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Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

jueves, 13 de octubre de 2011

Los bienes patrimoniales

Por Alfredo Ferrarassi

La pasada semana se volvió a celebrar una nueva tertulia en Defensa de Patrimonio Cultural y Arquitectónico de Córdoba, el acto se llevó a cabo en un recinto emblemático por la conservación que presenta a pesar del tiempo transcurrido entre la inauguración en 1906 y nuestros días.
La Confitería de la Estación del Ferrocarril Mitre, que parece detenida en el tiempo, sirvió de escenografía para el abordaje del triste presente que tienen nuestros bienes tangibles e intangibles, los cuales van perdiendo terreno frente al avance inexorable de un supuesto “progreso” que es implacable a la hora de destruir todo a su paso.
La “resistencia” de algunos ciudadanos ha logrado salvar ciertas construcciones, pero “hecha la ley, hecha la trampa” ya que los arquitectos de las empresas se amparan en una absurda concepción de la preservación de las fachadas, como es el caso de la ex Escuela Olmos, hoy un shopping, que solo guarda la paredes externas y una escalera, mientras el resto desapareció totalmente o el caso paradigmático del Palacio Ferreyra, que era un monumento histórico que solo conservó la parte exterior para construirse en un coqueto museo de bellas artes, necesario por cierto, pero que bien pudo estar en otro sitio y dejar intacto el pasado de una de las propiedades de la familia de Martín Ferreyra en la que pasó parte de la historia política y económica de Córdoba y Argentina.
La Falda o el interior si somos más abarcativos, padecen igual flagelo, puesto que la fiebre inversionista de capitales sojeros o la sospecha del blanqueo de fondos “non santos” está asolando allende el ejido capitalino, sin importarle en lo más mínimo sean comunitarios o privados, nada parece detener el paso de este tsunami de los bienes culturales, que en poco tiempo más de no mediar una férrea defensa terminará dejándonos huérfanos de nuestras raíces, de nuestra historia y cuando queramos despertar será demasiado tarde para reacción alguna.
El debate no puede esperar más tiempo, ya que debemos definir que somos, es decir, La Falda es un pueblo de montaña o un pueblo con montañas, de la dilucidación de este enigma depende nuestro futuro y cualquiera sea la opción elegida debemos ser conscientes que no podremos dar marcha atrás, aunque la alternativa de la preservación puede dejar la posibilidad de revisarla, mientras que la del cambio por la especulación financiera misma, no tiene retorno alguno.
Estamos ante la imperiosa necesidad de definir nuestro perfil, de saber quiénes somos, de dónde venimos y que queremos ser; es el tiempo de encontrarnos con nosotros mismos como sociedad, de involucrarnos con lo nuestro y redefinir el rumbo de cara al futuro que nos hace sentir su poderío y su impostergable planificación, si es que queremos tener una dirección en nuestra marcha para no continuar errando el camino.
La reciente sequia nos ha permitido observar la urgencia de una planificación para poder enfrentar periodos como el que nos ha tocado vivir, pero por sobre todo saber que el crecimiento a ciegas sin proyectar acciones lógicas es la antesala de un conflicto que tarde o temprano nos hará tomar conciencia que el tiempo sin control alguno termina pasando facturas por la desidia en elaborar un plan de crecimiento de cara al futuro.
Hasta hace no mucho tiempo, diríamos hasta hace tres lustros, la palabra planificar era un concepto que se vinculaba con políticas de tipo socialista y durante las pasadas dictaduras llegó a estar casi prohibido su uso por el supuesto peligro que ello podía significar ideológicamente. Hoy sabemos que sin la aplicación de este criterio es imposible un crecimiento lógicamente armónico, por ello ocupa un lugar preponderante en las políticas de estado.
Estas precisamente son las que permiten “crecimiento y desarrollo” de cara al futuro. Esto, por esto que debemos comenzar a elaborar estrategias acordes a aquella alternativa planteada, pueblo de o con montañas, porque ya no hay margen posible para el error a no ser que optemos por la improvisación, por la política del parche, que en definitiva nos llevará a un colapso en un tiempo no muy lejano.
Despejar la duda de que somos y que queremos ser, es la clave a plantearse, porque no se puede continuar gobernando, como fue en los últimos 12 años, en base a las excepciones, puesto que el desarrollo “huérfano” de controles estatales está destinado a producir anomalías que terminan alternando al conjunto social, a la par que generan una serie antecedentes de muy difícil solución.
Las sierras chicas, cadena montañosa de por medio, padecen la política de la improvisación, la cual tiene un costo social enorme, pero por sobre todo que este era controlable de haber existido un estado involucrado y capaz de decir NO cuando lo que estaba en juego era asegurar una existencia digna para los vecinos.
La crisis hídrica, la falta de vías de comunicaciones seguras, los planes de control del fuego, la destrucción del pasado o la edificación anárquica son solo la punta del iceberg de la desidia con que se ha regido esta región cordobesa.
Si nos ceñimos al caso de La Falda veremos que la Carta Orgánica Municipal en 1995, establecía una serie fechas para la concreción de códigos por áreas, siendo el que nos interesa el de Edificación y planificación urbana, por todo lo que encierra y por el impacto que el mismo tiene sobre el futuro de la localidad.
Nuestra ciudad tiene un crecimiento edilicio, menor que el de Carlos Paz, pero mucho mayor que el del resto del departamento, lo cual habla a las claras de la importancia que el mismo presenta, pero al carecerse de una política firme y clara respecto a cierto tipos de construcciones, sobre todo en altura, se pueden observar falencias que no solo son paisajísticas, si no de una planificación acorde a las posibilidades de la infraestructura que se cuenta, entendiendo por esto a cañerías de agua, cloacas, gas y servicios complementarios como puede ser cable, teléfono, etc.
Los PH (propiedad horizontal) tienen la particularidad de concentrar el uso, en muy poco espacio, de una serie de servicios que pueden llegar a colapsar dado que hay cierta infraestructura local que cuenta con demasiados años y que no fue evidentemente pensada para un uso como el que se requerirá de continuar en un ritmo sostenido de crecimiento. Solo citaremos como ejemplo el caso de las cloacas las cuales tienen en partes alrededor de 36 años de uso y existe una degradación de los materiales usados que en un tiempo más requerirá el reemplazo y actualización.
La necesidad de contar con códigos actualizados y reglamentaciones claras nos liberaran de los riesgo de la transgresión actual, la cual se “legaliza” a partir de una multa por haber vulnerado las poco claras normas, pero que terminan creando una jurisprudencia a la cual después trataran de ceñirse quienes decidan en el futuro tomar estos “atajos” debido a los baches legales no previstos previamente.
Las nuevas autoridades deberán establecer un mecanismo que posibilite la consulta a la sociedad respecto a que ciudad queremos ser en el futuro, ya que de ello dependerá el tipo de edificaciones que se permitirán y en donde no puede quedar afuera la protección de la integridad física de los recursos culturales materiales, estableciendo áreas protegidas en las que deba respetarse, rescatar y registrar la memoria oral, los saberes, mitos y leyendas, si las hubiere, para posibilitar la preservación y transmisión de la riqueza cultural de nuestro pueblo.
Los recursos culturales son los que representan la identidad de cualquier sociedad y gracias a los cuales la misma puede reconocerse y ser reconocida. Por ende es irrenunciable el cuidado de esos recursos ya que los mismos contienen la data sobre los procesos históricos, los económico-sociales que nuestra ciudad ha tenido. La actual sinonimia que como sociedad tenemos es fruto del legado de quienes nos precedieron, el cual debe ser respetado para poder proyectarnos y poder hacer uso de manera racional y sustentable de esa herencia cultural.
No debemos confundir progreso con piqueta, ya que esta lo que hace es destruir el capital cultural con que contamos, el cual es único e irrepetible y es el que nos permite contar con una personalidad propia como comunidad. Debemos desconfiar del canto de las sirenas que hablan de que el progreso no debe ser detenido, ya que de seguir con esta concepción en poco tiempo nos quedaremos sin referencias históricas en medio de una crisis de identidad sin precedentes.
Seguramente con la conformación de la nueva Junta Municipal de Historia se pueda comenzar a contar con el espacio adecuado y convocante para la puesta en valor del patrimonio cultural de los faldenses, siendo el más emblemático el caso del Edén Hotel, el cual corre serios riesgos, de no existir controles, de seguir siendo desvirtuado tanto en su historia como en su arquitectura.
Preservar al patrimonio cultural es una obra de todos, de la cual nadie debe ser ajeno por la titánica labor social que ello encierra.

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