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Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

sábado, 26 de noviembre de 2011

El origen de todos los problemas

Por Alfredo Ferrarassi

Si hiciera un balance de las notas que he escrito en Ecos de Punilla, creo que se podría advertir un común denominador, un eje sobre el cual giran casi todos los temas y que es en última instancia el generador de las situaciones que nos tocan vivir.

El problema puede centrarse, sin que por esto signifique un reduccionismo del mismo, a un origen común de todos los males que aquejan a la Argentina desde hace más de sesenta años y que es nada más y nada menos que la permanente crisis moral, la cual se expandió haciendo metástasis en todo el tejido social, hasta llegar a un presente en donde alguien deberá a comenzar a plantear la necesidad de salir de ella porque en caso contrario entraremos, como sociedad, en picada libre hacia el vacio.

Había planteado desarrollarla partiendo desde el comienzo de esta decadencia, la cual es total, ya que abarca todos los aspectos de la vida social, económica, cultural, moral, ética de nuestro país.
Argentina un país lleno de potencialidades, con riquezas agrícolas ganaderas reconocidas, con minería, con un horizonte fluvial y marítimo desaprovechado, con energías renovables y tradicionales desperdiciadas, con amplísimos desiertos deshabitados y con concentración desmedida alrededor de la mega capital, debería tener un presente y por sobre todo un futuro más que auspicioso, sin embargo las cifras reales nos hacen ver que tenemos uno de los mayores indicies de pobreza de América, que casi no quedan reservas genuinas en el Banco Central y que el paraíso de la presidente es como el de Alicia es ficticio (con y sin alusión a la Kirchner).
Ahora bien, ¿Cómo es que hemos llegado hasta este presente? ¿Qué es lo que se ha venido haciendo tan mal para “gozar” de semejante privilegio? Sin dudas ir perdiendo paulatinamente, pero de manera sostenida, aquello que nos hacia diferente al resto de los países del continente, aquello que mundialmente nos distinguía, lo cual se resume en dos palabras cultura y educación.
En efecto, la lucha de los positivistas desde Mitre y Sarmiento en adelante fue por dotar a la población de estos dos conceptos esenciales para el crecimiento, con ellos tuvimos un desarrollo verdadero y sostenido hasta mediados de la década del 40 del siglo siguiente, cuando estos preceptos se vieron desplazados tuvimos una caída, que no fue abrupta, pero que a lo largo de más de sesenta años terminó por convertirnos en un país impredecible, con inseguridad jurídica y personal, con reglas difusas, pero fundamentalmente con un paupérrimo nivel educativo que terminó impactando en la cultura haciéndonos perder el rumbo.
Argentina que abrió las puertas a la inmigración, siendo la que proporcionalmente respecto a su población recibió más extranjeros, sin embargo conservó sus valores y sumó aquellos que desde los barcos trajeron nuestros abuelos, resultando como síntesis ese “crisol de razas” que tanto suele escucharse en los discursos escolares y políticos.
Si vemos que a partir de 1945, siguiendo el modelo fascista de Mussolini, se implementaron no solo medias económicas copiadas de aquel, como los planes quinquenales, si no lo más grave aún conceptos de cultura en los que aquellos que no profesaban la misma ideología eran perseguidos, cesanteados en sus cargos y en muchísimos casos debieron apelar al exilio como la única salida posible, con todo lo que ello encierra en una vida. La frase “libros no, alpargatas si” encierra acabadamente el papel que se le adjudicaba a aquella en este modelo populista.
Las universidades trataron de ser un reaseguro de reproducción ideológica pero al carecerse de una base intelectual que pudiera reemplazar a la existente, llena de defectos por cierto, pero con exponentes rescatables y respetables, como los adherentes al socialismo, radicales o demoprogresistas, terminó por contar con los no menos famosos “flor de ceibo” que poco y nada apartaron a las altas casas de estudios.
La noche de los bastones largos significó, tiempo después, un golpe durísimo a estos dos pilares, ya que hubo un drenaje erudito de significación, el cual fue irreparable. Después de esta fatídica noche, la Argentina estaba herida en lo más caro que había logrado durante décadas: su cultura, su clase pensante, su rebeldía filosófica, su identidad tan particularmente diferente.
Sin los estamentos que pudieran dar lucha en el campo de las ideas fue fácil presa de la televisión, que también hizo lo suyo en contra del capital intelectual ya que anteponiendo los intereses grupales por sobre los del pueblo creo personajes y programas que han terminado por desintegrar nuestra idiosincrasia.
Veamos, la primera alerta de lo que vendría pudo observarse cuando Minguito Tinguitella, magníficamente interpretado por Juan Carlos Altavista, impuso su “se igual”, aquello que en cierta manera en Cambalache había denunciado Enrique Santos Discepolo cuando sostenía ”hoy resulta que es lo mismo…un burro que un gran profesor”.
Eso que podía resultar hilarante tenía un componente que no debió pasar desapercibido porque era la institucionalización oficializada de la mediocridad, era la nivelación hacia abajo, era la instauración de la decadencia de manera sutil, pero firme, que décadas después tendrá en Tinelli el ejemplo más evidente de como se destruye a una sociedad.
Aquellos elementos de la cultura de masa, que tan bien supieron manejar “Il Duce” y Goebbels terminaron imponiéndose en nuestra sociedad. Ya no era un desaforado discurso cargado de muecas como el de Mussolini o la manifestación ampulosamente expresada del Ministro de Propaganda del Tercer Reich, ahora son personajes que han logrado romper los lazos de solidaridad existentes, con cámaras ocultas que toman por tonta a la gente que se detiene para ayudar, después es reírse de los accidentes de las personas (blooper). Ellos, el grupo de amigos del bufón mayor son los “piolas”, el resto de la sociedad personas descartables que solo sirven para hacer reír al “rey y su corte”.
Si observamos lo que significó el ciclo “Alta Comedia” o las puestas en escena de David Stivel con el Grupo de Gente de Teatro para el programa “Cosa Juzgada” nos podremos dar cuenta del retroceso que hemos tenido tanto cuantitativa y cualitativamente, ya que aquellos eran ciclos en donde el juego ideológico estaba presente, pero también el orgullo por representar a los clásicos, por dejar un mensaje, por “obligar” a pensar, en cambio hoy gracias al “diabólico” Marcelo Tinelli solo hemos logrado escenografías copiadas y adaptaciones al “gusto” de nuestro país.
Hoy nadie siente orgullo por sus saberes o al menos los oculta para no parecer un “nerd”, para no ser tomado por tonto solo por contar con conocimientos. Hoy aquella frase “alpargatas si, libros no” está más presente que nunca, diríamos hasta triunfó, dando sus frutos a la hora de votar.
Es que Tinelli significa la degradación de la mujer hasta volverla en un objeto sexual, que cuando más muestre y ofrezca mejores posibilidades tiene, su valor subirá proporcionalmente a su caída moral. Su propuesta mediocre y chabacana lejos está de parecerse a la del controvertido director Nagisa Oshima que con sus dos Imperios, el de Las Pasiones y el De los Sentidos, pudo abordar el desenfreno y la obsesión por el sexo con realismo y con dureza, pero con nivel, claro está que el guión se baso en “L’Empire des signes” de Roland Barthes y no en la paupérrima producción del “Chato” Padra.
Hoy parece un logro salir a contar en televisión las andanzas amorosas con empresarios, artistas o cantantes extranjeros, eso las convierte en “celebridades”, en “mediáticas”, antes sería un verdadero deshonor hacer pública estas situaciones, hoy pasan de canal en canal contando sus intimidades aumentadas de acuerdo a la audiencia.
Resulta casi imposible hallar un programa serio, con algo de nivel, salvo algún documental de Encuentro, pero aquellos grabados en los 60 o 70, lo demás es impresentable. Poder ver los domingos “Aguafiestas”, en Metro a las 21 horas, es un bálsamo para el alma y el pensamiento, lo demás “opio de los pueblos”, es adormidera mental, es hacer el juego a los jibaros cerebrales que son funcionales al modelo reinante que para reproducirse necesita que se piense menos, que tengamos adoración por la cultura “del hilo dental”, que toda la semana se hable de los improperios que se prodigan.
A veces nos preguntamos ¿porque los maestros resultan amenazados, agredidos, golpeados y menos preciados por alumnos y padres? La respuesta, al menos una parte de ella, está en que gracias al circo tinelliano, en el que se producen “diálogos” belicosos entre jurado y participantes, se ha socavado el principio de autoridad, porque observemos, aquel es quien debe evaluar en base a esa superioridad que dan los saberes, supuestos en este caso puntual, que tiene sobre el que compite que rinde examen con su participación.
Si un mediático o un artista de cuestionables dotes, solo por estar en pantalla tiene piedra libre para decir lo que se le ocurra, sin sanción alguna, ¿Cómo pretendemos que en una escuela, transfiriendo esto, no suceda lo mismo? Si lo que se ha logrado “aniquilar” es a la autoridad misma, entonces lo que reina es la impunidad, el derecho del más fuerte, del que tiene más dinero, fama o amantes conocidos.
Mientras tanto el mundo sigue girando, continúa la fuga de capitales, la inflación se multiplica, se realizan subas de tarifas de forma soslayada, se aplica un ajuste descomunal, pero todo está bien porque en Show Mach, que es el mundo de fantasías en donde reina el consorte del poder “illuminati”, solo se tocan temas pueriles, escatológicos y se rinde culto a la silicona implantada como arquetipo de belleza prefabricada y a los escándalos sexuales de los participantes que después continúan los “conflictos” en los programas que “copian” lo que el midas del rating dice, por cierto, ver que a alguien “se le caiga una idea” en este presente debe ser considerado un milagro, puesto que a las “estrellitas que no son aquellas pobres campesinas” esto equivaldría a una “misión imposible”.
Con todo esto ¿debemos esforzarnos demasiado para ver que el problema central es moral e ideológico? Al pueblo argentino para poder dominarlo, para que no mire como le vacían el país, su futuro y el de sus hijos, solo le hizo falta una mutación para embelesarlo con “siliconas si, libros no”, lo demás ya está todo dicho.

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