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Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

viernes, 26 de julio de 2013

La Falda y el Tango: condición indivisible

La Falda llegó a la edición número 30 de su festival nacional en donde fueron ovacionados el Sexteto Mayor, Adriana Varela, Carlos Habiague y Lisette. La organización y los rubros técnicos se llevaron todos los elogios.

Por Néstor Pousa

Rara, como encendida lucía La Falda (ciudad Tango) en los días previos a la iniciación de un nuevo capítulo de su festival nacional. Una sucesión interminable de banners de color rojo y negro adornaron la avenida Edén dándole un aspecto de gran celebración, y no era para menos, se acercaba la edición número 30 del padre de los festivales faldenses.
La Falda recibió a sus visitantes tangueros con un desconcertante clima (bi)polar, algunos días primaveralmente templados, otros rigurosamente helados, algo a lo que ya estamos acostumbrados en estos tiempos, tanto como a la calidez con que nos recibe el legendario auditorio faldense, espacio en el cual desde el 18 al 21 de julio se concentró toda la actividad de esta fecha trascendental, y sobre la que es necesario aclarar por enésima vez que no se trató del 30° aniversario (el festival cumplió 48 años en enero pasado), sino de la edición número 30. Un error conceptual en el que permanentemente cayeron muchos periodistas, músicos y hasta el propio presentador oficial.
Las cuatro jornadas registradas el pasado fin de semana continuaron en la línea exitosa de la última década. Organización, coordinación, logística, sonido, iluminación y escenografía, son rubros en los que ya resulta redundante gastar elogios, pero es justo destacar que en este sentido el trabajo una vez más fue impecable. Con la conducción en manos de Silvio Soldán los organizadores pueden dormir tranquilos, pero María José Demare, su acompañante en esta ocasión, mostró algunas vacilaciones. Una vez que se hagan los números finos se deberá tener en cuenta la disminución de público asistente, especialmente en la noche inaugural, lo que obliga al análisis para optimizar un festival que está a un toque de lograr la excelencia.
A la noche del jueves le faltó un gran número convocante, luego, y sin poner en duda el nivel de la mayoría de los artistas que intervinieron, hay algunos a los que debería dársele un descanso que evite la repetición y posibilite el ingreso a la grilla de otros con similar cartel.
El certamen de nuevas voces determinó tres ganadores en lugar de dos: Vanesa Strauss (Sub Sede La Falda), Vivi Serri (Sub Sede Buenos Aires) y Lautaro Mazza (Sub Sede Buenos Aires), los que tuvieron su lugar en la primera noche. La misma en la cual a la actriz-cantante Rita Cortese “un olor a choripan” la ubicaba geográficamente en Córdoba; al histórico Rodolfo Tulián se lo homenajeaba por su trayectoria y el Cuarteto de Esteban Morgado capitalizaba elogios. Al guitarrista le correspondió un doble rol, primero con su show habitual que esta vez tuvo como invitado especial a su hermano, el polifacético Claudio Morgado (músico, actor, conductor de TV, diputado y funcionario público). A continuación musicalizarían la performance de Maximiliano Guerra y al Ballet del Mercosur. Fueron cuatro temas que no llegaron a mostrar todo el virtuosismo que del cuerpo de baile se esperaba. Hubo un atenuante: este fue el regreso a las pistas de Patricia Baca Urquiza (esposa del bailarín), quien estuvo inactiva por un delicado problema de salud.

Viernes de clásicos. La Orquesta Provincial de Música Ciudadana juega de local en La Falda, con la batuta de Damián Torres (que un día antes estrenó su dúo con el guitarrista Horacio Burgos) y la voz de Gustavo Visentín. El legado de un músico fundamental como Horacio Salgán se prolonga en el Quinteto Real que dirige su hijo César. Por la respuesta del público fueron la revelación del viernes, y una pena que por la rigidez de los tiempos de actuación se vieran privados de un segundo bis bien ganado. Luego del homenaje del día, para Américo Tatián por su labor de incansable comunicador y difusor, los solistas se pusieron la noche al hombro. María José Demare con actitud y garra se inclinó por los clásicos y no sólo de tango, hasta Sandro cayó en la volteada. María Graña presentada y acompañada por la guitarra de Esteban Morgado, fueron la pareja perfecta. Notable Morgado en la interpretación de Libertango; exquisita María en Naranjo en flor, Malena, Pequeña y (la infaltable) Caserón de tejas. A su turno Raúl Lavié, uno de los inamovibles, mostraría su profesionalismo y un repertorio algo previsible: A mi manera, Barrio de tango, Tinta roja, Romance de barrio, La última curda (con dramatización incluida), Garúa, Como dos extraños y, aunque la acababa de cantar María Graña, Naranjo en flor.

De otro planeta. El sábado empezó con una ausencia, el esperado debut en el festival del Quinteto de Pepe Motta se produciría sin Pepe Motta. Su hijo Pablo se disculpaba por la ausencia del pianista con problemas de salud a la vez que proponía como reemplazo al talentoso Fulvio Giraudo, pianista titular del Sexteto Mayor.
La organización se jugó un pleno por el cantante anfitrión Carlos Habiague, programándolo en el horario central del sábado y otorgándole el tiempo necesario para desarrollar su propuesta y el faldense no los defraudó. Acompañado por la Orquesta de Rafaela interpretó los clásicos que mejor le sientan (Baldosa floja y Remembranza) sin olvidarse de su preferido Después si querés hablá y yéndose por afuera del género con una versión tanguera La bien pagá del repertorio coplero español y Granada, para alarde de las dotes operísticas de su poderoso registro. Al igual que el año anterior, se despidió muy ovacionado.
Lo del Sexteto Mayor, por más que ellos insistan en que son de Banfield y Lanús, es de otro planeta. Durante sus 40 años de trayectoria, recién cumplidos, su formación original perdió a sus fundadores y mentores (Libertella y Stazzo) sin por eso resentirse ni el estilo, ni la calidad. Hoy son la simbiosis perfecta entre su historia, representada por los violinistas Mario Abramovich y Eduardo Walczak; y los encargados de continuar la mística con Horacio Romo (bandoneón y dirección) al frente. La trilogía de Piazzolla (Oblivión, La muerte del ángel y Adiós Nonino) fue, lejos, lo más excelso que musicalmente tuvo este año el festival. En un programa plagado de homenajes, tal vez una distracción hizo que el sexteto no tuviera el que se merecían. Al sábado a la noche todavía le quedaba cuerda con la original evocación del tango de los años ‘40 que realiza la Orquesta de Ariel Ardit y con el tenor Darío Volonté y su tributo al género.

Cupo femenino. El talento en el arte popular no se aprende en la academia, se nace con él o no, y si no vean una vez más el caso de Lisette, esta niña de 13 años que es otra promesa de gran artista surgida del semillero faldense. Si algo tiene Lisette al elegir canciones es buen gusto, y más de uno se queda con la boca abierta cuando canta y toca el fueye en Anclao en París o Nocturno. “Al siempre presente Rubén Juárez” le dedicó Bien de abajo y fue la única que se acordó del querido Negro. No le tembló el pulso para ejecutar el gran piano de cola Steinway cuando se acompañó en Cuesta abajo, mientras le pedía al público que la ayude con el estribillo simulando no acordarse la letra. Soldán le estampó un apodo: La Princesa del Tango.
Cuando María Garay se desplomó del escenario promediando el segundo tema de su presentación el mundo tanguero se paralizó. Prontamente fue hospitalizada y derivada a la ciudad de Córdoba con un diagnóstico de fractura de húmero. Osvaldo Piro debió salir anticipadamente a cubrir el bache en lo que él llamó su regreso al festival luego de su ausencia del año pasado por “un mal entendido” (sic) con los organizadores. El Maestro, hoy convertido en un vecino más de La Falda, armó una orquesta de músicos cordobeses y eligió como cantante a Marcelo Santos, también de la Docta. Su estilo de compositor e intérprete se reflejaron en piezas como Milonga para Pichuco, el estreno A la distancia y Octubre.
El homenaje del domingo fue para el Maestro Carlos Nieto, uno de esos artistas que su bajo perfil tapan una carrera extensa y de prestigio. Tras el reconocimiento dejó de ser el número de acompañamiento para pasar a ser protagonista de su propio espacio.
Si algo no se le puede reprochar a Guillermo Fernández es que siempre toque lo mismo. El ex Guillermito logra sorprendernos cada año, esta vez apareció acompañado por un guitarrista y con look campero, con poncho al hombro y acento gardeliano, entonó milongas propias y de otros autores, de la etapa que denominó pretango. Fue un adelanto del material de su próximo disco.
En el final del final Adriana Varela puso mágicamente en estado de show a un auditorio que a esa altura ya preparaba la retirada. Con la fórmula magistral de su voz, su estilo y su gran carisma se despachó a placer con una decena de tangos feroces: Toda mi vida, Las 40, Malevaje, Mano a mano, Malena. Hasta que la gente empezó a pedir y Adriana a complacer, ¿qué quieren escuchar? Milonga del pelo largo, Los mareados. Y los bises con el ángel del Polaco: Afiches y Garganta con arena. Ok, si algunas grandes figuras de dieran cuenta lo bien que “garpa” no creérsela, todos serían como Adriana. El gran cierre que un gran ciclo como este se merecía.-

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