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Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

sábado, 17 de agosto de 2013

Un recuerdo para Efraín

Por Alberto E. Moro

Pocas veces podríamos aplicar con tanta justicia a un momento triste como éste, la conocida frase: “Cada anciano que muere es una biblioteca que arde

Muchas personas reciben el reconocimiento a su obra y a su calidad intelectual y humana después de haber muerto. No es el caso de Efraín U. Bischoff, quien si bien era cuestionado por los envidiosos de siempre, alcanzó notoriedad como historiador en vida, gracias a su manejo florido e impecable de la pluma y a su erudición y gran manejo oratorio cuando se expresaba con la palabra.
Hace un par de días nos dejó para siempre, en ese juego inevitable de reemplazos que ciegamente ejecuta la vida, creando un vacío que será muy difícil de llenar porque una persona de sus cualidades, capaz de llevar adelante una obra gigantesca, no nace todos los días. Cuando en 1974 algunas voces se alzaron desde la Academia Nacional de la Historia para convocarlo a integrar el organismo se le pidió, como era la norma, su Curriculum Vitae, provocando asombro ya entonces su prodigiosa y multi-mediática producción. Según contaba el año pasado el Presidente actual de la Academia (1), Efraín había anotado como al pasar en aquel entonces que había publicado en diarios y revistas del país y del exterior más de 2.000 artículos sobre temas históricos, y difundido por radiotelefonía y televisión más de 10.000 notas sobre temas de historia argentina.
Imaginen los lectores las dimensiones que debe haber alcanzado ahora, a los casi 101 años de edad, la biografía curricular de este periodista, historiador y docente tan dotado para la expresión escrita y oral, con el agregado de los treinta y nueve años que aún le quedaban por disfrutar de su prolífica e infatigable vida.
A pesar de ser considerado “el historiador de Córdoba” por antonomasia, la importancia de su obra trascendió largamente las fronteras provinciales, llegando con su impronta a toda la Argentina y, de una manera imposible de medir, seguramente también y por diversos canales al ancho mundo. Hace ya muchos años, cuando en los sueños de quien esto escribe no había aún atisbos de venir a vivir a la hermosa ciudad de La Falda, conocía a Bischoff por haberlo leído muchas veces en los grandes diarios argentinos y en diferentes publicaciones llamándome siempre la atención la riqueza semántica de la prosa con la que exponía sus siempre interesantes y fundadas argumentaciones.
Las circunstancias azarosas de la vida hicieron que naciera en Ensenada, pasara a Cruz del Eje, volviera a La Plata, y finalmente se radicara en Córdoba, para pasar allí el resto de su vida en la ciudad. Mis primeras impresiones acerca de su calidad humana y profesional se confirmaron cuando ya en esta provincia tuve la oportunidad de escucharlo disertar en diversas oportunidades, una de las cuales fue un buen regalo que me hicieron las circunstancias y que luego relataré.
En base a algunos escritos breves, casi artesanales, y libros que él mismo me obsequió, he visto que no se privó de incursionar también en la poesía y el teatro, y estoy seguro de que su poderosa memoria y sus incansables investigaciones, le hicieron escribir más de lo que el medio podía absorber, hasta el punto de que algunos de sus amigos se ocupaban de editar en formatos sencillos algunos de los escritos que salían de su pluma y se acumulaban sin acceder a los medios gráficos, como algunos que también me regaló, en los cuales no pocas veces, haciendo gala de un envidiable humor, se tomaba el pelo a sí mismo.
Después de intercambiar nuestras impresiones en la oportunidad que describo al final, sobre el fenómeno social del Tango, recibí de su parte el impensado regalo de un libro de su autoría sobre el tema cuyo título y subtítulo son los siguientes: Córdoba y el Tango. Crónica de un azaroso fervor (2). Selecciono casi al azar un párrafo del prólogo que él llama “portal” en esta ocasión, donde comienza así:
“Frente al planteo y desarrollo del tema, espero el aspaviento intelectual de algunos, la sonrisa desdeñosa de otros, y la curiosidad progresiva de los más. Escarbar en la realidad del tiempo cordobés desaparecido es de notable obligatoriedad para el investigador. Pero debe hacerlo no solo en aquello que significó la gran anécdota. […] Descubriremos aconteceres de humilde atuendo, pero que son también elementos valiosos para trazar una fiel semblanza de la ciudad y de su pueblo.”
Cuando dos modestos escribas de La Falda aficionados a la historia, como éramos Carlos Panozzo y yo mismo, dábamos la puntada final al libro El Mundo y La Falda en el Siglo XX, Don Efraín, haciendo gala de su proverbial generosidad que todo el mundo le reconoce, se avino a escribir una introducción para nuestra obra que tituló “Pórtico” y redactó en tono lisonjero, lo cual fue sin duda un honor para dos admiradores de provincia como éramos nosotros. Lamentablemente, cuando se presentó el libro, mi colega de la pluma ya había fallecido, lo que no impidió que Bischoff también aceptara venir a dicha ceremonia literaria a pedido de los familiares de Carlos y el mío propio, maravillando a todos con su discurso, que casi siempre sobrepasaba ese rango para convertirse en una brillante conferencia.
Y a continuación sucedió, ese mismo día, lo que en lugar de ser una desatención para con el ilustre visitante, se convirtió en un inesperado regalo de los dioses para este narrador. Finalizada la presentación, y hallándose Bischoff alojado en uno de los grandes hoteles de La Falda, tanto el Intendente como el Secretario de Cultura me susurraron al oído que por compromisos contraídos previamente, no podrían acompañarlo esa noche en la cena. A causa de ello, y entendiendo que hubiera sido una descortesía dejarlo solo y “perdido” en la ciudad, fui a buscarlo y fuimos juntos a cenar. ¡Tres horas de conversación ininterrumpida con uno de los más genuinos representantes de la cultura de Córdoba! Hoy, después de una docena de años, es imposible recordar los numerosos temas que abordamos, pero como siempre sucede, me quedó una compresión intelectual más acabada de la persona con la que había tenido la fortuna de compartir tan gratos momentos.
A partir de entonces, si antes lo admiraba sin conocerlo, su imagen se instaló indeleble en mi mente como la de uno de esos grandes hombres con los que pocas veces se puede pretender disfrutarlo en soledad. Fue un privilegio. Me iluminó sobre aspectos del devenir histórico que mi supina ignorancia desconocía, me encantó con la riqueza de su vocabulario y –sobre todo- me mostró sus profundas cualidades humanas. No solo no era uno de esos sabios que viven en la nube de sus elucubraciones, como podría pensarse de quien fue autor de una obra gigantesca, sino que me asombró con su preocupación por la familia y por el orgullo y la satisfacción que sentía por haber podido, en ocasiones, ayudar a sus siete nietos, esperando con envidiable optimismo, vivir lo suficiente para poder hacer lo mismo con sus bisnietos.
Pocas veces podríamos aplicar con tanta justicia a un momento triste como éste, la conocida frase: “Cada anciano que muere es una biblioteca que arde”. Efraín U. Bischoff era un libro abierto, una biblioteca ambulante. Pero no solo era su profundo conocimiento; la misteriosa “U” de su nombre significaba Urbano, y él era un dechado de urbanidad. Ha entrado seguramente por la puerta grande al Paraíso, lugar al que Borges imaginaba “como una especie de biblioteca…”


(1) Miguel Ángel Demarco. Prodigiosa producción. La Voz del Interior, Suplemento Temas, 30 de Setiembre de 2012, pág. 3.
(2) Efraín U. Bischoff. Córdoba y el Tango. Improll Americana S.A., Córdoba, febrero de 2.000

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