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Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

jueves, 8 de agosto de 2013

¡”La sal de la vida”, no la de la mesa!

Por Benjamín Malamud

La noticia es la de que el Concejo Deliberante de La Falda, a tono con toda una estrategia mundial y nacional nos suma a las ciudades que procuran ser saludables, ordenando que en los restaurantes no se coloquen saleros en la mesa de los mismos. Lógicamente que una costumbre tan fuertemente arraigada, para que sea modificada requiere de una prolongada etapa de educación en salud. Nadie ignora la estrecha relación que desde el punto de vista de la salud tiene la prevención de ese “asesino silencioso”, tal como se la suele denominar a la hipertensión arterial y sus efectos deletreos sobre el aparato cardiovascular, la función renal, la circulación cerebral entre otros.
Un avance importante ya se había obtenido en la prevención del tabaquismo al prohibir fumar en áreas de vida comunitaria. Si se sumaran los efectos de 4 programas como los de la sal, el tabaco, la prevención de sedentarismo y del excesivo consumo de comida chatarra, se ahorrarían muchas vidas de adultos jóvenes afectadas por enfermedades crónicas evitables y mucho dinero en terapias costosas y no siempre carentes de riesgos.
Pero yo quería referirme también a la otra fuente del más sano placer, que es el saborizante natural de nuestra vida, que le da sentido y esa fortaleza necesaria cuando los escollos parecen insuperables.

La interpretación de la expresión “sal de la vida” tuvo contemporáneamente diversos enfoques artísticos:
La sal de la vida (en Argentina o Un toque de Canela en España o Politiki kouzina, en el original en griego) es una emotiva película griega del 2003 dirigida por Tassos Boulmetis, donde están presentes los conflictos entre Grecia y Turquía, la original relación culinaria plus entre un nieto con su abuelo y donde el sublime afecto que los une a ellos y que se extiende a otros personajes de la misma.
Ana Gravada escribe un relato que llama la La sal de la vida, donde la hermandad y la niñez recuperada se presentan de una manera alegre, lleno de sonrisas, de juegos, de reyes, reinas y ases. Concluye que “todo es posible todavía”.
Con la dirección e interpretación de Gianni Di Gregorio y con un título original que va directo al tema: Gianni e le donne, el autor prefiere pensar que “las mujeres son La sal de la vida”. Y así con ese título se estrenó en Argentina.

Con tantas interpretaciones en danza, permítaseme una más y esta vez con una visión centrada en momentos llamados esenciales o primordiales de la vida, donde la madre-útero-matriz de vida y de humanización y protección cumple un papel insustituible. Es un momento donde esa trascendental función, perturbada por múltiples factores, afectará severamente al feto-bebé recién nacido-lactante con consecuencias en su salud que perdurarán más allá de las fronteras de la niñez. Los avances de la ciencia han permitido conocer como actúan en ese período crítico en el desarrollo global y especialmente neuronal, los efectos del desapego, de un vínculo insuficiente o inestable, de las drogas psicotrópicas tanto de las legales como las otras, la violencia ejercida dentro de la pareja, la enfermedad mental, en especial la depresión puerperal acentuada o excesivamente prolongada. La misma ciencia también nos dá elementos para detectar precozmente esta grave amenaza y de cómo aliviar o mejorar el daño por medio de las vías de la resiliencia, tema que ya abordáramos en otras oportunidades.
Estamos hablando de lo que se llama estrés tóxico, de tan graves efectos en ese período sensible de la vida intrauterina e infancia que será un factor que afecte el normal desarrollo desde los primeros meses, disminuya las defensas naturales, altere los patrones de comportamiento y de aprendizaje. La novedad es su relación con su relación con conductas violentas en la niñez y adolescencia y con efectos alejados en la edad adulta: enfermedad mental, cardiovascular, metabólico nutricional. Estamos mencionando con un lenguaje médico problemas cotidianos de salud englobados como enfermedades crónicas de adolescentes y adultos jóvenes: diabetes, obesidad, hipertensión, depresión e ideación suicida, dependencia de drogas, etc. A tal punto se ha avanzado que los que ven a la medicina como un negocio comienzan a preocuparse ya no con un sentido de responsabilidad social, sino de lucro perdido por enfermedad evitable. De hecho que hay otros factores genéticos y ambientales implicados. Pero este enfoque del estrés tóxico, en otras palabras el daño profundo del sentimiento de miedo y desamparo cuando más se requiere del amor y la protección, me dio pie para acercar mi punto de vista sobre “la sal de la vida”. Con los modernos y sofisticados estudios por imágenes, se puede equipar a este estrés con el que sufre un soldado en momentos previos a entrar en combate.

La responsabilidad sanitaria con respecto al no abuso en la utilización del cloruro de sodio, también debería contar con un alto apoyo social en respaldo de las madres adolescentes, en las madres afectadas por la violencia que muchas veces se inicia desde el noviazgo, a preservar desde los primeros meses del embarazo que el embrión- feto no se vea sometido a los efectos dañinos del alcohol, el peor de los tóxicos para su salud y de la nicotina, que la familia nuclear aprenda a superar sus conflictos sin recurrir a la agresión y que la familia ampliada sirva de apoyo tanto para la madre como para su pareja, junto con los sistemas de solidaridad de nuestra sociedad que de una manera u otra siempre ha demostrado ser consciente de sus responsabilidades. No es menor el rol de los servicios de salud mental, a veces escasos o precarios a nivel público, en preservar el bienestar mental y en procurar su pronto restablecimiento, ya que si el vínculo amoroso no se instala o se restablece precozmente, la rehabilitación será cada vez más dificultosa aunque no imposible.

La sal de la vida, de nuestra propia vida creo que es el amor, materno, filial, conyugal, fraternal, el amor así de de simple. Disponible en cantidades y oportunidades precisas y adecuadas a las necesidades de cada uno, pero indispensable e insustituible en los inicio de toda esta aventura llamada vida digna de ser vivida.


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