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Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

sábado, 29 de octubre de 2011

Adentro!!

Por Alfredo Ferrarassi

Pasaron las elecciones dejando una serie de aristas para analizar. Fueron el reflejo de un resultado anunciado, el cual estaba cantado desde las primarias, siendo la incógnita el papel que la oposición pudiera tener, a ojos vista un panorama casi imposible de revertir.
El 53 % obtenido es incuestionable y legitima, por cuatro años más, un modelo de hacer política que evidentemente, un poco más de la mitad del pueblo ha elegido, lo cual no significa que por ello no vayamos a tener en puerta una serie de ajustes necesarios de la economía, como otras medidas que seguramente harán abrir los ojos a algunos sectores que apoyaron con su voto este modelo, pero dada la volatilidad del mismo, pueden pasar a ser críticos por la imposibilidad que seguramente tendrá el oficialismo para asegurar la continuidad de esta fiesta del consumismo en la que estamos inmersos y que pasará factura en no mucho tiempo más, porque debemos tener en claro que en algún momento la costumbre de “tirar manteca al techo” tendrá un final, siendo precisamente en ese instante cuando pueda verse el autentico caudal de seguidores con que se cuenta.
Trataremos de encontrar la causa de este resultado, porque estamos persuadidos que en la resolución de este complejo teorema político se halla, al menos para quienes no están de acuerdo, la clave para poder iniciar una marcha que tenga en la próxima renovación legislativa un resultado optimista de cara al 2015.
¿Dónde radicó el éxito de la estrategia kirchnerista y donde estuvo el fracaso de la oposición, es la ecuación que es necesario despejar para entender lo que paso este domingo?
Veamos, hasta antes de la muerte de Néstor Kirchner la oposición tenía, encuestas mediante, un futuro promisorio ya que la sola presencia del ex presidente causaba cuando menos escozor en una amplia parte de la población, de allí que resultara lógico que amplios sectores se encolumnaran detrás de Duhalde, quien aparecía como una alternativa de cara a lo que vendría. Otra alternativa posible era la constitución de un frente electoral y porque no programático, entre los sectores más progresistas (UCR, Socialismo, Proyecto Sur y otras agrupaciones menores) lo cual generaba optimismo en amplísimos sectores de la sociedad.
La oposición tuvo todo para hacer valer su peso, máximo después del cheque en blanco que significó el apoyo que le dieron en las elecciones legislativas, pero la expectativa que habían despertado se diluyó al poco de comenzar la actividad en las cámaras. Baste recordar la veces que no pudieron garantizar el quórum propio que tenían porque se desangraban en luchas intestinas y permitían que la bancada oficialista, manejara con más astucia que número las sesiones logrando paralizar el funcionamiento del congreso, el cual llegó a tener muy poca actividad en el último tiempo.
Esta falta de coherencia, esta dilapidación de capital electoral indudablemente tuvo su precio porque por impericia o por egoísmo escénico, lo cierto es que la oposición fracasó rotundamente y no pudo ofrecer una posición monolítica a la hora de hacer valer su número.


La muerte de Kirchner cambio el panorama político y como sostiene
Beatriz Sarlo, la “Presidenta viuda pudo auto inventarse” para terminar imponiéndose. Escribía la pensadora...”la presidente hizo una actuación de alta escuela, mezcla de vigor y emoción; se colocó a si misma al borde del llanto y se recató por un ejercicio público de la voluntad. Es la gran actriz de carácter sobre un escenario diseñado meticulosamente por ella misma. No compartió jamás el rol protagónico. Los focos, todos, convergieron en un solo punto” (La Nación 24/10/2010).
Entonces mientras estratégicamente el gobierno ganaba, el resto de los partidos terminaba desvariando en sus alianzas y eso el pueblo lo supo leer, ya que más hicieron por perder, para terminar convirtiéndose en un inesperado “aliado”, por omisión, del gobierno al cual decían enfrentar electoralmente.
No hubo renunciamientos históricos, no existieron interlocutores que supieran llamar a la reflexión para superar la encrucijada en la que estaban, tampoco pudieron leer la economía y se auto convencieron que el horizonte era igual al previo a la muerte de Néstor Kirchner y confundieron el “enemigo” creyendo que la lucha era solo entre ellos. El resultado no podía ser otro que la derrota.
Sin embargo hubo dos agrupaciones que tuvieron un buen desempeño y que de cara al futuro tienen un camino por construir, tanto el Frente Amplio Progresista de Hermes Binner, como el Frente de Izquierda de Jorge Altamira, son quienes han podido capitalizar el voto de quienes no se sentían identificados por el modelo imperante y buscaban una alternativa válida. Si bien Rodríguez Saá venció a su ex aliado Duhalde y pretenderá liderar al peronismo disidente, victorias como esas en realidad nada aportan al pueblo, ya que era necesario contar con una posibilidad para impedir la hegemonía total del gobierno que así podrá imponer su criterio sin restricción alguna en todos los poderes del estado.
Alfonsín fue otro de los grandes derrotados puesto que descartó aliarse con el gobernador santafesino y sí lo hizo con Francisco de Narváez que lo “traicionó” y terminó cerrando filas con el gobernador puntano. Tampoco podemos obviar la humillante derrota de Elisa Carrió que se ubicó en el último lugar de esta contienda.
En ambos casos los discursos fueron claros, el de la chaqueña más combativo por cierto, pero los dos fracasaron en la praxis política, ya que uno por tratar de ser un clon de su exitoso padre y la otra por saturar con sus denuncias, al grado que en el final de la campaña terminó por acusar al propio Binner en un acto desesperado de pretender recuperar algunos votos para no quedar “cola de perro”, pero al último “ni el tiro del final le [va] a salir”.
Queda entonces para el 47% que no estuvo con el gobierno emprender el camino que sus dirigentes no supieron ver o querer compartir, ese que asegure la construcción de una verdadera alternativa de cara a los próximos comicios. Ese espacio no significa la pérdida de identidad partidaria, si no edificar un lugar pluralista que en base a un programa que pueda brindar a la sociedad una alternativa superadora.
La tarea no será fácil pero tampoco imposible, pues de haberse podido dar en esta oportunidad un desprendimiento de quienes eran candidatos, pudo haber sido distinta la historia que hoy estamos viviendo, pero desgraciadamente lo que primó fue el corto plazo, ese que Fernand Braudel describiera como el del acontecimiento en la historia, el cual evidentemente no tiene proyección ni en el tiempo medio y menos en la larga duración.
El peronismo también se halla en una encrucijada puesto que no tiene experiencia de gobernar en la adversidad, ya que el populismo se basa en el otorgamiento demagógico de una serie de prebendas y en base a ellas se asegura una “fidelidad” partidocratica, pero ¿qué sucederá cuando no exista esa posibilidad de continuar con la política del subsidio? o ¿cuándo haya, más temprano que tarde, que comenzar a tensar las clavijas porque el estado de bienestar se terminó?
Tal vez el llamado a la unidad de la presidenta tenga ese sentido, puesto que aunque lo niegue o no lo quiera admitir, sabe que deberá devaluar el peso, “cerrar el grifo” de los gastos del estado y realizar ajustes, si no quiere “que la crisis se la lleve puesta”, por ello la oposición dueña de ese 47% restante terminará siendo el árbitro en los momentos que se avizoran, porque para salir de la coyuntura necesitará de todos, siendo ese el momento de demostrar la grandeza tanto de triunfadores como del amplio abanico opositor, dado que lo que estará en juego es nada más y nada menos que la suerte del estado argentino mismo y ante ello no hay “para donde hacerse” .

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