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Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

jueves, 8 de agosto de 2013

Las ratas abandonan el Titanik

Por Alberto E. Moro

Siempre estamos dirimiendo con el voto una interna del grupo que nos trajo a todos los gobernantes mentirosos, grotescos y ladrones; siempre con un supuesto redentor a la cabeza y un ejército de delincuentes dispuestos a robarse la República.

Todo el mundo sabe que el Titanic fue un gran barco de pasajeros proclamado insumergible por sus soberbios constructores, que se hundió en el Atlántico al chocar imprevistamente con un iceberg. La Argentina de hoy está embarcada en un destroyer al que solo le cambiamos la última letra, empavesado para la guerra que embiste contra todos y todas. Todos los que no piensan como ellos, y todas las instituciones, incluyendo la Corte Suprema de Justicia, que es lo único que le falta, porque al congreso ya lo ha domesticado con una mayoría de zombis indignos y descerebrados que hacen gala de obediencia debida al votar. ¿Qué sucederá cuando se estrelle contra el hielo de la realidad y se hunda para siempre en el océano de su propia ineptitud?
Tenemos al frente de ese poderoso Titanik construido por el astillero peronista, a una émula del Capitán Ahab (1) enceguecida y dispuesta a hundirse con toda su tripulación junto a la ballena blanca que la obsesiona y que supo construir en su afiebrada imaginación. Y hundirnos a todos como país.
Pero las ratas no. Las ratas que comieron de su mano huelen el peligro y no están dispuestas a hundirse, por lo que están preparando presurosamente el abandono de la nave insignia fabricando las chalupas partidarias que les permitirán salvar su vida política.
Es la inmortalidad del peronismo que siempre se recicla para conservar el poder, abandonando a sus líderes personalistas, ególatras y corruptos (defecto de fábrica de todos ellos), cambiando de camiseta según las conveniencias.
Solo quedarán al lado de Ahab travestido en Evita Capitana para reflotar el mito engañando a la parte ingenua del pueblo una vez más, los sumisos fieles, tan embarrados que preferirán hundirse con ella antes que purgar sus delitos en la cárcel que seguramente los espera.
El ladrón para la corona, el gran recaudador en jefe Devido, el bocón Aníbal, el falso Randazzo, el ladrón Boudou, el depredador Jaime, Baez el socio-chorro de Kirchner, el matón y “petrolero” D’Elía, el jardinero potentado, entre otros, siguen firmes enriqueciéndose escandalosamente al amparo de una justicia venal y amenazada por el régimen. Se quedan porque fuera del blindaje protector hay rejas para todos ellos. Cuando la justicia se despierte, claro…
El gran ratón Moyano, que fue ariete del poder K, pletórico después de haber engullido tanto “queso” y descendiente de la ralea de los Lorenzo Miguel y los Saúl Ubaldini (13 Paros Generales a la “Democracia Recuperada”), está buscando desesperadamente un madero del cual asirse para no tener que rendir cuentas de sus fechorías.
El diez de la baraja española, vivísimo, fue uno de los primeros en oler el peligro y remar contra la corriente en parte para salvarse del ninguneo y en parte para que no se descubran sus tramoyas. ¿Se acuerdan de los Lecor uno a uno con el dólar que venían desde Chile con la Olguita? El gringo sucesor tapó todo, y ya se está preparando para volver a tapar otra vez como lo taparon a él, anulando así la flaca memoria de los argentinos. O, lo que es peor, la flaca honestidad de los que aceptan y dicen “roban pero hacen”.
El colorado, cuyo discurso es más normal y sincero, está atrapado en las redes que construye incansablemente la araña peronista. No lo quieren porque no es del palo y hasta es posible que sea honrado. Eso le pasa por pretender usar el aparato electoral de esa viuda negra política sin ser de su misma especie. Un millonario como él, jamás será reconocido por la horda resentida, ambiciosa y sin escrúpulos que la conforma.
Filmus sigue ahí con su cara de póker, pero esta vez tampoco le va a salir bien la película.
Uno solo de sus más serviles servidores, el manco del espanto, nada que ver con El manco de Lepanto, es el grumete que maneja la lancha bonaerense con gran aprobación de la gilada y sigue al lado de la arquitecta egipcia, no se sabe si por obediencia debida, por falta de dignidad, o porque nadando con un solo brazo no puede llegar a la costa. Igual se hundió políticamente, está escorado, y hace agua. Por maricón y obsecuente fundió biela.
Y el ambiguo Massa, oportunista de la misma ralea, es el flautista de Hamelín (2) que trata de que todas las ratas lo sigan, pero no para ahogarlas sino para que lo voten llevando agua a su molino. En su meliflua posición entre rupturista y componedora, transa con todos por debajo de la mesa, hablando poco en vista de que su ex jefa es el ejemplo más acabado de que “el pez por la boca muere”. Ratas que huyen por los tirantes, vende-patrias, contreras y destituyentes sucumben a sus cantos de sirena y le siguen encaramándose en el nuevo Leviatán (3). Veremos hasta cuando, porque en estas lides las palabras lealtad y honestidad no se conjugan nunca.
Todos los espectadores que sufrimos los embates de las olas generadas por la locura de la versión femenina de Ahab luchando con sus propios fantasmas y obsesiones, estamos asistiendo al desenlace de este culebrón político del neorrealismo fantástico sudamericano. Somos cuarenta millones a los que alguna vez nos gustaría tener a bordo un comandante normal, capaz de escuchar a toda la oficialidad antes de tomar decisiones intempestivas, y que sea capaz de repartir equitativamente el botín nacional en lugar de saquearlo junto a sus más cercanos filibusteros. Nos gustaría un almirante normal, sin psicopatologías, que no se crea refundador mesiánico de nada. Que solamente ponga a andar la poderosa nave Argentina con el concurso de todos, sin dividir a la tripulación, todo en su medida y armoniosamente, como supo decir quien hacía precisamente lo contrario, avasallando al pueblo y a las instituciones.
Y ese comandante no lo encontraremos entre los que todavía usan como sonsonete la marchita, las fotos y el bombo para empaquetar a los sentimentaloides argentinos, una cada vez más grande mayoría de pobres que inadvertidos del juego perverso a que son sometidos, sigue eligiéndolos por necesidad de dádivas y por carencia de convicciones democráticas.
Siempre estamos dirimiendo con el voto una interna del grupo que nos trajo a todos los gobernantes grotescos y ladrones; siempre con un supuesto redentor a la cabeza y un ejército de delincuentes dispuestos a robarse la República. Con el flautista de Hamelín, el nuevo engendro que tiene las manos en la Massa, si gana, nadie irá preso. Y la historia del atraso republicano argentino volverá a repetirse. Hasta que no logremos entender esto y escapar a esta lógica destructiva seguiremos condenados al naufragio y “¡en un mismo lodo, todos manoseaos!”
El gran transatlántico que es la República Argentina puede enfrentar los mares más procelosos, sorteando los escollos con todo su potencial, si lleva en el puente de comando un equipo de tripulantes normal y en la sala de máquinas una marinería decente, con un capitán tranquilo y preparado asesorado por sus contramaestres, que “no se la crea”, como deseó el Papa Francisco para sí mismo, según ya he contado alguna vez.

(1) El capitán Ahab es un personaje novelístico obsesionado por cazar a una ballena blanca, lo que lo lleva a la locura y a la muerte junto con el objeto de su odio.
(2) Es una vieja historia alemana en la que un flautista encanta con su música a las ratas que lo siguen y las lleva hasta un río donde se ahogarán liberando así a la población.
(3) Es un monstruo marino enemigo de las almas, descripto en el Libro de Job.

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