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Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

viernes, 4 de mayo de 2012

El vehículo socio-cultural del idioma

Por Alberto E. Moro _______________________________________________________________ Las palabras se mueven por el mundo anticipando, hoy más que nunca, la posibilidad cierta pero aún remota de un mejor entendimiento entre los hombres que habitamos el planeta. _______________________________________________________________ Las influencias lingüísticas viajan por el mundo, del mismo modo que los gases viajan por el interior de los organismos: por gradiente de presión. Van de los lugares de mayor presión hacia aquellos donde la misma es menor. Así viajan el oxígeno desde los alvéolos a los músculos y el anhídrido carbónico desde los músculos a los alvéolos pulmonares. Y así lo hacen también las manifestaciones culturales, desde los centros de mayor producción a los más rezagados, en un intercambio de doble vía que siempre es favorable a los generadores de mayor presión, ya sea ésta cultural, lingüística, o económica. Por eso no debe asombrarnos que en un proceso tan dinámico, cambiante e irrefrenable como es el de los intercambios lingüísticos, haya vencedores y vencidos, heridos, convalecientes y muertos. La especie humana ha generado el prodigio cultural de los idiomas y dialectos con miles de variantes que cubren el globo y conducen a un único fin: la comunicación social básica, creativa y recreativa sin la cual los seres humanos no hubieran podido alcanzar los extraordinarios niveles evolutivos que, para bien o para mal, hoy nos caracterizan. Pero en el camino, ha habido muchas bajas, con lenguas ya definitivamente desaparecidas o muertas, y algunos efímeros triunfos en otras cuyo predominio es impactante por el momento, como en el caso del inglés y el español. Empleamos la palabra efímero en una dimensión temporal a escala mucho mayor de la humana, puesto que el dinamismo de los cambios sigue y seguirá actuando a través de los siglos, y nunca estará dicha la última palabra. Hay dos dominios de la cultura en donde es evidente la influencia que las lenguas originales de un proceso ejercen sobre el resto: la música y el deporte. La gran música italiana, de incomparable vuelo lírico en su fabuloso resurgimiento de los siglos XVIII y XIX, impregnó con sus términos técnicos al mundo entero, en el que hoy las denominaciones italianas se han vuelto universales. Palabras tales como allegretto, pianísssimo, adagio, aria, trémolo, toccata, barcarola, ópera, opereta, cavatina, maestoso, largo, larghetto, andante, andantino, cantabile, vivace, presto, prestíssimo, minuetto, scherzo, pizzicato, concertino, fioritura, intermezzo, coloratura, staccato, tenore, mezzo-soprano, barítono, ópera, operetta, y tantas otras, han impregnado el lenguaje mundial de la música. En el reino del deporte, no puede dejar de reconocérsele a Inglaterra haber sido el país donde, enancadas en una reforma pedagógica, se originaron las actividades de tiempo libre que hoy conocemos con el nombre de deportes modernos. La misma palabra, que los designa en todo el mundo, tiene su antecedente inglés en Sport. Y en nuestro propio país, muchísimos deportes ostentan una jerga derivada del inglés. Un solo ejemplo, que no puede ser otro que el fútbol, nos ilustra al respecto. No obstante haber corrido mucho agua bajo los puentes desde que un diario publicara, a fines del siglo XIX, que los marineros ingleses jugaban en los muelles de Buenos Aires un extraño juego en el que pateaban un objeto esférico, durante muchísimo tiempo no se buscaron palabras equivalentes en nuestro idioma para referirse a los reglamentos o relatar las contingencias del juego. Bien entrado el siglo XX, durante la infancia de quien esto escribe, un inglés chapurreado y deformado era el lenguaje técnico del foot-ball, deporte originario de Gran Bretaña. Los equipos formaban con un arquero llamado por muchos periodistas goal-keeper, dos full-back, un centre-half (centrojás), dos half (jas), dos wing, dos insiders, y un centre-forward (centrofóbal). La meta era hacer el gol (goal = objetivo). El match era controlado por el referee y los lines-man, pero aún sin ellos, en los potreros donde jugábamos, se iniciaba el partido con una fórmula inglesa bastardeada que comenzaba con la pregunta Are you ready? Y el ¡Yes! como contestación. La traducción auditiva para los pibes era “¿Aurieri?” y “¡Diez!” la respuesta. Volver a poner la pelota en el campo cuando se iba afuera era el out-ball, “augol” para nosotros, y tocar la pelota con las manos, hand era “ans”. La posición adelantada o fuera de juego era el off-side, a la que llamábamos “orsai”. Y patear desde el ángulo o rincón, es desde siempre, el corner (ángulo). Aunque la denominación más popular era “cancha”, muchas veces se llamaba field al campo de juego, especialmente entre los periodistas. Todas estas voces, las usábamos sin tener conciencia en absoluto de que eran palabras inglesas. Ignorantes de su significado original, se habían incorporado deformadas haciendo las veces de neologismos de uso común y corriente. Los análisis semánticos no estaban entre nuestras preocupaciones. Simplemente las usábamos para entendernos en la primitiva pero socializante actividad de “patear la pelota para adelante”, en busca del ansiado y catártico grito de gol, arte en el cual los argentinos nos hemos convertido en maestros, no solo en el deporte sino también en la política, pues en ligar de resolver los problemas de la gente, los representantes del pueblo también los patean para adelante. Algo similar sucedió con el box, deporte cuyo “argot” estuvo y está aún plagado de vocablos ingleses, comenzando por su propio nombre. Todos los aficionados a este deporte hemos utilizado alguna vez estas palabras: ring, knock-out, knock-dawn, uppercut, punch, cross, swing, break, ring-side, puching-ball, infaithing, manager, sparring, y hasta designamos el peso de los guantes con la medida inglesa de la onza. Muchos otros deportes, entre ellos el lawn-tennis (grip, ace, out, match point, ball boy, smash, coach, tie-break, single, umpire, set, game, etc.), el hockey, el basket-ball, y el base-ball (beisbol), también tributan en su jerga técnica a la nomenclatura británica. Así es como las palabras se mueven por el mundo anticipando, hoy más que nunca, la posibilidad cierta pero aún remota de un mejor entendimiento entre los hombres que habitamos el planeta. No siempre se trata -empleando la desafortunada expresión- de “penetración cultural” en el sentido peyorativo que se le da, como si de una colonización cultural se tratara. Las más de las veces, se trata del viaje vice-versal de las distintas lenguas, que se inter-penetran las unas a las otras motorizadas por las presiones culturales relativas y circunstanciales que las impelen. Los pueblos con deficiente educación, escasa conciencia de su propia identidad, y sometidos durante largo tiempo a la depredación económica y cultural por parte de gobiernos incultos, corruptos y desprovistos de sentido nacional, pierden el orgullo patriótico y son terreno fértil para la invasión de toda clase de expresiones idiomáticas de extramuros. Basta mirar las vidrieras de los locales comerciales de hoy en la Argentina.

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