y la actividad de cada integrante.
-Bueno, no creo. Habría que agregar que se puede participar demostrando que se es contribuyente, propuso Lescano, para hacer más amplia y participativa, de eso se trata, cualquier Audiencia.
-No, no, refutó Mendieta. Nosotros legislamos sólo para los ciudadanos de La Falda.
-Pero eso que acaba de decir es una barbaridad, se enfureció otra vez Kessler. Es una burrada, es como decir que a un extranjero no lo alcanzan las leyes nacionales cuando está en el país, bramó, y otra vez la escena repetida de cruces verbales. Pero en esta como en otras ocasiones, la decisiva opinión de Lescano, apoyado en varias ocasiones por la oficialista Susana Tuzio, logró desdibujar la mayoría automática pavota que suele imponerse. En conclusión, el proyecto fue imposible de sostener racionalmente en su articulado y, como consecuencia, sufrió muchísimas modificaciones. Tantas, que dieron por tierra con la intención de obstaculizar la participación.

La luz en el escenario político
Los granpecistas Aliverti y Mendieta no lograron el objetivo manifiesto de votar de una vez y al inicio del tratamiento, a todo o nada, sabiendo que cuentan con amplia mayoría.
La hagamos corta, repetía Aliverti.
Votemos y listo, insistía Mendieta.
Ambos dieron muestra de una mediocridad política brutal, que sin embargo no explica por qué estas personas, que hace casi dos décadas cobran sueldos del Estado, desprecian tan naturalmente las opiniones de los otros, menoscabando todo sentido de participación política y avergonzando el sentido común de cualquier vecino.
Más que nunca me vino clara la idea del pensador mejicano Aguilar Camín al definir la tarea de la prensa en relación a la política de la ciudad, como la de un reflector que alumbra las mesas donde se debate el destino colectivo.
Tal vez sin la solitaria presencia de Ecos en la sesión pasada, cuando se terminó aprobando el proyecto con todas las reformas, la discusión nunca hubiese siquiera iniciado.
Aliverti dice dos pavadas como fundamento, Mendieta agrego otra, pide que se vote, y a cantarle a Gardel, que se viene el Festival del Tango.
A estos concejales es difícil calificarlos. No hay argumentos para razonar y confrontar. Más bien estamos ante la presencia de un Vice Intendente que no agrega nada, y un concejal que parece se ha desupitado.

Gracias Luis por regalarnos un verbo genial, nacido del upite, el tradicional sustantivo cordobés.

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