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Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

jueves, 2 de mayo de 2013

Los Selk’nam fueguinos extinguidos, alimentación y tecnología (IV)

Por Alberto E. Moro

No conocían el tabaco ni el alcohol. No llegaron a fabricar ningún tipo de líquidos fermentados. Su única bebida era el agua, que tomaban directamente de los arroyos.

Alimentación
El basamento de la provisión energética de los Selk'nam era, indudablemente, la caza. Invariablemente provistos de su arco y flecha, que no abandonaban nunca, estos hombres disparaban su arma y arrojaban la capa de guanaco, disponiéndose a correr en pos de la presa asaeteada, admirablemente secundados por el perro fueguino, variedad de can hoy desaparecida, del que se sabe que era aguerrido, de buen tamaño, fiel, y el único animal doméstico de estas familias.
Entre sus recursos, el guanaco era el trofeo más codiciado, pues no solo les proveía el alimento, sino la piel y otros elementos anatómicos que utilizaban de diversas maneras, como nervios y tendones.
A menudo cazaban en grupos, acorralando a los animales, y faenaban la pieza de inmediato, repartiéndola equitativamente. Si debían transportar la carne a gran distancia, formaban una especie de paquete con tientos y lo cargaban sobre la espalda.
Los Selk'nam del Sur tenían gran abundancia de guanacos, a diferencia de los del Norte, donde a veces ese principalísimo recurso escaseaba. En tales circunstancias, sus necesidades proteicas eran compensadas con la caza del “coruro”, un roedor muy abundante, que vivía en túneles subterráneos, muy cerca de la superficie. Ante la dificultad de hacer blanco en tales animales, por lo demás de hábitos nocturnos, habían inventado un curioso método de captura: localizaban las madrigueras, marcaban el terreno y, a la mañana siguiente, acudían en gran número para saltar y pisotear las madrigueras, en una suerte de danza macabra que les permitía acceder después a los animalitos parcialmente aplastados.
También cazaban al zorro, interesante por su carne y por su delicada piel.
Otro recurso renovable y abundante, sobre todo en zonas palustres, era la caza de aves, cosa que hacían con ingeniosos lazos y trampas, y también en una modalidad nocturna en la que acudían en grupos provistos de antorchas al lugar donde las aves dormían, avivando las antorchas para enceguecerlas y, "pescando a río revuelto" como bien se dice, matarlas a bastonazos. Entre ellas, patos, cisnes, flamencos, avutardas, caiquenes, y otras.
Ocasionalmente, cazaban algún lobo marino sorprendido en tierra firme, a golpes o bien mediante toscos arpones con punta de hueso. Tales presan les resultaban muy apetecibles no solo por su carne sino por su abundante grasa y aceite, que aprovisionaban, y por su piel, muy útil para la confección del carcaj porta-flechas o las bolsas para transportar agua.
En algunas oportunidades, actuaban como verdaderos carroñeros, cuando encontraban algún cetáceo muerto o varado en las playas. El olor que traía el viento solía ser el primer aviso, pero luego encendían grandes fogatas cuyo humo era divisado desde muy lejos. Se trataba de un verdadero acontecimiento, en el que se juntaban en gran número para compartir el hallazgo y aprovisionarse con la abundantísima carne, grasa y aceite que también este animal podía proporcionarles. Eran ocasiones verdaderamente festivas que alguna vez pagaron con su vida alrededor de 500 aborígenes (Sarazola, 2001), cuando los "cazadores de indios" pagados por las estancias, envenenaron los despojos de uno de estos cetáceos.
Los Selk'nam no fabricaban canoas ni, en consecuencia, navegaban. Pero, si bien no eran tan hábiles para la pesca como para la caza, a veces pescaban, complementando así la dieta terrestre. Practicaban la llamada "pesca en seco", modalidad en la que se capturan los peces que quedan aprisionados en los escollos o en pequeñas lagunas cuando baja la marea. En épocas más recientes, habían aprendido de los blancos la utilización de redes, las que confeccionaban con los siempre útiles residuos animales de la caza.
Tampoco desdeñaban la recolección de moluscos, generalmente a cargo de las mujeres y los niños. Entre ellos, choritos, lapas, almejas y caracoles.
La recolección de elementos silvestres no tenía mucha importancia en la dieta Selk’nam. No obstante, este sistema les proveía de algunos hongos, frutos, y raíces. También los huevos de distintas aves eran apreciados por su sabor y el valor calórico o alimenticio que le asignaban intuitivamente.
No conocían el tabaco ni el alcohol. No llegaron a fabricar ningún tipo de líquidos fermentados. Su única bebida era el agua, que tomaban directamente de los arroyos.

Tecnología
Los artefactos más elaborados con que contaban, imprescindibles para la subsistencia, eran el arco y las flechas. El arco no era una simple rama, sino un trozo de madera de roble tallado en bajo relieve en el árbol mismo, algo por debajo de la corteza, de manera tal que al acabarlo y desprenderlo tuviera ya una forma ligeramente curva y afinada hacia los extremos. Se trataba de una madera escogida, blanca y flexible, de aproximadamente 1,5 m. de largo. Ese trabajo lo realizaban con cuchillos de piedra y, más recientemente, de metal. La cuerda con que lo tensaban era trenzada con nervios y tendones de guanaco.
La flecha, a su vez, tenía alrededor de 80cm. de largo y se confeccionaba con una vara aún verde que era calentada al fuego hasta darle una rectitud y consistencia adecuadas. En uno de los extremos llevaba la punta, fuertemente amarrada, y ésta se confeccionaba en materiales líticos adecuados y, más adelante con vidrio, dado que este material obtenido del hombre blanco era, según ellos, más fácil detallar. En el extremo opuesto se insertaban las aletas direccionales, hechas con plumas de ganso o de cisne perfectamente cortadas.
El pulimento de estos artefactos -una verdadera obra de arte- lo hacían con una piedra acanalada y arena muy fina que hacía las veces del papel de lija.
En la misma línea de acabada perfección tecnológica hacían también el carcaj ó aljaba, con cuero de lobo marino generalmente. Casi nunca abandonaban este triple conjunto, que llevaban bajo el brazo, sin atarlo nunca al cuerpo o a la indumentaria, pues ello hubiera atentado contra la velocidad de su uso.
También fabricaban una honda para la caza de aves, con elementos anatómicos de nutria, lobo marino y guanaco.
El arpón que utilizaban ocasionalmente, era realizado con un astil de roble que en la punta llevaba una punta de hueso fuertemente atada. Este elemento ya no tenía la delicada terminación de los anteriores, ni la solidez de la que hacían gala los pueblos canoeros del mismo territorio de tierra del Fuego.
Entre los instrumentos que utilizaban para la confección de las armas y el tratamiento de los cueros, se contaban raspadores, leznas, cuchillos, punzones, raederas, alisadores, formones y una aguja sin ojo. La mayoría eran de materiales líticos como obsidiana, calcedonia, sílex, cuarzo, basalto, o de hueso. Últimamente, fines del Siglo XIX y comienzos del XX, ante el contacto con el blanco, habían incorporado el vidrio y algunos elementos metálicos.
Como ya hemos anticipado más arriba, entre los utensilios domésticos se encontraban los diferentes tipos de cesta que hábilmente fabricaban las mujeres con trenzados de junco, y algunas bolsitas más pequeñas que tanto hombres como mujeres llevaban para el transporte de sus humildes pertenencias personales.


NOTA: Tratándose de un artículo periodístico no damos aquí la bibliografía consultada de los autores citados, que sí estará disponible en el libro próximo sobre esta temática que está en espera de apoyos para su publicación.

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