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Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

jueves, 22 de agosto de 2013

La banalización del sexo

Por Alberto E. Moro

Hoy, la mayoría de los jóvenes siente que tiene derecho al sexo como el que más, sin que ese “cuerpo a cuerpo” necesite condimentos emocionales que suponen accesorios como el “enamoramiento” por ejemplo.

Ya me he referido en otras oportunidades a los grandes cambios que se están dando en la sociedad con respecto a las relaciones entre los sexos, y esta vez me permitiré hacerlo sin ninguna pretensión de profundidad analítica sino con la liviandad de quien lo ha visto casi todo y ya lamenta que deberá irse pronto, perdiéndose así la oportunidad de observar la evolución interesantísima de las costumbres que se vislumbra en el horizonte dentro de ese campo. Desde ya que mis fortuitas divagaciones serán tan solo acerca del sexo normal, dejando de lado por el momento las tristes anomalías biológicas y psicológicas de quienes habiendo nacido peras, se sienten y actúan como mandarinas.
Es obvio que el matrimonio para toda la vida, esa creación cultural y religiosa que todos los lectores han conocido y que aún puede verse es cada vez menos frecuente. Diversos factores han concurrido para que así sea, entre los cuales la decadencia de la educación, la crisis de las grandes religiones monoteístas, la pérdida del sentido moral impuesto por lo que se consideraban “buenas costumbres”, la liberación de la mujer mediante los fármacos anticonceptivos, y el hedonismo propio de un sistema sociedad capitalista que alienta el consumismo desaforado y una sociedad del entretenimiento y la diversión irresponsables.
Todo ello contribuye a que el sexo ya no sea la sublime culminación del amor entre dos personas, sino una excelente recreación con un plus gimnástico de saludable ejercicio físico, lo que ya había advertido hace algunos años un Ministro de la Juventud y los Deportes de Australia, que fue obligado a renunciar por haber recomendado hacerlo todo el tiempo, todos contra todos, para conservar la salud.
Para las jóvenes mujeres mínimamente informadas, ya no hay riesgo de embarazos no deseados, por lo que muchísimas han abandonado el supuesto recato que las caracteriza, y van al frente como el que más. Y para las no informadas, que no pudieron o no quisieron estudiar lo mínimo que debería exigirse en una sociedad, les queda en muchos casos la nebulosa sensación de que, además de divertirse accediendo al más poderoso de los impulsos de nuestro subconsciente primitivo, si tienen un hijo “por accidente” el Estado vendrá en su auxilio con sus “Planes” para todos y todas, y tendrán todos los meses una cantidad de billetes que no habían podido conseguir antes de otro modo.
Siendo así las cosas, si algo tiene asegurada la humanidad en su conjunto, al margen de las dispares estadísticas de natalidad que se observan en distintos continentes, es la propagación de la especie hasta límites caóticos, como bien advierte Giovanni Sartori en su libro La Tierra Explota. Como todos sabemos, la gente más pobre y carenciada es, paradójicamente, la que ostenta una mayor tasa de natalidad.
La tendencia poderosamente instintiva del encuentro entre los sexos, antes reprimida y ahora liberada de la sanción social, crece sin medida, y sin reparos. Cada uno va por lo suyo. Ya no rigen, ni en verso ni en prosa, los consejos contenidos en la magna obra de Cervantes:
Es de vidrio la mujer, / pero no se ha de probar / si se puede o no quebrar, / porque todo podría ser. / Y es más fácil el quebrarse, / y no es cordura ponerse / a peligro de romperse / lo que no puede soldarse. / Y en esta opinión estén / y en razón lo fundo: / que si hay Dánaes en el mundo, / hay pluvias de oro también. (1)
Y las uniones de hecho, bien intencionadas “para toda la vida” -el amor pasional y efímero hace esos milagros- es, cada vez más la norma entre casi todas las parejas jóvenes, que al poco tiempo sabrán lo que les espera y cuan complicada puede llegar a ser la vida. Sobre todo si no hay cuando menos la intención de compromisos duraderos frente al conyugue y frente a los hijos derivados de esa relación. No digo que la monogamia es obligatoria y debe ser “eterna”, porque ello contradice la naturaleza humana observada desde la ciencia y sin prejuicios. Pero me parece que al menos tiene que haber un cierto grado de responsabilidad, la misma que en todas las acciones humanas que tienen que ver o afectan la vida de los demás.
Para los interesados, les paso un aviso acorde con los tiempos que vivimos: en las redes sociales de Internet ha surgido una nueva propuesta que no hace más que confirmar las opiniones que he vertido más arriba y que responde a la sigla ADR. Nada que ver con ADN y TDC. Se trata de una nueva modalidad relacional en la que no hay más que bucear en el registro de amistades de Facebook, por ejemplo, y decidir con cuales nos gustaría tener aproximaciones sexuales desprovistas de compromiso y, por supuesto de afecto profundo y “serias” intenciones. La eufemística traducción de la sigla es “Amigos con Derecho a Roce”. De modo que ¡Manos a la obra! Si se peleó con su novio…, si su mujer se fue a la casa de la madre…, si su marido está de viaje… Si, como en el tango, anda “solo, sin un amigo, lejos del pago…” Ya sabe. Hoy, la mayoría de los jóvenes siente que tiene derecho al sexo como el que más, sin que ese “cuerpo a cuerpo” necesite condimentos emocionales que ellos suponen accesorios como el “enamoramiento” por ejemplo. Lo imagino a Cupìdo aprendiendo computación, porque eso de los flechazos ya no va más…
Las viejas historias de antaño, la de la jovencita atrapada y enamorada por un galán maduro…, la de la solterona que finalmente se casa para experimentar de que se trata eso del sexo…, ya no corren más. Ahora, el mercado está abierto, la oferta y la demanda son abundantes y están a la vista, y el relajamiento de las llamadas buenas costumbres ya no es un impedimento ni motivo de acusación. Y no alcanza con la privacidad de las alcobas. Todo hay que filmarlo y exponerlo, o contarlo con lujos de detalle en algún programoide farandulero. Salir en Gran Hermano exhibiendo su orfandad intelectual y emocional, es la mayor aspiración de cierta pobre gente que por ser totalmente inculta, incluso en cuanto a sus propios orígenes, no saben de donde vienen, donde estan, ni hacia donde van. No encuentran sentido a la opacidad de sus propias vidas, y solo los satisface el efímero momento de dudosa fama que pueden alcanzar apareciendo en la TV, aunque más no sea sentados en el inodoro.
Y a los carcamales todavía libidinosos que ante tanta oferta ya no cotizamos en bolsa a pesar de ser jubilados “pudientes” (solo en el sentido de que, con nuestras ganas intactas, todavía “podemos”), nos quedará el módico consuelo de sufrir poéticamente haciendo carne, es un decir, el soneto El Viejo Sátiro, de Amado Nervo: En el tronco de sepia de una encina / que lujuriosa floración reviste, / un sátiro senil, débil y triste, / con gesto fatigado se reclina. / Ya murió para él la venusina / estación; Afrodita no le asiste / ni le quieren las ninfas... ya no existe / el placer, y la atrofia se avecina. / Sin estímulos ya, sin ilusiones, / apoya entre los dedos los pitones, / encoge las pezuñas con marasmo; / entrecierra los ojos verde umbrío, / y pasa por su rostro de cabrío / el tedio de una vida sin espasmo.
Como broche de este artículo serio “ma non troppo”, comentamos la naturalización del oficio más antiguo del mundo que fue La profesión de la Señora Warren (2) que se está operando al parecer en casi todo el mundo incluyendo la Argentina. Al ser preguntado por la “zona roja” de Amsterdam, y si ésta se habría paralizado por la asunción del nuevo Rey de los Países Bajos, el periodista enviado por un conocido canal televisivo de noticias, contestó: -Por el contrario, las chicas han “trabajado” muchísimo estos días por la gran afluencia de turistas que vinieron para la Ceremonia Real. ¡El trabajo es salud! ¿Y la dignidad de la persona humana? Les dejo esta pregunta para pensar.
Y también, amigos lectores, estas otras, como remate: ¿Qué significa esta escisión entre el amor y el sexo? ¿Un sinceramiento? ¿Menos hipocresía? ¿La banalización del amor? ¿Un entretenimiento más? ¿Una licuefacción del sentimiento? ¿Erotismo sin amor? ¿Un avance? ¿Un retroceso? Me interesaría mucho saber qué opinión tienen al respecto…

(1) El Quijote de La Mancha, Edición del IV Centenario, pág. 337. El poema hace referencia a la historia mítica de Dánae cuando Zeus la fecunda presentándose bajo la forma de una lluvia de oro, o en forma de ganso, según otras historias.
(2) Título de una obra del autor inglés George Bernard Shaw publicada en 1893.

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