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Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

jueves, 17 de diciembre de 2015

La Falda, en agosto de 1945, a través de los ojos de Juan… y María Esther

Por Rubén Rubio

El Centro de Empleados de Comercio de La Falda, en agosto, cumplió 70 años. A su pedido, se hizo este breve cuento imaginado pero con datos fidedignos. Fue publicado gentilmente en la Revista del C.E.C La Falda

Hacía frio, y además lloviznaba. Lo había leído en La Voz del Interior y lo había advertido la Propaladora Reflejos: fin de semana fresco a frío con lloviznas suaves. Pero esa información a él no le importaba mucho. La sangre y corazón de Juan, un joven de 26 años latían por River, que punteaba el campeonato nacional pero aún más, por la figura, ojos, sonrisa de María Esther.

Es que esos días de fines de agosto de 1945, eran días bravos, agitados. En realidad, desde algunos meses se habían acelerado los acontecimientos: las noticias internacionales habían señalado el fin de la Segunda Guerra Mundial, con la caída de Berlín (mayo 1945) y el espanto de las bombas arrojadas por aviones estadounidenses sobre Hiroshima y Nagasaki (principios de agosto de 1945). El nazi fascismo había sido derrotado y eso había provocado el festejo en las calles de La Falda, pese al estado de sitio.

Juan, santafesino, radicado en la localidad serrana desde hacía un año, bajó lentamente ese domingo 26 de agosto por el camino provincial hacia Pampa de Olaen, desde su casita alquilada (compartida con dos amigos más) en Alto del Gigante. Vivienda modesta, como las otras del barrio, pero que podía pagar, pese al alto costo de vida, con su sueldo de empleado en la Casa Morales, donde don León, su dueño, le había ofrecido trabajo dado que Juan tenía experiencia en electricidad y aparatos de radio. Además, tenía cerca de su casa las canchas de futbol de los clubes Atlético La Falda y Güemes, para ver algunos partidos locales (y algunas trifulcas), además de pelotear un rato con los muchachos los sábados a la tarde, pues se respetaba el “sábado inglés”, que desde la década del 30 tanto había luchado en Córdoba el Centro de Empleados de Comercio.

Caminó con cierta prisa, atravesó el Camino Nacional, notando la belleza del edificio del Hotel El Prado, (con su famosa agua mineral) ahora en manos de los sucesores de don Ricardo Bancalari, quien había sido concejal según le había comentado. También, la Hostería Capri, del dinámico Francisco Strazza y su señora, quienes ofrecían comida meridional, con su mini terraza que daba al Camino Nacional. La Capillense que se dirigía al norte, le advirtió que serían cerca de las 10, y que debía llegar hasta la capilla del Sagrado Corazón de Jesús, en la Avenida Eden, al 900, si quería ver salir de misa a María Esther. El Padre Eduardo Benassi era muy estricto en la puntualidad, como en la atención de los fieles. Había sido una gran noticia para el pueblo, no sólo la creación de la parroquia desde 1943, sino que en abril de 1945, la Sra. Nelly Copello viuda de Laplacette, con su importantísima contribución, permitió la colocación de la piedra fundamental del nuevo templo parroquial, frente a la manzana que en julio de ese año, había donado Edén S.A. para la nueva plaza. No había sido menos la generosidad de Don José Ferrarini, al donar el busto del Gral. San Martín para la futura plaza.

Apuró el paso. Llegó hasta el hermoso edificio del Automóvil Club Argentino, punto de confluencia entre el Camino Nacional y Avenida Eden. Allí notó, también en las estaciones de servicio de combustible de Antonio Kuderna y de R. Mogni, la afluencia de automóviles y camiones, dada la escasez de combustible y el racionamiento, a través de vales autorizados, para surtirse de nafta. Juan no tenía ese problema: ni soñaba con un auto. Sí con María Esther… Llegó a la intersección de Avenida Eden y la Diagonal; allí observó el hermoso edificio de uno de los miembros de Edén S.A., Don Luis G. Zanni y su hermano Enrique; al frente, la casa familiar y consultorio del amable médico Salomón Meirovich, también presidente de la Biblioteca Popular Sarmiento. Se comentaba en el pueblo, además, que él y un grupo de entusiastas vecinos hacían gestiones para la creación de un Liceo de Estudios Secundarios, dado que los alumnos al terminar su ciclo primario no podían continuar estudios o debían viajar a Cosquín. Desde esa esquina, pudo ver el primer edificio de departamentos a renta de Jesús Fernández Novoa, en Diagonal San Martín y Sarmiento, ya en finalización; había sido proyectado por el arquitecto Edmundo Klein y construido por Donato Gonano e Hijo, y ellos, desde Casa Morales, le habían realizado la instalación eléctrica.

Al pasar frente al Cine Avenida, no pudo dejar de recordar que el feriado del 17 de agosto, había ido allí con María Esther, su tía y una prima, para ver la película filmada en La Falda: “Una mujer sin importancia”, con Mecha Ortiz y Santiago Gómez Cou. Uno de sus compañeros de casa alquilada, le dijo que María Esther había sido llamada como extra en la película. Cuando se lo preguntó, ella sonrojada, no lo negó pero tampoco lo afirmó. Esa timidez, esa mirada de María Esther, aún cuando la había invitado para ese domingo 26 a la tarde para tomar un ice cream soda o un refresco en el Bar “La Lácteo” (Estilo Americano), de Avenida Edén 185, lo tenía enamorado.

Apresuró su caminar. Desde la tercera cuadra de la Avenida Eden, las construcciones disminuían: a su paso rápido pudo ver la Oficina de la Propaladora y Periódico Reflejos, de don Pedro Martelli (Av Eden 259), la Exposición “La Central”, de Luis Montalbetti, con sus muestras de pieles, quillangos, alfombras en Av. Eden 282, la Casa “Carioca” de tostación de café y venta de buenos vinos (Av. Eden 280), la Oficina Jurídica Contable “La Falda” del contador Pedro Fierro y del abogado David Carreras (Av. Edén 273). Pensó en el veloz crecimiento del pueblo que había elegido para vivir, con loteos como los del Barrio Parque Jardín, de Juan M. Jan, con un estilo señorial que no permitía negocios entre sus residencias; o las de Villa El Dominador a cargo de José Munaiz de Brea, o de los “Villa Caprichosa”, cuyos lotes eran vendidos por doña Severa Gómez de Nardi, a media cuadra del Hotel Sabatini, en la avenida Córdoba Norte, camino nacional hacia Valle Hermoso. Es que La Falda había congregado numerosos comercios y hoteles, pensiones, confiterías todos para el turismo. Y si bien la Avenida Edén reinaba como calle principal de encuentro, la 9 de Julio, con varios negocios y las avenídas Córdoba Norte (hacia Huerta Grande) y Córdoba Sud (hacia Valle Hermoso) tenían un movimiento interesante.

Pero más le interesaba llegar a la salida de misa; la capillita de piedra aquella construida por quien fuera el primer intendente Juan Jorge Copello, estaba colmada. Llegó jadeando, dado que la zona residencial de Villa Eden, estaba en leve subida y salpicada de regias propiedades de familias importantes de Rosario y Buenos Aires. Cuando finalizó la misa, pudo ver a María Esther, siempre acompañada por la tía, ya que ambas trabajaban en Zapatería “La Serranita”, de Antonio Strzinar, en 9 de Julio 19, muy cerca de la sucursal del Banco Provincia de Córdoba. Ella, tímida pero con ganas, se acercó a saludarlo. La tía, de lejos, no quitaba la vista de la pareja. Convinieron en encontrarse a las cinco de la tarde, en el Bar “La Lácteo”, porque luego él quería concurrir a una reunión, al que había sido invitado, para analizar la creación de una filial del Centro de Empleados de Comercio de La Falda y de poblaciones del norte del Valle de Punilla. El fresco casi frío de esa mañana, se trocó en un cálido asombro, cuando ella, a manera de despedida, le dio un beso en la mejilla. A partir de ese momento, Juan sintió que su corazón le latía más fuerte que los goles de River, más que los comentarios de la inestabilidad política municipal por esos días sin interventor, mucho más aún que la curiosidad por ver, aunque de lejos, a los miembros de la embajada japonesa alojados en el Eden Hotel…Juan, con ese beso de María Esther en su mejilla, tenía la convicción que su vida había dado un giro fundamental….





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