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Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

jueves, 17 de noviembre de 2011

La Globalización,

“Poderoso caballero es Don Dinero / madre, yo al oro me humillo; / él es mi amante y mi amado, / pues de puro enamorado / de continuo anda amarillo.”
Francisco de Quevedo y Villegas
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No hace mucho escribía tangencialmente sobre el relativamente escaso grupo de personas que manejan el mundo desde las sombras según sus intereses corporativos, subiendo y bajando gobiernos a su antojo y creando o controlando solapadamente situaciones conflictivas que en el fondo se deben a sus desmedidas ambiciones, nada filantrópicas por cierto. Y vuelvo sobre ello. Estos pocos señores, de más esta decirlo, no son democráticamente elegidos, por lo cual constituyen un poderosísimo ultra-poder oculto que ha pergeñado una súper-estructura instrumental representada por los Bancos y el Sistema Financiero, que busca controlar el mundo con el viento a favor del nuevo estado de cosas llamado “globalización”, por ellos mismos provocado direccionando sus inversiones.
Desde que el príncipe de la literatura española Don Francisco de Quevedo escribiera las apostillas del epígrafe, ha corrido mucha agua bajo los puentes, y nunca antes, nunca como ahora, el dinero y las empresas multinacionales que para incrementarlo se generan, han podido moverse por el mundo con la velocidad y precisión con que lo hacen hoy sirviéndose de las nuevas tecnologías, que como todos los inventos humanos pueden servir para el bien o para el mal. Nunca como ahora pudieron esquilmar a los países y a su gente, invirtiendo para cosechar o retirando las inversiones para hundir a un gobierno reacio, o dejando un tendal de desocupados porque han descubierto un nicho mejor para la explotación humana inmisericorde mediante el trabajo esclavo.
Porque del oro simbólico estamos hablando, estimados lectores, de las enormes fortunas cada vez más concentradas que se construyen con las actuales formas subrepticias pero no menos violentas a largo plazo de la esclavitud, siempre denostada en las declamaciones políticas, pero siempre presente en la realidad, bajo nuevas apariencias. Una esclavitud moderna, disfrazada de generosa, de creadora de fuentes de trabajo, pero fijada más que nunca en el inescrupuloso objetivo de la maximización de las ganancias por cualquier medio, las que serán finalmente repartidas en ciclos anuales de toma de dividendos entre unos pocos: los anónimos que tienen la plata y los ejecutivos cuyo papel consiste en hacer rendir al máximo al capital, sin miramiento ni consideración alguna. Es en el “mar del Mercado”, que hierve en burbujas financieras arteramente inducidas siempre a punto de estallar, donde pescan estos depredadores. Antes lo hacían región por región o país por país, pero hoy son mucho más peligrosos porque lo hacen con red. Una red cibernética global, urdida por ellos mismos, que cubre el mundo entero.
Algunos, como quien esto escribe, tuvimos en nuestra juventud el ideal utópico de un gobierno mundial dentro del cual pudiéramos sentirnos hermanados como “ciudadanos del mundo”, todos unidos en convivencia armónica, sin explotación, sin fronteras, sin discriminación, sin prejuicios, sin un crimen organizado, sin estados corruptos que engañan permanentemente a sus pueblos mientras los ensalzan en demagógicos discursos con reiterados elogios y el dulce camelo de falaces promesas. Indudablemente, partíamos entonces de falsas expectativas en cuanto a la verdadera naturaleza humana
Hoy, en vista de lo que sucede en el espinoso camino emprendido por la humanidad, esta idea utópica puede ser muy peligrosa. Un gobierno mundial manipulado desde las sombras por el capitalismo concentrado, salvaje y totalitario al que hemos aludido, implicaría poner el mundo en manos de esa oligarquía centralizada (gobierno embozado de unos pocos cuyos nombres ni siquiera conocemos), desenfrenada en sus apetitos y especulaciones, para que se sirva “a piacere” de la riqueza que producimos entre todos los hombres y mujeres de buena voluntad que habitan el planeta.
Un gobierno mundial, del cual la Unión Europea es un ensayo y un comienzo, supondría también un ejército mundial (la OTAN lo es para la UE) apto para imponer y escarmentar a quienes no están dispuestos a ser esclavizados, se trate de individuos o de pueblos enteros.
Los conflictos que se suceden cada vez con mayor gravedad en la entelequia llamada UE, son el resultado de una conflictiva relación pretendidamente unificadora entre países muy disímiles, a algunos de los cuales les va bien, a otros regular, y a algunos realmente mal. ¿Les va mal desde que punto de vista? Naturalmente, desde el punto de vista económico, por lo que es necesario disciplinarlos de grado o por fuerza, como observamos que está sucediendo en este preciso momento.
Es más, toda la cuenca del Mediterráneo está en la mira de ese disciplinamiento, en especial los países petroleros, a los que se quiere incluir en esa uniformización, no pocas veces con la intervención armada de la OTAN (Organización Tratado del Atlántico Norte) y sus socios de allende el Atlántico, con el excelente argumento de restablecer los derechos humanos y deponer a las infames tiranías que atrasaron a esos pueblos. Pero detrás de todo, está el ojo avizor de los sátrapas del poder oculto, a los que no les importa la destrucción de la enorme riqueza cultural subyacente en países que como Irak, fueron la cuna deslumbrante de la civilización en tiempos ya remotos. No les importa porque en la reconstrucción de lo recuperable también vislumbran la oportunidad de hacer negocios multimillonarios.
Los poderosos caballeros del dinero están siempre escrutando, manipulando, comprando conciencias, aún las más encumbradas, para dirigir las aguas hacia su insaciable molino recaudador. Lo que se muele allí es la dignidad y la calidad de vida de la gente. De los miles de millones de personas que vivirían mejor si el reparto de la riqueza de las naciones fuese más equitativo.
El gran hermano orwelliano no descansa nunca. Cabalgando en las modernas tecnologías invade y maneja cada vez mejor nuestras propias vidas, entrando en nuestra intimidad y manipulándonos como nunca antes. A través de los grandes Bancos, que invariablemente les pertenecen, y con una adecuada propaganda, dirigen nuestros gustos, y nos sumen en ciclos periódicos de consumismo y depresión según sus conveniencias, empobreciendo a millones que pierden lo que tuvieron, debiendo abandonar sus sueños de progreso material. Del mismo modo, como ya hemos aseverado, millones de personas en el mundo, incluyendo mujeres y niños, vive precariamente del trabajo esclavo pergeñado por capitales anónimos, esforzándose de sol a sol, tan solo por techo y comida.
La saludable reacción de “los indignados” que parece contagiar a muchos pueblos en distintas partes del mundo, no tiene sin embargo uniformidad de criterios y reclamos. Sus promotores no siempre tienen bien en claro a que aspiran, como siempre sucede en los movimientos de masas. Unos van por lo básico: las libertades esenciales que les fueron arrebatadas por los tiranos. No pocos reclaman por un trabajo, al que millones de jóvenes no tienen acceso. Otros por la reducción en su nivel de vida que se les impone, como siempre, para “salvar a los Bancos” que pertenecen invariablemente –a no olvidarlo- a esos pocos plutócratas insaciables que una y otra vez ponen en crisis a los pueblos, empobreciendo a la gente y quedándose con su dinero. En Brasil, curiosamente, los “indignados” se manifiestan a favor de la limpieza ética iniciada por Dilma Roussef, expulsando a los corruptos de su gobierno. En la contigua Argentina, tristemente anestesiada ante el dolo y los ilícitos de su clase política, nadie parece indignarse por nada, y la mayoría de los votantes ha confirmado en el poder a uno de los gobiernos más corruptos de toda nuestra historia.
Los “indignados” deben o deberían saber sin embargo, a qué se exponen. Deben saber que los pulpos del dinero están seguramente al acecho, atentos para ver como pueden manipularlos en su propio beneficio mediante complejas operaciones cibernéticas en las que hoy puede decirse, vuelan de un lado a otro del planeta a gran velocidad los multimillonarios paquetes de dinero virtual sin que siquiera haya que transportarlos. Así de fácil es todo en este nuevo estado de cosas llamado “globalización”, que no es un club al que uno pueda optar por afiliarse o elegir. Es algo que está y vino para quedarse “englobándonos” a todos. Se trata de adaptarse, pero también y más que nunca, de aprender a defenderse.

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