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Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

viernes, 31 de enero de 2014

Ética y política en la Argentina

Por Alberto E. Moro

Ante la Ley, los hombres son culpables cuando violan los derechos de otros.
En la Ética, son culpables solo con pensar en hacerlo.
Immanuel Kant



Desde Aristóteles, y aún desde antes, sabemos que el hombre es “un animal político”. Desde su condición de ser humano capaz de procesar el presente y proyectar el futuro, y desde su característica de especie gregaria, ha necesitado actuar coordinadamente con sus semejantes para ordenar su vida comunitaria dentro de normativas conocidas en su conjunto como La Ley. Una Ley a la cual –aunque esto rara vez se cumple- todos deberían subordinarse y acatar. A esto se llega mediante lo que llamamos “Política”.
A sabiendas de que para definir la política podría escribirse un entero e inacabable tratado, pido a los lectores que acepten la modesta definición que acabo de esbozar en el párrafo precedente a los fines de considerar lo que sigue en el necesariamente acotado espacio de este artículo periodístico.
Lo que nos faltaría agregar es que si bien una burda definición de la política la restringe “al arte de lo posible”, esto no significa que cualquier cosa es posible a la maquiavélica manera de que “el fin justifica los medios”. Por el contrario, si todavía subsiste la creencia de que la especie humana está de algún modo por encima de las demás, es insoslayable decir que el accionar político debiera ser antes que nada ético, lo cual nos lleva a simplificar nuevamente para definir qué es la Ética.
La Ética es una rama de la Filosofía que reflexiona y argumenta racionalmente sobre el comportamiento humano adecuado para el buen vivir. Internet nos informa que “una doctrina ética elabora y verifica afirmaciones o juicios determinados. Una sentencia ética, juicio moral o declaración normativa es una afirmación que contendrá términos tales como bueno, malo, correcto, incorrecto, obligatorio, permitido, etc., referidos a una acción, una decisión o incluso también a las intenciones de quien actúa o decide algo”.
Simplificando aún más, diríamos que la Ética es el comportamiento profundo de la persona, el que no se ve, la actitud, la forma en que encaramos y resolvemos las alternativas que la vida nos propone.
Con estos elementos como premisa, no hace falta más para constatar las graves desviaciones de la política vernácula, enferma de corrupción e indecencias de todo tipo, particularmente en los gobiernos que hemos padecido los argentinos los últimos veinte años y que nos han llevado, como lógica consecuencia, al estado socialmente calamitoso en que nos encontramos en todos los órdenes de la vida nacional.
La “Carta Magna”, o sea la Constitución de la Nación Argentina, es de concepción netamente democrática y establece que el país será gobernado por tres poderes interdependientes pero diferenciados, que son el Poder Ejecutivo (una cabeza que representa a todos), un Poder Legislativo (en el que los representantes del pueblo debaten y dictan las Leyes que todos deben acatar), y un Poder Judicial (compuesto por especialistas en derecho que juzgarán, aprobarán o sancionarán a quienes no cumplan con la Ley, incluyendo a los representantes de los demás poderes). Esto supone la existencia de un pueblo responsable que vota, y elige o corrige el camino por el que debe transitar la República.
Una simple enunciación lógica como la precedente, pone en evidencia las graves falencias que padecemos en la actualidad: un poder ejecutivo inepto, a contramano del mundo, que representa sólo a sus aplaudidores y defiende a capa y espada a los corruptos de su facción; un poder legislativo mayoritario cooptado, por no decir comprado, que olvida el mandato de sus votantes y opera flagrantemente obedeciendo órdenes autoritarias del ejecutivo; y un poder judicial amenazado o infiltrado por adherentes acríticos a los deseos del ejecutivo, que hace la vista gorda frente a la corrupción en las altas esferas gubernamentales tanto en la nación como en las provincias. Nada podemos rescatar que pueda ilusionarnos con la imprescindible asociación que debe existir entre Ética y Política.
La tan vociferada palabra “Democracia”, ha sido bastardeada una y otra vez. Parece ser que a los argentinos de la política, les cuesta mucho entender que la división de poderes y la honestidad de los gobernantes es algo esencial para lograr el tan meneado “desarrollo” de un gran país como la Argentina, que en vez de avanzar, retrocede en casi todos los aspectos. Es necesario avisarle al poder ejecutivo que su encumbramiento transitorio no es una monarquía permanente, recordarle al poder legislativo que está representando a quienes lo votaron, y a los jueces que todos somos iguales ante la Ley, incluyendo a los gobernantes, que no debe gozar de impunidad como sucede entre nosotros.
Y al pueblo, esa masa multiforme indiferenciada en los discursos de campaña, habría que decirle que tienen la obligación de informarse, no votar a los corruptos aunque sean de su partido, no dejarse captar por eslóganes mentirosos ni prebendas indignas, y que deben votar además, siempre con un sentido ético. Si así no lo hacen, podrán decir algunos que “los pueblos tienen los gobiernos que se merecen”. Lo cual significa, ni más ni menos, que la parte pensante, rescatable, y de conducta ética de ese pueblo debe sufrir por la estupidez de las grandes mayorías que votan motivados por el bombo y la foto, por las promesas y la dádiva, y no por las ideas, la honestidad y la trayectoria.
La supuesta democracia de nuestro país, que no lo es en modo alguno porque el sólo hecho de ir a votar periódicamente por sí solo no la constituye, pone en evidencia el atraso educativo y ético de los votantes, y la inconsistencia de un supuesto modelo construido con palabras mentirosas que solo buscan ocultar la corrupción y la ineptitud del grupo político que detenta el poder. Y eso no es todo. Como ya he advertido en publicaciones anteriores de este mismo medio (*), esta vez se trata del robo del siglo: una banda política organizada con un pirata estrábico al frente cuyo propósito, desde el primer momento, fue apoderarse del dinero de todos los argentinos vaciando las arcas públicas con una cadena de complicidades bien remuneradas dentro del propio partido. Para ello, no titubearon en ningunear al Congreso de la Nación e intentaron por todos los medios acallar a la Justicia, violando impunemente la Ley y la Constitución cuantas veces les fuera necesario para alcanzar sus solapados fines de enriquecimiento ilícito.
Flagrantes negociados a la sombra del poder fueron perpetrados desde las más altas esferas políticas de la vida nacional, a vista y paciencia de un pueblo desorientado y al parecer anestesiado en su capacidad de asombro y protesta, al que los aspectos éticos de la conducta humana de sus dirigentes no parecen importarle. En la política argentina, la corrupción es la regla y no la excepción como cabría esperar.
La gran pregunta es: ¿Cambiaremos alguna vez?

(*) Alberto E. Moro. Argentina, el robo del siglo. Ecos de Punilla, Mayo de 2013



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