El narcotráfico: un fenómeno inquietante.
Días pasados, como vecino, me movilizó una invitación efectuada a la comunidad para participar de una disertación y debate publico sobre Drogadicción y Narcotráfico en el Valle de Punilla, me dio satisfacción saber que se ha instalado en el discurso de nuestros políticos el concepto de prevención de las adicciones, algo bastante complejo y técnico, que requiere de ciertos conocimientos para no ser utilizado como una frase atractiva o un slogan que expresa precisamente conocimiento en el tema o preocupación por el mismo, tratándose de un fenómeno social tan sensible y caro a la salud de la población y en especial al eslabón social mas débil, es decir esa franja etaria representada por nuestros jóvenes. No obstante de esta satisfacción parcial, diré en relación a lo que se dio a conocer, que en nuestra provincia, aún no se avizoran avances concretos en la faz prevencional, para que sea una realidad esta compleja educación para la vida que significa la prevención, en la que se involucra conceptos como la asertividad, empatía, valores, autoestima, manejo de las emociones, promoción de la salud etc., porque ello debería estar ocurriendo en cada pueblo en cada ciudad de nuestra provincia, reforzando y acompañando la ardua tarea de los docentes de todos los niveles en esta materia.
En cuanto al narcotráfico lo que se expresó en esa disertación me dio la impresión de un compromiso real con el problema por parte del disertante ya que las características de las vías de resolución ofrecidas, pasaban por su persona, pero que a su vez denotan las falencias del sistema y el colapso de las fuerzas de seguridad, al no poder ofrecer la vía institucional lógica que permita sostener las acciones en el tiempo, porque de otro modo volvemos al mismo estado de vulnerabilidad al desaparecer el intermediario que pone en funcionamiento el aparato estatal. En tal sentido sito lo expresado por un reconocido jurista de nuestra provincia que dice “El avance en materia legal sobre trafico de estupefacientes no ha sido acompañado por la voluntad política estatal que revele una sincera vocación de asumir el problema de manera integral”(1). Así las cosas los vecinos siguen esperando pacíficamente poder vivir de otra manera. Pero esta espera pacifica no disipa la incertidumbre, por el contrario la incrementa, ya que el narcotráfico constituye una fuente de riesgo para las sociedades, las personas, las identidades nacionales, los valores democráticos, las instituciones publicas, las economías nacionales (2), por ello se lo ha definido como un delito de peligro en abstracto, que socavan, horadan lentamente las bases de las sociedades, sin ser percibidos tangiblemente por los ciudadanos.
Todo lo expresado en ese debate público al que hago referencia, me lleva a expresar que la situación que se vive en torno a este problema del narcotráfico es inquietante y alerta a los vecinos de la región. En particular, aquellos que tienen hijos adolescentes. Hoy nuestra comunidad no escapa a las consecuencias de la desocialización de la cultura de masas, que nos sumerge en la globalización (3) y tampoco a ciertos rasgos hedonistas de la cultura posmoderna, habida cuenta que vivimos en una ciudad turística. Sin ánimo de estigmatizar o hacer de ello algo contraproducente, pero se podría inferir que un permanente clima social distendido y festivo puede confundir a los jóvenes y estimularlos a que se plieguen irreflexivamente al consumo, es decir una afiliación al vacio en el que las drogas representan un objeto de deseo.
Otras de las cuestiones que nos atraviesan como comunidad y que no debemos obviar es la exclusión social, como consecuencias de los modelos económicos puestos en practica por gobiernos de distinto signo, en los últimos treinta años en nuestro país; ella involucra la ruptura de los lazos sociales, implica también una degradación profunda de las pautas culturales de la base económica, de la existencia vital y del desarrollo personal. Se explica la tragedia de estas personas através de ecuaciones tecnocráticos con frases como línea de pobreza o indigencia (4).
Más que ser alarmista con estas consideraciones o agorero de infortunios sociales, creo por el contrario que nos pone en situación como sociedad para decir aquí existe un motivo más de preocupación que puede afectar nuestra calidad de vida, o bien puede resultar ser una exigencia que nos impone la realidad, para promocionar un estilo de vida saludable en nuestros jóvenes.
Para ello necesitamos acciones del estado como principal responsable de las políticas publicas, y digo acciones, por que seguramente existen diversos proyectos a nivel nacional provincial y municipal para el abordaje del uso indebido de drogas y el tráfico de estupefacientes, pero que si no están plasmados en acciones, conceptualmente no existe una política pública. No debemos descuidar como ciudadanos que el deber ser de la política publica es la satisfacción social, que implica la calidad de vida deseada (5).
Ese deseo debería movilizar nuestro compromiso social en pos del bien común, porque lo Público de las políticas es la zona de encuentro entre lo estatal y lo social.
Javier A. Benavidez
Vecino de B° P. Jardín
xavierarmando@live.com.ar
En cuanto al narcotráfico lo que se expresó en esa disertación me dio la impresión de un compromiso real con el problema por parte del disertante ya que las características de las vías de resolución ofrecidas, pasaban por su persona, pero que a su vez denotan las falencias del sistema y el colapso de las fuerzas de seguridad, al no poder ofrecer la vía institucional lógica que permita sostener las acciones en el tiempo, porque de otro modo volvemos al mismo estado de vulnerabilidad al desaparecer el intermediario que pone en funcionamiento el aparato estatal. En tal sentido sito lo expresado por un reconocido jurista de nuestra provincia que dice “El avance en materia legal sobre trafico de estupefacientes no ha sido acompañado por la voluntad política estatal que revele una sincera vocación de asumir el problema de manera integral”(1). Así las cosas los vecinos siguen esperando pacíficamente poder vivir de otra manera. Pero esta espera pacifica no disipa la incertidumbre, por el contrario la incrementa, ya que el narcotráfico constituye una fuente de riesgo para las sociedades, las personas, las identidades nacionales, los valores democráticos, las instituciones publicas, las economías nacionales (2), por ello se lo ha definido como un delito de peligro en abstracto, que socavan, horadan lentamente las bases de las sociedades, sin ser percibidos tangiblemente por los ciudadanos.
Todo lo expresado en ese debate público al que hago referencia, me lleva a expresar que la situación que se vive en torno a este problema del narcotráfico es inquietante y alerta a los vecinos de la región. En particular, aquellos que tienen hijos adolescentes. Hoy nuestra comunidad no escapa a las consecuencias de la desocialización de la cultura de masas, que nos sumerge en la globalización (3) y tampoco a ciertos rasgos hedonistas de la cultura posmoderna, habida cuenta que vivimos en una ciudad turística. Sin ánimo de estigmatizar o hacer de ello algo contraproducente, pero se podría inferir que un permanente clima social distendido y festivo puede confundir a los jóvenes y estimularlos a que se plieguen irreflexivamente al consumo, es decir una afiliación al vacio en el que las drogas representan un objeto de deseo.
Otras de las cuestiones que nos atraviesan como comunidad y que no debemos obviar es la exclusión social, como consecuencias de los modelos económicos puestos en practica por gobiernos de distinto signo, en los últimos treinta años en nuestro país; ella involucra la ruptura de los lazos sociales, implica también una degradación profunda de las pautas culturales de la base económica, de la existencia vital y del desarrollo personal. Se explica la tragedia de estas personas através de ecuaciones tecnocráticos con frases como línea de pobreza o indigencia (4).
Más que ser alarmista con estas consideraciones o agorero de infortunios sociales, creo por el contrario que nos pone en situación como sociedad para decir aquí existe un motivo más de preocupación que puede afectar nuestra calidad de vida, o bien puede resultar ser una exigencia que nos impone la realidad, para promocionar un estilo de vida saludable en nuestros jóvenes.
Para ello necesitamos acciones del estado como principal responsable de las políticas publicas, y digo acciones, por que seguramente existen diversos proyectos a nivel nacional provincial y municipal para el abordaje del uso indebido de drogas y el tráfico de estupefacientes, pero que si no están plasmados en acciones, conceptualmente no existe una política pública. No debemos descuidar como ciudadanos que el deber ser de la política publica es la satisfacción social, que implica la calidad de vida deseada (5).
Ese deseo debería movilizar nuestro compromiso social en pos del bien común, porque lo Público de las políticas es la zona de encuentro entre lo estatal y lo social.
Javier A. Benavidez
Vecino de B° P. Jardín
xavierarmando@live.com.ar
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