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Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

sábado, 17 de enero de 2015

¿Por qué matan a periodistas? ¿Por qué mueren niños por causas sociales?

Horas antes que comenzaran a llegar las primeras noticias de lo acontecido en Francia con el brutal asesinato de 12 periodistas y caricaturistas del semanario satírico de izquierda Charlie Hebdo, por fanatizados integrantes de un grupo islamita mientras gritaban “Dios es Grande”, re-envié un mail a los apreciados periodistas locales con quienes habitualmente comparto información, tanto sobre temas de salud como de DDHH. El mail lo titulé Una profesión peligrosa, pero el verdadero título de la agencia ARGENPRES era “31 comunicadores y trabajadores de prensa asesinados en América Latina y el Caribe: ¿quién los mata, por qué y para qué?". Lo firmaba Ernesto Carmona Presidente de la, Comisión Investigadora de Atentados a Periodistas (CIAP), y miembro de la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP). En ese informe uno puede leer los nombres de las 31 víctimas y se lamenta de que “ciertas fuentes y grandes medios estiman que la muerte de un periodista ya no hace noticia y reportan cifras muy inferiores”. Y continúa: la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), que agrupa a los dueños de grandes periódicos de EEUU y América Latina, reportó sólo 19 asesinatos en la región y 60 a escala mundial. Y viene entonces la pregunta ¿Quién mata a los periodistas de la región? Los verdugos generalmente son sicarios pagados por fuerzas fácticas ocultas, ligadas al poder político local y/o nacional y a la vasta corporación del delito: narcotráfico, contrabando, tráfico humano, terrófagos o afines. Pocos se atreven a señalar a los autores intelectuales en la sombra, precisamente porque les puede costar la vida. Por terrófagos llegué a entender que se refiere a apropiadores de tierras ajenas y seguramente se vincula a los métodos que en varios países de la región se usan para expulsar a los campesinos o pueblos originales de su bien más preciado, luego de sus vidas.
La respuesta de la población francesa y del mundo en general es y fue contundente ante un crimen que podría llevar a los “isalamofóbicos” a una escalada imparable y con graves consecuencias, que generalmente afectarían los ya más excluidos y discriminados residentes europeos de origen mayoritariamente argelino o de otros países de Asia o África. Las fotos muestran millones de manifestantes y los medios miles de declaraciones de repudio por el atentado y análisis muy ricos en datos históricos, filosóficos, macroeconómicos, religiosos, etc., que pretenden llegar al “meollo” de la cuestión: ¿por qué? y ¿qué hacer? desde donde estamos en bien de la paz y la convivencia de culturas y religiones diversas dentro de un mundo donde el conflicto, solo sirve a los sectores más derechizados y militaristas del orbe. Aldo Ferrer, ex embajador en Francia lo dice con claridad “la pobreza extrema y la ausencia de oportunidades de mejora social, educación y calidad de vida constituyen el factor fundamental que impulsa el terrorismo e impide resolver, por la vía de la negociación y la paz, los conflictos en el interior del mundo islámico y la proyección del drama al resto del mundo”.
Mi pregunta es si se podría desarrollar un repudio semejante para con los asesinos de periodistas latinoamericanos? En nuestro caso no es un asesinato masivo sino y parafraseando a Zafaroni, “es una violencia a cuenta gotas”. Los países más golpeados siguen siendo México, Centro América, Brasil y Paraguay. Afortunadamente nuestro país no figura en esa macabra lista, pero no nos excluye de pronunciarnos con tanta o mayor indignación que la que se tiene ante lo acontecido en Europa. Las 31 muertes ofenden a la Libertad de Prensa y justificaríamos que usáramos la misma afirmación “todos somos CIAP o FELAP” tanto como que “todos somos Charlie”, si pretendemos ser y permanecer coherentes en defensa de las libertades tan costosamente re-conquistadas con el retorno de la democracia luego de oscuras dictaduras y excluyentes modelos neo liberales en nuestra “casa grande” indo-latino-americana.
Simultáneamente llega otra terrible noticia: El niño de la comunidad Qom, Néstor Femenía, de 7 años, murió ayer martes tras una larga agonía generada por diversas patologías pero, principalmente, por su organismo extremadamente debilitado a causa de la desnutrición crónica. Néstor venía luchando a contrarreloj para sobrevivir desde octubre de 2014. Padecía Tuberculosis que le habría contagiado su abuela, la que ya estaría curada. La muerte de un niño en Argentina por desnutrición-TBC indigna y más aún porque hay claros antecedentes de que ambos problemas forman parte de una estrategia preventiva que a nivel nacional o mundial cuenta con sólidos antecedentes científicos y sanitarios. Profesionalmente me tocó atender, en otra época, muchos niños con TBC y efectivamente, algunos de ellos fueron contagiados por sus abuelos, tosedores crónicos, que no tenían adecuada atención médica. Muchos abuelos conocieron su enfermedad y se trataron gracias al diagnóstico que se le hizo a su nieto/a. Sé lo que es la muerte de un hijo, sé lo que se siente cuando se trata de una muerte evitable y cuanto afecta a los miembros del equipo de salud y a toda la sociedad. ¿El agente causal de la TBC, el bacilo de Koch, resistente a los ácidos y al alcohol es el responsable único o principal de la muerte de Néstor? Era un bacilo resistente a los antibióticos? No lo sé. Pero recuerdo las palabras de un gran sanitarista argentino, el más grande seguramente, Ramón Carrillo y su famosa expresión: “frente a las enfermedades que genera la miseria, frente a la tristeza, la angustia y el infortunio social de los pueblos, los microbios, como causa de enfermedad, son pobres causas”. En nuestro país se viene desarrollando junto a planes sociales como la AUH y bajo la mirada de la OMS una estrategia terapéutica que se denomina “tratamiento supervisado” que busca asegurar la adherencia al tratamiento en base a agentes de salud que casa por casa tienen que comprobar que cada paciente lo reciba. En el último Congreso de Pediatría Ambulatoria los autores de una importante investigación nacional encontraban que el cumplimiento llegaba al 50%. No hubo abandonos en Catamarca, La Pampa, La Rioja, Mendoza, San Juan, San Luis y Tierra del Fuego; pero el abandono fue 21,5% (14,9; 28,1) en Ciudad de Buenos Aires y 20,9% (18,9; 22,9) en provincia de Buenos Aires. No figura en el informe el Chaco. La Directora del Hospital que lo atendía expresó que sí se lo brindaba… pero había algo más, miseria, otras enfermedades, desnutrición severa (que por aquí hace tiempo que no veo salvo por otras causas patológicas), abandono, falta de asimilación e integración de pautas culturales… Vuelvo entonces a R. Carrillo: “los problemas de la medicina como rama del estado, no pueden resolverse si la política sanitaria no está respaldada por una política social. Del mismo modo que no puede haber una política social sin una economía organizada en beneficio de la mayoría”. Volvemos entonces a problemas de fondo que afectan a nuestra niñez en Argentina y Latino América, la región más desigual en ingresos de un mundo donde los más ricos de los ricos, ese 1%, decide con sus juegos maquiavélicos de esa timba llamada “mercado”, lo que va a pasar con la salud de millones de “descartables” al decir del Papa Francisco, o de los “olvidados de la tierra”, de los “marginados”. Hay políticos, sanitaristas, militantes de causas sociales de por medio que elevarán su voz. Pero un niño, Néstor, ya no la tiene. Aquí cerca en Bialet Massé, murió ahorcada hace un año una niña de 15 años y ahora sabemos que había sido abusada y prostituida con la complicidad parental al igual que otras niñas. Su hermano y 2 niños más están retenidos en el Complejo Esperanza por el asesinato de 2 ancianos. En la Voz, Juan Federico culmina su artículo del 11/1/15 con estas palabras: “En Bialet Massé, un pueblo donde todos se conocen, ¿acaso nadie se percató antes de la manera precaria en la que varios chicos y más grandes sobreviven cada día en Sucho Huayco, y de los peligros que los acechan?”. Nos falta bastante, aquí en Punilla, si queremos niños más protegidos. Karina Lucero no se equivoca con su carta-grito publicada hace 7 días en ECOS. Levantemos “las voces todas” entonces, ¡y ahora!.
Benjamín Malamud

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