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Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

jueves, 5 de septiembre de 2013

Aperitivos y copetines, fueron y son pequeños festines

Por Alberto E. Moro

¿Será por eso que la palabra alcohol proviene del árabe “al kohol”, que significa “el sutil”? ¿Será por la sutileza con que nos captura con sus voluptuosos efluvios sin que nos demos cuenta?

A la edad de tres o cuatro años, según recuerdo y me han contado, comenzaron mis fructíferos contactos con el alcohol. En Lugano, la ciudad suiza donde nací, mi padre me llevaba a un restaurant alemán llamado Gambrinus (hoy hay una copia en Buenos Aires) del cual era habituée. Al parecer, a muy poco andar los parroquianos, advertidos de mi presencia, tapaban el chopp con la mano porque el suscripto metía el dedo en todos los jarros al pasar por las mesas para chuparlo después.
Además, por lo visto, ya en esas lejanas épocas era un aficionado a los libros, aunque aún no sabía leer. Guardo como testimonio de esas lejanas aventuras que más que literarias eran bellamente imaginativas, un ejemplar publicitario de tapas duras y papel ilustración –como se hacían entonces las propagandas- cuyo contenido en colores eran todos los países del mundo, representados en la página izquierda por el mapa correspondiente y en la derecha por una fidelísima pintura de los nativos ataviados con la vestimenta típica del país. Quedan como prueba algunos rayones hechos con lápiz de grafito en tapa y contratapa que solo pueden ser de mi autoría. Un libro que aún hoy me resulta maravilloso y al que considero uno de los tesoros de mi biblioteca, editado probablemente en 1911. Me falta decir que ese espléndido conjunto de láminas encuadernadas era una propaganda de Fratelli Branca–Milano, que en sus primeras páginas ilustraba acerca de las sucursales de la firma en Suiza, Francia, Argelia, Austria y Hungría, así como su concesionario en Nueva York. Para reafirmar la calidad de su producto, consignaba también los premios obtenidos (1) en las variadas Exposiciones Internacionales, desde 1888 en adelante, en más de treinta grandes ciudades del mundo, entre las cuales Buenos Aires en 1910. Entre las medallas de honor obtenidas hay una del Papa Pío X, quien seguramente no se privaba de los placeres terrenales y sería adicto a la bebida que los lectores ya habrán adivinado: el Fernet Branca, a la que la firma definía como Amaro Tónico, corroborante (¿?), aperitivo, digestivo. ¡Y pensar que muchos cordobeses creen ser originales en el descubrimiento de sus bondades!
Ya en la Argentina, siendo muy joven, en uno de mis primeros trabajos de tiempo completo y cumpliendo horario, cuando aún no había incorporado ni la letra ni la filosofía del Tango De puro curda, me ocurrió un episodio que hoy me resulta hilarante y espero que lo mismo suceda con los lectores. Uno de los empleados era un anciano al que desde mis jóvenes años yo veía muy avanzado en edad aunque quizás no lo fuera tanto. Abundante cabello blanquísimo, probable ascendencia irlandesa, cara roja y congestionada, y una nariz aframbuesada que delataba su inclinación hacia las dulces ambrosías de Baco. Solía escaparse sigilosamente hacia el bar de la esquina donde, como pude observar después, pedía con voz aguardentosa“¡Una Valle Viejo!”, grapa para gargantas con arena que se mandaba al garguero de sopetón y en un solo movimiento. Y un buen día, serían las 7.30 de la mañana, me invitó a acompañarlo en su pequeña transgresión. Por el camino, me fue hablando de las bondades de una bebida para mí desconocida que según él era la más noble y natural y que, según me dijo, era tan pura que tan solo estaba hecha con cáscaras de naranja. Como correspondía a tan generosa invitación, me sirvieron una medida grande en el típico vaso de vermut. Con el estómago vacío, y presionado por la necesidad de volver a mis obligaciones, la bebí rápidamente. A causa del palimpsesto alcohólico, no recuerdo muy bien pero debo haber padecido esa mañana dislalia, dismetría y síndrome vertiginoso cuando menos, lo que afortunadamente no se reflejó en la eficiencia de mi trabajo. Así conocí a la Hesperidina, bebida cuyo nombre hace alusión al mítico Jardín de las Hespérides, que según las fantasiosas creencias de los griegos que navegaban descubriendo el Mare Nostrum, eran las ninfas que custodiaban unos jardines de Hispania que daban frutos de oro; al menos así debían parecer entre las hojas verdes las naranjas relucientes al sol. Tampoco fue el mío un descubrimiento original, esa bebida fue utilizada en las campañas militares (2) de antaño para recuperar a los heridos, acompañó al Perito Moreno en sus exploraciones por el sur argentino indomable y desconocido, aparece en las pinturas camperas de Molina Campos, y hasta hay un tango que lleva su nombre, escrito en 1874 y que es considerado como el primer Jingle publicitario. Al comprar la botella, te regalaban la partitura de ese “Tango de Moda para Piano”.
Y hay algo más que es interesante consignar: la firma que mencionábamos, la de las galletitas y la Hesperidina (poco más del doble de gradación alcohólica que el vino) fue fundada por un joven norteamericano llegado desde Boston con tan solo 24 años quien se empleó como ayudante en una farmacia, donde inspirado por los yuyos curativos que eran moneda corriente entonces trató de elaborar una bebida buena “para curar todos los males”. Sus desvelos culminaron con este brebaje elaborado con cáscaras de naranjas amargas e inmaduras, que rápidamente alcanzó popularidad. Tanta, que no tardaron en aparecer los siempre inescrupulosos imitadores, que no solo copiaron la etiqueta sino también la típica botella con relieves horizontales y forma de tonel. Melville Sewell Bagley, cuya cara ilustraba el envase, y que por lo visto no era fácil de desalentar, no solo demostró ser un gran publicista, sino que luchando contra la competencia desleal logró que se fundara en la Argentina el Registro Único de Patentes y Marcas, obteniendo la licencia Nº 1 para la Hesperidina, cuyo inconfundible sabor aún hoy disfrutamos. Fue la primera marca registrada nacional.
Los que ya tenemos algunas décadas contemplando la evolución de los reemplazos generacionales recordamos cuando “el copetín” y el vermut, al acercarse el mediodía eran instituciones populares y muy difundidas, sobre todo porque no había la infinita variedad de bebidas, gustos y combinaciones de estos tiempos globalizados. Recuerdo en particular a una de mis tías, que en determinados días y horas iba a la Confitería La Perfección de Rosario, para encontrarse y charlar con otras damas mientras paladeaban el famoso copetín, que no era otra cosa que un cóctel hecho a base de vermut, pero utilizar el diminutivo “copetín” era más fino que decir me voy a tomar unas copas. También me acuerdo que cuando se le daba propina a alguien se la justificaba diciendo: “Tome…, para el vermut”. Porque el vermut era para los laburantes cuando podían o para los reos como nosotros que paraban en un café determinado con el “fumando espero a la que tanto quiero”, la que nunca venía porque los padres mantenían férrea vigilancia hasta que la nena se casara.
Pero ¡qué vermut el de entonces! Todavía no habían llegado los justicieros sociales ni los modelos de acumulación (para ellos) y de inclusión (también para ellos), y era un mundo más generoso y menos agresivo. Se tomaba generalmente Gancia, Cinzano y Martini solos o con Fernet, Ferro-China Bisleri, o Campari, y había unos aperitivos raros, como el Lusera entrerriano, el Chinato Garda, y el Aperital Delor, que eran solo para expertos. No hacía faltas pedir “los platitos”; se sobreentendía que el vermut venía acompañado por las guarniciones correspondientes que incluían maníes, papitas, salame, jamón y queso cortados en cubitos. En algunos lugares que con eso hacían la diferencia, los platitos incluían caracoles o mariscos… ¡No había nada tan rico como los mariscos, ni nada tan feo como chupar caracoles viscosos enchastrándose los dedos!
Pero los hábitos han cambiado, y ahora se induce al consumo de alcohol desde muy temprana edad. En la época de los episodios que he relatado con cierto humor, estaba claro que el juego y el alcoholismo eran VICIOS destructivos y los jóvenes tomábamos mucho menos, no más de un a vez a la semana el vermut, por ejemplo. Hoy el juego es fomentado y practicado como negocio ¡por el mismísimo Estado! Y la enorme y constante presión publicitaria sugiere que no puede haber inserción social, ni fiesta, ni amor, ni reunión familiar que valga la pena si no se ingieren bebidas alcohólicas.
Bebidas como el Fernet han ganado el nicho joven (3) para ser consumido en exceso, generando muchas veces la desesperación de los padres y la preocupación de la policía encargada de prevenir los desbordes y los crímenes que las adicciones ocasionan con frecuencia. A un Estado ausente desde hace mucho en todo lo que no sean sus propios intereses, poco parece preocuparle la degradación social que nos está arrasando y cuyos signos brotan por doquier. En Argentina se producen 40 millones de litros de Fernet al año, el doble que en 2007. La ciudad de Córdoba consume 3,9 millones de botellas al año. Sin contar lo que se exporta, esta última cifra equivale al 30% del total del país (4) Un experto de la consultora que aporta estas cifras, dice: “Fernet se instaló en Córdoba como un símbolo y se lo adoptó como algo propio, similar a lo que sucede con el cuarteto”.
De más está decir que esta instalación se hace a través de una propaganda cuya finalidad, como es usual en el capitalismo salvaje, es la maximización de las ganancias minimizando los “daños colaterales” sin consideración alguna. Los expertos en Marketing han trabajado incansablemente para ampliar el rango de consumidores de esta bebida cuyos adeptos eran varones que promediaban los cuarenta y cinco años, logrando hacer extensivo el consumo a los jóvenes y a las mujeres. Un representante de otra consultora (5), reconoce y se jacta de que con su estrategia de marketing han logrado imponer este brebaje cuya graduación alcohólica es más alta que las del Whisky y el Vodka, como “un trago de barra en boliches, previas, fiestas, asados y reuniones”.
¿Será por eso que la palabra alcohol proviene del árabe “al kohol”, que significa “el sutil”? ¿Será por la sutileza con que nos captura con sus voluptuosos efluvios sin que nos demos cuenta?

(1) Diplomas de Honor y Medallas de Oro y Plata desde 1888 hasta 1911
(2) Guerra de la Triple Alianza.
(3) Katherine Villavicencio. El Fernet gana el nicho joven y se expande en consumo y producción. Suplemento Economía. Diario La Nación del 28/10/2012.
(4) Encuesta de Delfos, Consultora de Opinión Pública e Investigaciones de Mercado.
(5) Consultora Acebeb.com


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