Nombre:
Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Un clásico faldense: “La feria de la alegría”

Por Alfredo Ferrarassi

En los años sesenta comenzó un programa de televisión que supo en su tiempo romper con todos los records de audiencia, era La Feria de la Alegría, un show conducido por Guillermo Brizuela Méndez, Colomba y Juan Carlos De Seta.
En él se concretaban los sueños de los participantes ganadores que se llevaban premios que eran la envidia de los televidentes, no solo por su valor, si no porque la vida era en aquellos años menos compleja y por allí una heladera, un combinado o un televisor, en blanco y negro, podían tener un significado diferente al actual, eran elementos que se solían reunir en ciertos casos a la familia a su alrededor y que en nada hacía presagiar los acontecimientos sociales que unos años después vendrían, en donde ya nada sería igual.
Entre esas cosas que eran impensadas estaba la desocupación, ese flagelo que azota a la sociedad argentina desde que las recetas fondomonetaristas se impusieron en los sesenta y que terminaron por destruir la industria argentina con Martínez de Hoz y el gobierno peronista de Carlos Menem y su neoliberalismo.
A partir de estas políticas recesivas encontrar un trabajo ha sido cuanto menos una tarea imposible a veces, de allí que la temporalidad del trabajo, fuera una de las características de nuestra ocupación laboral.
Las zonas turísticas conocían este sistema puesto que la oferta se ajustaba a la estacionalidad que aquel marcaba, pero ello no significó hasta hace unas décadas desocupación, sino en muchísimos casos compartir dos trabajos o verdaderos emprendimientos familiares en donde en vacaciones la “parentela” podía atender el grueso de esas actividades anuales, mientras el “jefe” del hogar se ocupaba en agotadoras jornadas dedicadas al sector terciario de producción.
Hoy aquello es una utopía lejana e irrepetible, hoy los gobiernos, mas allá del signo ideológico al que pertenecen, suelen llevar entre sus propuestas de plataforma o promesas electorales, que toda obra o actividad programada tenga mínimo un 70% de mano de obra local, como manera de poder atender a esa enorme base sin ocupación laboral temporaria y mucho menos fija, que de esta manera encuentra un alivio, la cual puede ser, de resultar buena la temporada, poder “pasar el invierno” como solía decir el padre de todos los males argentinos, don Álvaro Alsogaray.
Estimo se deben estar preguntando a que viene esta larga introducción y tratando de encontrar una respuesta a un tema tan intrincado como es el de la necesidad de poder trabajar, porque la dignidad que otorga es indiscutidamente un derecho humano que no puede ser bajo ningún aspecto soslayado.
En La Falda existen dos Ferias, una de color verde, otra de color amarillo, ambas generan un movimiento, de turistas que las visitan, de envergadura y en ese devenir de transeúntes se produce una circulación de bienes de cierta magnitud para la zona. Ahora bien, ¿Cumplen ambas con un cometido social? ¿Atienden a las necesidades de esa ingente “cantera” de artesanos que necesitan trabajo? ¿Hasta cuando se podrá mantener el actual modelo sin atender los requerimientos reales de quienes son de La Falda? ¿No habrá llegado la hora de un cambio profundo de ambas y la formulación de una estructura superadora que contemple principalmente a los faldenses?
Preguntas estas que iremos respondiendo durante el desarrollo de la nota, ya que la misma es la llave para comenzar a aplicar justicia en un sector donde no reina precisamente esta.
Debemos señalar que la democracia tiene deudas pendientes con los vecinos, decimos democracia, porque el anterior gobierno fue un bonapartismo autoritario, discriminador, una especie de Abaddón exterminador, en término sabatista, hacia quienes no comulgaban con su filosofía, ante lo cual solo existían dos posibilidades, una agachar la cabeza, lo cual era equivalente a bajarse los pantalones y ser violentado reiteradamente o revelarse, padeciendo la muerte cívica, el ninguneo, la indiferencia, el exilio interno, la persecución y cuantos más plagas bíblicas pueda imaginarse.
Por eso las expectativas que generó el nuevo gobierno han sido tan grandes, porque es la ilusión, la esperanza, el sueño de cambio y por sobre todo de oportunidades nuevas, ya que bien sabido es que faltan puestos de trabajo en la ciudad y que se deben buscar alternativas, una de ellas es poder vender precisamente artesanías, actividad que posibilita la creatividad personal y puede llegar a significar una fuente de ingresos genuinos, en donde el creador sabe que con su esfuerzo, con sus manos, se está ganando dignamente su sustento y ello enaltece al hombre que recupera así la autoestima que le fue sustraída con los subsidios, como manera de atarlo al carro del voto cautivo que llevan a delante los gobiernos populistas.
Señalábamos que hay dos Ferias, una que ha sido un reducto partidario, manejado de manera autocrática según el ex modelo imperante y otra, más democrática, que funciona en La Falda pero en la cual son pocos los vecinos de ésta que tiene posibilidades concretas de poder ingresar o asociarse.
Traduzcamos: una hecha a imagen y semejanza de su fuente ideológica local, la otra con mayor nivel y calidad, pero con muy poca gente de La Falda y un sistema de incorporación tan cerrado que nos hace acordar a los gremios de artesanos de la Edad Media, aquel funcionamiento que tan bien describiera Jacques Le Goff.
Esta traducción debe leerse que habiendo necesidad de ocupación de Mano de Obra local, la ciudad pone el espacio, el nombre, y sus vecinos quedan fuera, sin posibilidad de trabajar o de hacerlo por muy cortos períodos de tiempos, quedando en manos de quienes no tienen domicilio real y efectivo en ésta todas, exactamente todas, las posibilidades de ocupación plena, lo cual es un despropósito estratégico, ya que se debe priorizar, ante una emergencia como en la que estamos y en la que se avecinan tiempos con fuertes borrascas y tormentas económicas, la seguridad de quien vive en nuestro territorio, no solo porque “la caridad bien entendida empieza por casa”, sino porque debemos garantizar y asegurar el bienestar del vecino y ello se logra solamente asegurando la posibilidad de trabajo, el cual está, solo que se deben revisarse las condiciones, llevando igualdad y justicia al faldense, cosa que anteriormente no ha sucedido.
En la semana, se acercaron cuatro artesanos, que sabiendo que cuando las quejas son justas, no escatímanos pluma en defensa de los derechos del ciudadano y todos fueron coincidentes en que se debe cambiar el sistema, que continúa en una de las carpas las discriminaciones, los hijos y entenados, y lo que es peor que se les está dando la posibilidad de legalizar el régimen de injusticia, permitiendo un manejo digno de la década infame de elección, en donde han vuelto las presiones, el miedo a expresar las diferencia porque se corre el riesgo de quedar fuera, solo que ahora por un “purismo principista y maximalista” se le dio viso legal a una situación que bajo ningún punto de vista se debió permitir continuar y menos con idénticas políticas en el manejo.
Ahora bien, ¿pueden continuar quedando al margen trabajadores artesanos porque persiste la vieja práctica del marquismo más “vivita y coleando” que nunca, sólo que ahora legalizada? ¿No llegó la hora de plantear un cambio “radical” de ambos funcionamientos y de pensar en la urgencia de crear algo nuevo en donde se garantice mínimamente el 70% de mano de obra local y el resto para invitados de la región? ¿No es hora del “compre” faldense para hacer justicia y responder a las expectativas que hay entre quienes buscan poder trabajar dignamente?
Por último, algunas se llaman ferias de artesanos, sin embargo hay una descarada reventa de productos que se pueden comprar en Córdoba en casas especializadas y que nadie parece controlar, puesto que la fiscalización pareciera haber sufrido la burocratización de la no renovación, existiendo puestos que son una mera exposición de productos “Made in China”, que no solo quitan trabajo al vecino, sino que por no cumplir con los requisitos de ser artesanos evaden así impuestos locales, provinciales y nacionales.
Ante esto ¿el Estado Municipal puede ser silente? Conociendo la honestidad de quienes nos gobiernan estamos seguros se movilizarán para corregir estas inequidades y asegurar al vecino una fuente honorable de ingresos y bienestar doblemente importante, ya que lo podrá obtener con sus propias manos y segundo, porque recuperará la oportunidad de poder disentir, de volver a ser libe y ello bien sabido es, se reconoce posteriormente cuando hay que ratificar mandatos.

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