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Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

sábado, 18 de julio de 2015

Carta para Alberto Moro

Por Néstor Pousa


Cuando mi padre abandonó físicamente este mundo, en lugar de bienes materiales me legó un incalculable patrimonio intangible que adquirí por derecho propio y sin tener que esperar que un trámite judicial dictaminara que me pertenecía. Entre el capital inmaterial que me transfirió encontré el afecto por sus amigos. De ellos siempre me hablaba en conversaciones que teníamos, y desde que mi padre ya no está, son sus amigos quien permanentemente lo recuerdan con innumerables anécdotas que hacen que el desapego no sea tan difícil de sobrellevar. Podría hacer una larga lista de amigos de la vida que mi padre cosechó, pero hoy me quiero referir a uno en particular: Alberto Moro. Pude descubrir con el tiempo y a medida que lo iba conociendo a Alberto, las cualidades por las que mi padre llegó a apreciarlo y respetarlo tanto. Su pasión por el deporte, enfocado especialmente hacia el olimpismo, al que le dedicó gran parte de su vida profesional, tal vez sea lo más obvio para destacar. Era algo habitual, ya que vivíamos a pocas cuadras de distancia, ir a presenciar sus entrenamientos sobre cama elástica, una novedad para la zona que él introdujo en la ciudad. El deporte lo llevó a viajar y a convertirse en un hombre de mundo, circunstancia que aprovechó asimilando una infinidad de conocimientos. Pero Alberto tiene una de las cualidades más asombrosas del ser humano, y es que haberse dedicado con tanta perseverancia al cultivar el físico, no fue impedimento para desarrollar el espíritu. He aquí una de las mayores enseñanzas que nos entrega todos los días el Profesor Moro, que cuerpo y espíritu son siempre materias correlativas. Alberto es dueño de una cultura universal que, lejos de ser meramente enciclopédica o sólo apta para descollar en una trivia en rueda de amigos, se encarga de transmitir a sus ocasionales discípulos. Sin ser técnicamente un periodista maneja a la perfección las armas de la comunicación, y está allí su otro gran legado, en sus escritos que proliferaron a través de medios gráficos y en libros que sobre diferentes temáticas publicó y continúa publicando.
No obstante sé perfectamente, sin preguntarle, que su obra más preciada es su museo, el que obsesiva y celosamente, como todo coleccionista, supo formar. El Museo del Deporte Pierre de Coubertin tantas veces elogiado como institucionalmente ignorado, es su creación y desvelo desde hace ya 25 años.

Fue el miércoles 1 de julio en el Eden Hotel que Alberto Moro recibió un merecido reconocimiento de parte de la comunidad que eligió para vivir hace casi 40 años, y se lo vio conmovido, abrumado fue el término que eligió para explicar su estado. Pero a la vez profundamente agradecido por lo que consideró un momento inolvidable de una vida plena de reconocimientos en todos los niveles. Este es especial, dijo, porque nació de la gente que lo conoce bien, y que él también conoce a la perfección. De parte de la ciudad que camina todos los días con paso firme; la ciudad que lo espera todas las tardes para tomar un café en su confitería preferida, esa que, ¿me parece a mí?, cada vez le queda más chica.
Por eso me siento profundamente honrado de integrar junto a Alberto el staff de este semanario, medio en el que regularmente publica sus escritos sobre literatura, deportes, historia, vida cotidiana o su otra gran pasión: el Tango; sus siempre interesantes especulaciones sobre el género humano; y sus incisivas reflexiones que si abordan temas políticos y de actualidad casi siempre serán movilizadoras y polémicas, pero que nos obligarán a repensar conceptos que estaban petrificados.
Pero mucho más me halaga considerarme su amigo a pesar de la diferencia de edad, y antes que se mal entienda debo aclarar que esa diferencia a la que me refiero es a favor de Alberto, porque ante personas de su madera muchas veces, e inevitablemente, nos sentimos viejos.
Tengo la sensación de que el reconocimiento que recibió no será el definitivo porque, abro comillas para citar a Spinetta, “un guerrero no detiene jamás su marcha”, y ya debe estar tramando alguna nueva peripecia, su próximo libro o corpus de escritos que merecerán nuevamente nuestra atención, y nos obligará a reunirnos en un evento que lo tenga como protagonista. Y otra vez será un placer poder acompañarlo.-

1 comentarios:

Blogger alberto valente ha dicho...

Ud, expreso todo lo que significa el Sr Alberto E Moro, para todos los que le conocimos, un ejemplo de persona, siempre afable, con su mejor buena voluntad para con todos los que necesitabamos de su ayuda, su consejo, lo que se dice simplemnente
""una buena persona"", noble y con un gran corazon. yo le conoci cuando me entrenaba en Parque Chacabuco con Roberto Almiral y Carlos Chanquia y aunque no llegue en ese entonces a la categoria en que enseñaba, me basto lo poco que converse para llevarme el mejor de los conceptos.Proximamente despues de mucho tiempo que se fue a vivir a La Falda, casi 40 años, ire a visitarle y expresarle mi gran estima y reconocimiento. Moro es un fuera de serie,o como suelen decir los mas jovenes ""UN CAPO".
Hoy es 12.06.2016. Alberto Valente.

12 de junio de 2016, 16:10  

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