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Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

jueves, 10 de marzo de 2011

Antón, Antón Pirulero cada cual atiende su juego

Por Alfredo Ferrarassi

Suele ocurrir que en las canciones “de las simples cosas” como son aquellas de la niñez, encontremos las respuestas a las actitudes que en la adultez suelen afligirnos. En las rondas infantiles solíamos cantar “Antón, Antón Pirulero cada cual atiende su juego y el que no, una prenda tendrá”.
Otra manera era entonar el “Don” Pirulero, variable de aquella que tenía la misma letra y significado, aunque a ciencia cierta es muy difícil establecer el verdadero origen de este canto y la razón por la cual comenzó a hacerse. Lo cierto es algunos sostienen que es de raíz española, más precisamente de Granada y surgió en el siglo XVII cuando el susodicho Antón Pirulero mató a su mujer con “20 puñales y un alfiler” para posteriormente no solo descuartizarla, sino que llevarla a moler bajo pesada rueda de un molino de viento. Tal vez el terror por la acción de este criminal, sea lo que llevo a darle un tinte infantil que “suavizara” el terrible suceso. La letra habría sido “Antón Pirulero/ mató a su mujer/ la metió en un saco/ y la mandó a moler”
Otros dicen que en realidad es una historia sobre un personaje de origen francés llamado Antoine Piruliere y que el uso redujo el nombre y castellanizó el apellido.
Lo cierto es que más allá de estos orígenes, lo que relaciona a esta canción de ronda con nuestra realidad, es que se han concentrado los posibles candidatos, sea cual sea su puesto, en ellos mismos y nada de lo que pase por fuera de esas circunstancias importa.
Hay una “concentración” total en ese conchabo, en ese juego electoral, que ha hecho que pierdan ciertas reglas de lógica convivencia y cualquiera es un rival a vencer, aún el que está al lado y con el cual se han compartido hasta hace semanas un espacio en la “trinchera” de la lucha partidaria.
Esta particularidad nos lleva, por una lógica evolución de las cosas, a perder de vista la realidad que nos rodea, aquella que aqueja a los clásicos personajes de Bernardo Neustadt “Doña Rosa” o “Don Pedro”, que no es más ni menos que la crisis económica que el gobierno trata de ocultar, la cual tarde o temprano estallará con inusitada fuerza y no podrá bajo ningún aspecto ser soslaya, solo que en esa caída libre arrastrará no solo a los funcionarios, sino lamentablemente a quienes menos tienen y nuevamente habrá que recomponer una sociedad dañada en su tejido que ya no acepta más injertos de cosmetología política.
En cuanto a nuestra ciudad hay un panorama que evoluciona siguiendo los parámetros que acabamos de mencionar. La “clase política” se encuentra pensando sus problemas, que evidentemente no son los del grueso del pueblo. Este estamento cumple aquella máxima de la psicología que habla de la profecía auto cumplida y así acaba creyendo que la realidad es únicamente la que a ellos toca, lo otro es una ficción que aqueja a los díscolos disconformes o los portadores “de mala onda” que siempre tienen una crítica lista.
Cuando nos terminamos convenciendo que tenemos la verdad absoluta y que las encuestas son inapelablemente objetivas y obviamos que responden a quien las encarga, cuando nos convencemos que unas cuantas palmadas en nuestra Avenida Edén, es representativa de lo que piensan los barrios, estamos equivocados, ya que las realidades son abismalmente diferentes, cuando creemos que las formulas ganadoras se hacen en los bares y que desde la cómoda silla de un café se puede atender a las urgencias que se agolpan pidiendo solución, es que hemos extraviado el rumbo y un simple árbol nos tapa el bosque y por ello creemos que no existe.
La vieja política, aquella que algunos pretender creer que se ha sido desterrada, sigue con vida, con el agravante que nos parecemos cada vez más a los feudos norteños del juarismo santiagueño o al sadismo catamarqueño, ya que no hay alternativa de elaboración política por fuera de la opinión del “duce”, el trabajo en equipo es una utopía, lo que prima es la mera improvisación, la creencia que con raptos de inspiración edificamos una solida estructura política.

Por la complejidad económico-social que se heredará es necesario contar con estadistas, la gravedad de los problemas difícilmente se puedan solucionar con una buena imagen, los mismos solo tendrán resolución a partir de la capacidad y esta no nace de la espontaneidad, la capacidad se alimenta, se cultiva, hasta convertirse en la superación de las potencialidades innatas, es el trabajo sostenido de una vida, no el voluntarismo surgido de la mesa de un café.
Si pensamos que se puede dejar de lado la cuota necesaria de intelecto para suplirla por la de la imagen estaremos “cambiando figuritas”, ya que será más de lo mismo y el resultado será el fracaso por la carencia de ideas superadoras.
Apelar a la una buena imagen puede ser efectista, lo cual dista de ser sinónimo de efectivo, pero lo que es peor es cuando esa nivelación hacia abajo se coloca en una línea sucesoria expectante, ninguneando de manera implícita la posibilidad de corregir rumbos que ya han demostrado ser equivocados.
Pretender intentar reivindicaciones históricas personales suele colisionar con la realidad, ya que difícilmente podamos repitiendo más de lo mismo cambiar la representación que la sociedad tiene, el cambio vendrá de la mano de profundas autocriticas y no de “fotocopias” del pasado. Ejemplo claro de esto es el caso peruano de Alan García, quien torció la visión negativa que la sociedad tenía a partir de saberse rodear de la gente adecuada y llevar adelante una política acorde a las necesidades que esta época impone.
En las próximas elecciones municipales, el arrastre de las figuras convocantes provinciales puede no llegar a tener el efecto de tracción esperado, allí los candidatos estarán solos, estarán en familia, allí se podrá observar aquel que supo abrir su Antón Pirulero por fuera del entorno corporativo y llevar los mejores hombres, por lo que la vigencia de aquella sentencia de hace varios siglos que reza “quod natura non dat, Salamanca non prestat” es indiscutible y contra esta verdad, desgraciadamente, no hay alternativa alguna.

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