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Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

viernes, 2 de enero de 2015

Los cielos lloraron Murió el Poeta Daniel Salzano

Por Alfredo Ferrarassi

El 24, en horas de la mañana, con la voz entrecortada por el llanto Rebeca Bortoletto anunciaba por Radio Mitre que el gran escritor y poeta Daniel Salzano había muerto hacía unos minutos. Juro que jamás escuchamos a nadie en una radio anunciar una noticia con semejante carga emocional, con el dolor que trascendía el “éter” y se podía palpar a pesar de la distancia que nos separan de los estudio en el Cerro de las Rosas.
Tal vez al hablar de temas que no son los que habitualmente hacemos, debamos pedir permiso a aquellos que han descubierto “sus cualidades periodísticas” y pasen a engrosar la pléyade de los “multifunción” locales y así mismo de aquellos que “están para dar el salto” hacia cualquier temática, incluida coquetear con la propia Clío, sin ruborizarse porque todo les queda holgado, pero claro ello es otro problema y hoy el tema central es el poeta de la gente, el que prosa y versos canta y defiende los bienes patrimoniales del pueblo.
Córdoba de la Nueva Andalucía, aquella que nació por la desobediencia de don Jerónimo Luis de Cabrera, la que tuvo en Fray Luis de Tejeda al primer poeta argentino, la que continúo con el genial Leopoldo Lugones y sus Romances de Río Seco (juzgamos su pluma y la aprobamos, no su “Hora de la Espada”), Don Arturo Capdevila y su Córdoba de las Campanas, la afilada pluma de Deodoro Roca y su “Manifiesto Liminar”, Jorge Vocos Lescano y su “Canto a la Argentina”, el capillense Romilio Ribero y su “Temas del deslindado”, o “La Tertulia Esdrújula” de los soñadores noctámbulos del Rivera Indarte, también la prosa de Azor Grimaut en “Duendes de Córdoba”, romanticismo sindical de Bernabé Serrano en “Córdoba de ayer”, a la cruel narración de Jorge Barón Biza y su “El Desierto y su semilla” o las crónicas sobre su Córdoba del “Panchito” Colombo en las páginas de los diarios cordobeses.
Esta Córdoba que produjo desde la Reforma del 18, a la Revolución Libertadora, del Córdobazo, al Viborazo, pasando por el Belgranazo que llevó a River a la B. Tierra de indómitos luchadores, de desobedientes consuetudinarios, de poetas y soñadores en los bares como el Sorocabana , el hispano “El Ruedo” o el “Golden”, pasando en los eneros por la legendaria “Europea” en Cosquín, sitios donde los melancólicos, los soñadores, los ebrios de amor, los inconsolables, los perseguidos, garabatearon primero y dieron forma después a páginas memorables de la literatura cordobesa.
Ya se ha abordado demasiado de los valores de Daniel Salzano, aquel que cantaba a los personajes de su Córdoba natal, al griego del pasaje, a los ferroviarios, a los bares de las trampas como el Unión, a los goles de su tocayo Daniel, el que era a igual que él, un gallinazio, tal vez el único defecto, ese que confirma las reglas, dicen los matemáticos.

Salzano es también el hacedor de los cine clubes de Córdoba, aquellos que nacieron en la Sociedad Española como el Sombras, para continuar con el Ángel Azul, en donde pudimos en nuestra época de estudiantes, ver el mejor cine del mundo y nutrirnos de aquellos que valientemente denunciaban las atrocidades del stalinismo y los desvaríos burgueses del pc, para terminar creando su obra cumbre, el Cine Club Municipal “Hugo del Carril”, en donde “per secula saeculorum” los cordobeses podrán abrevar en el mejor cine existente.
Pocos pudieron registrar a su ciudad como Salzano, él descubría personajes, paisajes y recreaba historias de la cotidianeidad que lo volvieron único, lo doctoraron en la “Universidad de la Yeca”, pasando a ser adorado por propios y extraños, por letrados y analfabetos, negros y rubios, “gallarines y piratas”, cordobeses nativos o por adopción.
Estaba más allá del bien y el mal, era un cronista de la Córdoba cotidiana, era quien supo poner letra a la música o bien invertir la dialéctica de la razón pura para que las palabras tuvieran musicalidad propia y encontrar socios adecuados para que prestaran sus cuerdas vocales para en el arco de la entrada a la ciudad tensarlas para arrojar las flechas de la inspiración sobre “Los enamorados” que en los bancos del Sarmiento, ajenos a los ojos mirones de los cordobeses, solo tenían caricias para desparramar y sentir a flor de piel la emoción de descubrir que las feromonas son el mejor profumo di donna y que Vittorio Gassman fue mejor que Al Pacino, que Alain Delon era el galán de aquellos bancos y que Annie Girardot era la enamorada, que se dejaba seducir hasta el borde mismo de la virginidad.
Salzano supo en 1995 hacer grabar un Cd con sus poemas, para aquella edición en beneficio de la maternidad provincial y que desinteresadamente prestaron sus voces, entre otros, Rony Vargas, Víctor Brizuela, Rebeca Bortoletto, Victor Stasyaszyn, Miguel Ángel Gutiérrez o Miguel Claría, para leer algunos poemas de esa monumental muestra de la cultura de “Córdoba Dicha”.
Será en el Festival Nacional del Folklore en su edición Cincuenta aquel ya lejano 2010 cuando subiera de la mano de Jairo al escenario Atahualpa Yupanqui, con un saco claro, una chalina de seda y pantalón en marcado contraste a desparramar poemas en el vientre mismo de la argentinidad y dialogar con “las viejas”, aquellas que alguna vez tiraron la chancleta en el “Bar Unión”, que le confirmaron a viva voz lo excitante que puede llegar a resultar un amor clandestino, ese que se guarda bajo siete candados, pero que en estos días de huelga de cerrajeros se dejan ver libres de ataduras, con naturalidad, con la libertad de las “Sabanas en los balcones” que se contorsionan sin disimulo después de haber sentido el amor sobre su entramado textil.
Aquella actuación fue apoteótica, la noche con la única e irrepetible luna coscoína, se sumó al festejo, no solo de la Boda de Oro, si no la vuelta de un poeta popular al estrado mayor de América, en donde antes pasaron Armando Tejada Gómez o Jaime Dávalos, como exponentes del romance del escritor con la gente, del narrador con su pueblo. Y eso fue lo que pasó aquel sábado en el que un cordobés y un cruzdelejeño la gastaron sobre el “tablao” de la Capital del Folklore, en donde la poesía estuvo de festejo junto a una platea que le deparó el mayor de los aplausos que se le puede brindar a los elegidos y que es ese que brota del corazón, que sale de las entrañas hechas lírica y se exterioriza en el estruendo del golpetear de las palmas.
La experiencia de formar sociedades con cantores tuvo otra expresión con Juan Carlos Baglietto, aunque personalmente no nos pareció la más acertada, ya que el “ángel” de “Marito” Rubén González ha sido único y juntos hicieron soñar a una provincia que se sintió representada por ellos de manera irrepetible, como esas cosas que se dan solamente una vez en la historia de los pueblos y en la vida.
El Cabildo, frente a la Plaza Mayor, al corazón mismo de la ciudad, fue testigo de otra “juntada” entre el poeta y el cantor y allí también el pueblo repitió ese romance único con sus verdaderos ídolos, el dialogo entre ellos fue algo fluido, natural, porque cuando se es realmente popular, el cordobés, en este caso, se siente amigo, hermano de sus escribas y le saluda en calle con un simplemente ¡Hola Daniel! y éste les responde con un familiar ¡Como andas…!, porque entre ellos no puede existir otro dialogo, ya que aquello que está por fuera del sentimiento es algo ilógico, antinatural, antidemocrático.
Atrás quedan sus pizzas en el Cervantes, a la salida del cine, donde Gary Cooper o Randolph Scott, repartieron piñas y tiros al por mayor para que la justicia se impusiera en el feroz far west; donde un día como anticipando el argumento de “La Rosa purpura del Cairo”, Humphrey Bogart bajaba de la pantalla para ayudar a Plutarco Carceglia a resolver el crimen de la Cañada, donde la Córdoba que crecía de la mano de DINFIA, encontraba en este descendiente de “gallegos” del barrio inglés, al cronista de sus días, al “curador” de la historia cotidiana, al eterno enamorado de sus calles, de sus personajes, de sus lugares únicos, por ello el pueblo llora la partida de su “ángel azul”, que de la mano de Marlene Dietrich, se fue a sentar en la mesa de los ídolos de la docta, donde aunque no le guste verá los pelotazos de la “Chiva Altamirano” tratando de preservar la recordada chimenea de la cervecería, o junto a Deodoro y el Chango Rodríguez, mirar una matiné en “La Piojera”, o en Córdoba Sport disfrutar viendo a Tristán Farfán o Jaime Giné y en las trincheras del Cordobazo encontrarse con el “Gringo Tosco” y el “Negro López” para discutir la alianza obrero-estudiantil, o en mi natal barrio General Paz ver pasar al original Pedro Salas (el otro es el Largo del PO) en su “bicicleta blanca” rumbo a una de las “Vueltas de Córdoba”.

Ha muerto un poeta…lo llora una ciudad, una provincia, las letras están de duelo, las páginas en blanco por la partida de quien las pintaba con negro para que brotaran palabras, esperan que alguien algún día vuelva a convocarlas.
Señores, Córdoba lleva un crespón por la pérdida de su ídolo, pero sabe que en su cielo tiene una estrella más, esa en la que está escribiendo su Daniel, el que desde el corazón mismo donde don Jerónimo la fundara, “bajara” hasta el centro para cantarle a su gente.
Hasta siempre maestro, gracias por habernos permitido soñar con las creaciones de su pluma, por sus columnas en La Voz, por sus canciones, por hacernos simplemente sentir orgullo de ser eso que Ud. representaba: SER CORDOBESES

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