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Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

sábado, 18 de abril de 2015

El fin del Comunismo en América

Por Alberto E. Moro

Ya hemos reflexionado, en este mismo periódico, acerca de anteriores cumbres hemisféricas, una de ellas en la Argentina donde el mundo supo de los papelones de que es capaz el gobierno de los KK en sus vertientes masculina y femenina, de antes y de ahora. Otras, no menos anodinas que también hemos comentado, no dejaron más que bellas palabras, sin resolverse prácticamente ningún conflicto. Eso ha cambiado.
La actual Cumbre de Panamá, que aún no ha finalizado cuando esto se escribe, se ha caracterizado, y así se lo recordará, por un hecho trascendental que cambiará las relaciones entre los países del norte y los del sur; o al menos eso esperamos. Por de pronto la reunión a todas luces amistosa de los presidentes de Cuba y Estados Unidos, Barack Obama y Raúl Castro, rompe con una incomunicación de 50 años (¡Medio siglo!) entre esas dos naciones americanas, a causa de una ya vieja historia emparentada con la personalidad recalcitrante y aviesa de Fidel Castro, viejo líder barbado siempre disfrazado de militar, lo que no era, y cuyo tiránico accionar le hizo perder el tren de la historia al sufrido pueblo cubano sometiéndolo a sus designios autoritarios.
Cuba era el último bastión del comunismo en América, y tal como sus hermanos de otras regiones del mundo entre las cuales se destaca la Unión Soviética, terminó cocinado en su propia salsa ideológica, con un pueblo reprimido ferozmente que pide a gritos un poco de libertad, asfixiado económicamente, boqueando y clamando por una ayuda que al parecer solo puede prestarle su archi-enemigo “imperialista”. Este nefasto régimen dictatorial, que con su “foquismo” mandó a la muerte a muchos ingenuos “jóvenes idealistas” de América Latina solo pudo sostenerse gracias a las cuantiosas limosnas que mendigaba a la Unión Soviética primero, y más tarde a Venezuela. La URSS colapsó y Venezuela está en bancarrota por la acción de un pseudo-líder que está por caerse de Maduro. Ninguno de esos Mecenas está ahora, por lo que los “dueños” del país se han visto obligados “a tirar la escupidera” con su enemigo favorito, los Estados Unidos, nación que dista mucho de ser perfecta, pero puede ostentar el hecho de ser la más antigua democracia del mundo, que luce sin interrupciones desde su constitución en 1787, logro que estamos muy lejos de haber sabido imitar.
No será fácil, sin embargo, que la Nomenklatura cubana adoctrinada y privilegiada durante tantos años, haga de inmediato un giro copernicano para ser un país normal, como reclaman sus habitantes. Tampoco le será fácil al gobierno del demócrata Obama, parlamentariamente dominado por la oposición republicana, y socialmente acosado por la disidencia cubana que vive en Miami que no quiere los cambios, hacer lo que se reclama para el desarme de los espíritus.
Al parecer, ya muchas de las medidas coercitivas aplicadas por el gobierno norteamericano se han aflojado, pero queda por dejar sin efecto el bloqueo relativo a los negocios con Cuba, que debe ser revisado por el Capitolio. Conviene aclarar que el tan meneado bloqueo, usado hasta el hartazgo por Fidel Castro para justificar los fracasos del gobierno cubano, jamás fue un bloqueo con el sentido de totalidad que se le da a la palabra. Nunca hubo naves ni aviones norteamericanos impidiendo a Cuba comerciar con el mundo. Solo se trató de un impedimento para que los ciudadanos norteamericanos hicieran negocios con ese país. Pero los Castro, como todos los dictadores latinoamericanos, o aspirantes a serlo, siempre le echaron la culpa a los Estados Unidos de sus propios fracasos. En la Argentina tenemos una lamentable y larga experiencia en esas tácticas del “yo no fui”, “no tenemos nada que ver”, o “la culpa la tiene el imperio”. Así está sucediendo ahora mismo, y nuestra Presidente no se privó de hacer su show en esta ocasión quedando, como siempre, en el más absoluto ridículo, aumentando así la irrelevancia internacional de Argentina que su esposo y ella misma han generado. Y sin darse cuenta, en su soberbia, que hasta Maduro acalló sus gritos y trató de hacer buena letra en esta ocasión. Se acabó la excusa de imperialismo. Ahora tienen que afrontar sus propios errores y mentiras. En Cuba, en Venezuela, y en la Argentina también.
Cuando el filósofo y pensador alemán Karl Marx desenmascaró con su trabajo la ignominiosa explotación de los obreros al comienzo de la era industrial, abogaba por encumbrar en los gobiernos una nueva clase dirigente que fuera limpia, desinteresada, humanista en sus intenciones, y que distribuyera equitativamente lo que hoy los economistas llaman el “producto bruto nacional”. Se ha demostrado largamente que esa utopía no funcionó pues las flaquezas humanas siempre hacen su aparición cuando una persona, o bien un grupo, ostenta demasiado poder. No contaba con la ambición desmedida, el afán de poder por el poder mismo, ni con el mesianismo fanático de los revolucionarios en beneficio propio, que intentarían perpetuarse disfrutando las mieles del poder, aún sojuzgando, torturando, encerrando, y matando a sus propios pueblos, generalmente sometidos a la escasez o a la hambruna por la ineptitud de los jerarcas que fueron encumbrados sin estudios ni preparación alguna para enfrentar tamañas responsabilidades. No alcanza con la “dictadura del proletariado”. Es necesario el gobierno de los más inteligentes y de los extremadamente honestos, cosa que no suele proveer la democracia ni mucho menos, los gobiernos autoritarios.
Tomen nota los ex comunistas vernáculos que creen haberse “aggiornado” no hablando más de comunismo y afiliándose al Kircherismo, comiéndose el cuento de que ese grupúsculo de obsecuentes enriquecidos es “de izquierda”, aunque vivan y despojen al pueblo como la derecha más abusadora… ¿Es que alguien que no sea infradotado puede creer que CFK y sus secuaces sean de izquierda y realmente les interese luchar contra la pobreza desde la cual extraen sus votos a través de la prebenda y la dádiva? ¿Nadie ha observado el alevoso enriquecimiento de los Kirchner y su banda de cómplices aplaudidores? ¿Alguien puede dudar de que ese enriquecimiento súbito es ilícito, imposible de alcanzar por vías normales, y está basado en el saqueo de los fondos de Estado Argentino que nos pertenecen a todos?
Vayan sabiendo, por si no lo han descubierto todavía, que la igualdad absoluta y la libertad, no son una pareja, mal que les pese a los franceses que tomaron La Bastilla… Solo es el bello sueño de un amor imposible. La igualdad, que siempre significa nivelar para abajo, solo puede imponerse por la fuerza, como lo han demostrado largamente todos los regímenes que siendo feroces dictaduras, se vanaglorian de ser de izquierda. Y éste va a ser el análisis que les obsequiaré en el próximo número a mis sufridos lectores diestros y siniestros.


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