Nombre:
Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

jueves, 5 de diciembre de 2013

El Partido de Dios ¡Me anoto y lo voto!

Por Alberto E. Moro

Exhorto papal: Evangelii Gaudium


Ya me he referido en otras ocasiones a la curiosidad de que un país cercano a la anomia, donde muy poco es lo que se respeta -me refiero principalmente al gobierno actual- y casi nada de lo público funciona como debería, sorprende a veces el brillo de algunas individualidades que son reconocidas en el mundo entero por su talento y sus nobles aptitudes. Es el caso, por ejemplo, del Cardenal Bergoglio, ungido Papa con el nombre de Francisco en homenaje al santo de Asis.
Denostado primero y “ninguneado”, para usar un neologismo argentino, por el Poder Ejecutivo argentino y su corte de obsecuentes, es luego rescatado y alabado por la propia Presidente en un giro “cholulo”, otro neologismo, sumamente desvergonzado para tan alta magistratura. Pero esto es anecdótico y solo me sirve para poner de relieve como una investidura papal relevante, con 1.200 millones de fieles, torna insignificante otros pretenciosos “reinados” sobre nada más que 40 millones de súbditos.
Sabemos desde Aristóteles, y aún desde antes según se dice, que el hombre es un animal político, y las corporaciones religiosas, como elaboradas creaciones de la fecunda mente humana hacen política, ¡obviamente que la hacen!
Lo cierto es que el advenimiento de un Papa argentino está conmocionando por el momento y quizás revolucionando en un futuro no muy lejano, al conservadurismo eclesiástico del imperio Vaticano. Que es un verdadero imperio no por su superficie sino por la extensión demográfica de sus adherentes. Y por añadidura, todo lo que hace o dice “el papa del sur del mundo”, sin segundas intenciones o con ellas, es recibido en la Argentina como si fuera un mensaje subliminal cuestionador de los variopintos desmanes políticos que aquí se cometen.
En su primera exhortación papal, publicada hace unos días (26 / XI / 2013), que pudo ser anodina, aparece en cambio una voluntad férrea de modificar el statu quo imperante en el mundo contemporáneo, en el que se rinde culto al dinero como meta definitiva, lo cual genera las grandes desigualdades sociales que todos conocemos y que hoy son imposibles de ignorar dado el extraordinario auge de los medios de comunicación audiovisual que exponen ante nuestros ojos un panorama desolador. Nuestras retinas, y también nuestros cerebros, son impactados cotidianamente por las catástrofes, la miseria, el hacinamiento, los crímenes, los exilios forzosos, las hambrunas y la insalubridad que suceden a ojos vista en grandes áreas del planeta, sin que ello parezca conmover a los fundamentalistas del capitalismo salvaje.
En el documento al que aludíamos en el párrafo anterior, titulado Evangelii Gaudium (Alegría del Evangelio), no solo aboga porque la Iglesia se convierta en una institución más abierta, descentralizada y participativa, sino que denuncia el sesgo económico imperante en la sociedad moderna, dominada por la “idolatría del dinero”. En sus 124 páginas este documento establece, con un estilo nada rebuscado y comprensible para todos, cuales son y serán las prioridades de su pontificado, confirmando lo que preanunciaban sus acciones y sus palabras desde que asumió: un progresismo verdadero, en nada comparable con el que se adjudica el ya mencionado grupo político vernáculo “populista-narcisista-cleptocrático”.
Su origen argentino hace que todas sus declaraciones, intencionadas o no, tengan repercusiones en nuestro país, donde la centralidad personalista, el avasallamiento de la Ley, y la corrupción enseñoreada en las altas esferas, hacen que sus palabras señalen aún sin proponérselo, directa o indirectamente a los culpables. En busca de una mayor democratización de la Iglesia, aspira a que las Conferencias Episcopales tengan mayor protagonismo e inserción social, dando participación incluso a los laicos, mantenidos casi siempre según sus propias palabras, “al margen de las decisiones”. Entre las reformas estructurales que propone, insta a la Iglesia a no ponerse en el centro, sino dirigirse a la periferia “geográfica y existencial”, ayudando a los más alejados y a los más pobres.
En el Gaudeamus hay una frase típicamente “Bergogliana” que sintetiza y certifica su autenticidad y sus propósitos: “Prefiero una Iglesia herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia preocupada por ser el centro y que termine clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos”. Del mismo modo en que él, no obstante su potencialmente cómoda investidura obispal, salía a las villas miseria porteñas interesándose por los más desposeídos.
Abriendo las puertas a los divorciados y vueltos a casar, considerados en infracción con los preceptos cristianos e impedidos de comulgar, pone en claro que “la Iglesia no es una Aduana. Es la casa donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas”.
Apuntando a la Iglesia y a sus sacerdotes, les recomienda no tener miedo de revisar costumbres y normas que se han ido incorporando a lo largo de los siglos como consecuencia de los cambios en la sociedad, y les recuerda que los fundamentos del cristianismo dejados por Jesús son muy pocos, y se puede cambiar sin infringirlos.
Con respecto a las luchas intestinas y juegos de palacio en el Vaticano, exclama: “¡Cuántas guerras! ¿A quién vamos a evangelizar con estos comportamientos?”
Uno de los ejemplos que el deporte organizado ha dado y sigue dando en ese amplio experimento social contemporáneo que son los Juegos Olímpicos es el del Ecumenismo, también practicado y estimulado por el Papa Francisco. Quien esto escribe ha visto en las Villas Olímpicas, el lugar donde se alojan todos los participantes en esos magnos eventos, la instalación y existencia de un Templo Ecuménico desprovisto de símbolos religiosos, al cual pueden concurrir quienes sientan esa necesidad sin sentirse identificados con nadie y sean cuales fueren sus respectivas confesiones religiosas. Un reciente episodio lamentable ocurrido en la Catedral de Buenos Aires hace apenas unos días, contradice el sustento de ésta y otras iniciativas en pro del mutuo respeto a las creencias de los demás. También sobre esto, y haciendo foco en la intolerancia religiosa, el Papa se ha expresado en este documento suplicando expresamente y con su habitual modestia, a los estados musulmanes para que garanticen la libertad religiosa a los cristianos, tal como hace Occidente con los devotos del Islam. Contrariamente a éstos últimos, también aboga por dar a la mujer un mayor protagonismo en la Iglesia.
Siendo una flagrante inequidad planetaria en la distribución de la riqueza de las naciones uno de los flagelos del mundo contemporáneo, el tema no podía estar ausente en el exhorto papal al que estamos haciendo referencia. Sostiene Francisco que el sistema económico “es injusto en su raíz” porque predomina “la ley del más fuerte” apoyada en una “nueva tiranía y en un mercado divinizado” en el que sobresalen “la especulación financiera, una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta”. Aclara que “la idolatría del dinero genera violencia” y que “el dinero debe servir y no gobernar”. Denuncia “el aumento exponencial de los ingresos de una minoría” siendo cada vez más reducido el de las grandes mayorías. Por añadidura, en una opinión que compartimos, manifiesta que “hoy el ser humano es considerado también un bien de consumo que puede ser utilizado y después desechado”.
También critica una engañifa para consumo de los crédulos sobre la cual ya hemos escrito en este medio en otras oportunidades, criticando esta vez nada menos que el Papa a quienes “todavía defienden las teorías del derrame, que suponen que todo crecimiento, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo”. Yendo aún más allá de un simple señalamiento, pide por “un cambio de actitud enérgico por parte de toda la dirigencia política, para lograr “una reforma financiera que no ignore la ética”, lamentando que “no sea noticia la muerte de un anciano en la calle por frío, y que sí lo sea una caída de dos puntos en la Bolsa”.
Estas tomas de posición, valientes y superadoras, ya están provocando reacciones intra y extra-vaticanas de quienes hasta ahora se han beneficiado con este estado de cosas. Esperemos que “nuestro” Papa Francisco logre un acompañamiento inteligente y solidario que le permita llevar adelante sus propósitos renovadores para aggiornar y hacer más eficiente el papel que, de cara a la sociedad, le cabe cumplir a una de las más grandes religiones monoteístas.
Por mi parte, a pesar de que gracias a Dios soy ateo, si éste fuera el programa de uno de nuestros escuálidos partidos políticos me anotaría y lo votaría sin titubear. Y hasta llegaría a cantar la deplorable marchita, “combatiendo el capital” de los corruptos. Eso sí, modificada: “Partido de Dios, ¡qué grande sos!”

Fuente de Datos: Agencias AFP, AP, EFE, y Reuters.
Diario La Nación, Pág. 2. Edición impresa 27/ 11/13.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio