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Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

viernes, 4 de diciembre de 2015

Un viaje a la Laguna de Los Porongos

Por Alberto E. Moro

Tres ciudadanos de La Falda concurrimos a la bella localidad de Miramar, ciudad costera de la famosa y muy grande laguna conocida como Mar Chiquita, para asistir a la Reunión de Institutos de Estudios Históricos de Córdoba (RIEHC) que se celebraba allí, en representación de la Junta Municipal de Historia de La Falda. Los días 4 y 5 de Setiembre del presente año 2015.
El Prof. Rubén Rubio, Presidente de la Junta, informará sobre los aspectos institucionales a las autoridades y al pueblo faldense, quedando a cargo de este escriba, miembro de número de la misma, algunos pormenores que detallamos en esta nota para información de los lectores de Ecos de Punilla. Destacamos la inmejorable actitud del Sr. Héctor Pecile, también integrante de la Junta, quien generosamente puso su automóvil a disposición para disminuir costos.
Al parecer, este gran espejo de agua denominado Laguna de los Porongos en épocas de la conquista, se formó en tiempos remotos, hace alrededor de 10.000 años, cuando un cataclismo elevó los bordes del territorio, impidiendo así el desagüe de ríos que antes lo hacían en el Paraná, y ahora se ven obligados a volcar su caudal en el Mar de Ansenuza, denominación con la que también se lo conoce, por ser el toponímico que le aplicaban los indígenas que habitaban las inmediaciones.
Se trata de una superficie lacustre del tipo “endorreica” cuya extensión aproximada es muy variable pues depende del caudal de los ríos que en ella desembocan, pero según se nos ha informado, oscila alrededor de los 80 Km., tanto de Este a Oeste como de Norte a Sur. Su profundidad, también variable desde luego y por las mismas razones, está entre los 4 y los 8 metros. Su base es arcillosa, lo que dificulta la absorción de las aguas, que solo se eliminan por evaporación.
De muy elevada salinidad, similar y en ocasiones superior al conocido Mar Muerto del Medio Oriente, no solo permite flotar cómodamente a los bañistas, sino que esa propiedad no la hace apta para los peces fluviales como el pejerrey que podrían habitarla. Cuando la salinidad baja por mayor afluencia de los ríos, pueden en ocasiones pescarse estos animales. Sus afluentes son el Río Dulce, el Río Primero (Suquía), y el Río Segundo (Xanaes), y cuando más caudal traen los mismos, más disminuye la salinidad de la laguna, y viceversa, desde luego.
La elevada salinidad no es un impedimento, en cambio, para un crustáceo (foto) que es el alimento predilecto para los flamencos que ocasionalmente anidan cada temporada en la laguna, y que son junto a una gran diversidad faunística, las aves emblemáticas del lugar, para ver las cuales hay un servicio de “gomones” con motor fuera de borda que llevan a los turistas interesados, a la par que los ilustran con nociones geológicas, zoológicas y botánicas sobre en entorno natural que se está visitando. Hay también una gran variedad de reptiles y aves, 330 de estas últimas, y algunos mamíferos en peligro de extinción, como el Aguará-Guazú, un cánido cuyo hábitat son los humedales de Argentina.
De interés histórico fue visitar el Gran Hotel Viena, erigido en la década del 30, que guarda un cierto paralelismo con el Hotel Edén de La Falda, ya que fue fundado algo más tarde por un matrimonio germano (él)-austríaco (ella) al parecer amigos de los Eichorn, y tuvo su época de esplendor no sin sobresaltos, antes de ser devastado por la gran inundación de los ochenta que afectó hace algunos años la ciudad, que quedó en gran parte sumergida.
Es notable observar como esta pequeña ciudad muy gráficamente llamada Miramar, con su bella y nueva avenida costanera, que aparece casi despoblada los días hábiles, se llena de automóviles y turistas los fines de semana, atiborrándose los hoteles y restaurantes, asemejando una ciudad marítima en plena temporada. Presumimos que ello ocurre porque la gente de campo de esa fértil región agrícolo-ganadera hace su week-end en la localidad, donde además de la belleza del paisaje, ¡se come muy bien!
Un poco de historia
Es conocida e imaginable la dificultad que tuvieron los exploradores del nuevo mundo para adjudicar nombres a sus hallazgos geográficos, ya que desconocían el lenguaje de los aborígenes.
Visitando el Museo “Aníbal Montes” (*) de la localidad de Miramar, que cuenta con entusiastas y versados guías, hemos visto reproducciones de mapas antiguos de la región. En uno de ellos, del año 1683 titulado “PARAGUAY”, y al parecer obra de un tal N. Sanson, al lugar se lo denominaba Laguna de Los Porongos, que es un fruto gigantesco de corteza dura que hemos visto alguna vez, que al ser vaciado serviría presumiblemente como recipiente de usos múltiples, y que debía naturalmente prosperar en los alrededores, justificando así ese antigua denominación.
En ese mismo mapa cuya extensión representada excedía ampliamente a la laguna, se hallaban inscriptos los nombre de los grupos humanos que habitaban la región ampliada, entre los cuales recordamos a los Diaguitas, Timbúes, Quelarcas, Cigais, Mepenes y Mequaretás (aproximadamente así estaban escritos), seguramente junto a muchas otras etnias no identificadas entonces, cuando apenas habían pasado 191 años del desembarco de Colón en la Isla Española del Caribe.
Tanto no estaban claras las cosas entonces, que –como hemos visto- el autor del mapa ubicaba estas regiones argentinas dentro de un conjunto llamado Paraguay, y que hoy es el nombre que lleva tan solo la vecina nación hermana del norte de nuestro país.
En otro mapa que hemos visto en el museo mencionado, del año 1789, titulado como “CHACO”, obra de un sacerdote llamado Camaño, sigue apareciendo la región de la laguna como Laguna de Los Porongos.
Andando el tiempo, ya nos encontramos con otro mapa del año 1865, del francés Martín de Moussy, contratado como geógrafo por el Presidente Justo José de Urquiza, en el cual sigue llamándose a ese lugar Laguna de Los Porongos, pero esta vez con el agregado de un acotación en su idioma: “Le petite mére” (El pequeño mar). De allí surge, probablemente, la denominación posterior de “Mar Chiquita”, a cuya vera está hoy la ciudad de Miramar, en la cual hemos estado en el viaje cuya finalidad y excelentes resultados relatará seguramente el Presidente de la Junta Municipal de Historia de La Falda.

(*) Aníbal Montes, junto a Rex González, han sido importantes arqueólogos preocupados por desentrañar el pasado de las culturas aborígenes de la Provincia de Córdoba.

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