Nombre:
Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

jueves, 25 de abril de 2013

Los Selk’nam de Tierra del Fuego, vestimenta, adornos,

Por Alberto E. Moro

El fuego, mágico elemento, era el protagonista central de estos habitáculos, en los que muchas veces era colocado en el centro, sirviendo no solo para asar la carne o tostar las semillas, sino como eficaz promotor del relato, la confidencia, el éxtasis amoroso, y los nobles sentimientos. Tengo la certeza de que así ha sido. Esos fuegos, que se divisaban desde los barcos, son los que dieron pie para el nombre con que hoy se conoce el lugar donde vivían estos aborígenes.


Vestimenta y adornos
Los hombres cubrían su cuerpo con pieles de guanaco, con el pelo hacia afuera, "porque así lo usa el guanaco", en una especie de capa que les cubría desde los hombros y que sujetaban con una de sus manos, siempre listos para dejarla caer y correr libremente en pos de una presa. Usaban además, una especie de birrete frontal al que llamaban "Kóschel", extraído de la cabeza del guanaco, adherido con nervaduras a la nuca y que, según ellos, representaba algo así como un amuleto favorecedor de la buena fortuna en la caza.
Las mujeres hacían lo propio, pero la capa permanecía anudada al cuello con los cordeles que hacían con restos anatómicos de animales. Portaban además, una especie de delantal que les tomaba por debajo de los senos, llegando hasta las rodillas.
Los niños tenían abrigos similares, según el sexo, pero si el rigor del clima lo permitía, solían andar desnudos.
Como calzado usaban un tipo de mocasines que es habitual entre los indígenas que se protegen del frío con pieles, también éste con el pelo hacia afuera, para mejorar su impermeabilidad.
Pintarse el cuerpo y la cara era una costumbre muy arraigada, a la que dedicaban tiempo y esmero, no solo en las ocasiones ceremoniales sino también en otros momentos. Les permitía expresarse, no solo en lo artístico, sino también en lo emocional, exteriorizando sus estados de ánimo, su condición de soltería, o su ánimo guerrero y belicoso. Además, y dadas la momentánea carencia de agua o lo poco invitante que resultaba su frígida condición, el quitarse la pintura con pieles, raspadores o con las uñas ofrecía una alternativa higiénica nada desdeñable al retirar junto con ella la suciedad adherida al cuerpo.
Utilizaban preferentemente los colores rojo, negro, blanco y amarillo, que obtenían de distintos tipos de arcillas, vegetales, y carbón molido, elementos que invariablemente mezclaban con grasa animal. Entre los jóvenes, era frecuente el tatuaje, que practicaban con la primitiva técnica de infligirse quemaduras con varillas ardientes.
Entre las mujeres, y a veces también entre los hombres era común el uso de adornos en forma de lazos, pulseras y collares elaborados con restos animales y vegetales, como conchillas y trocitos de huesos de aves enhebrados en largos hilos trenzados.

Vivienda y accesorios
Al referirme a este aspecto, me parece interesante la observación etnográfica de Outes y Bruch, ya citados, acerca de que "los Onas no construyen en realidad de verdad, habitación alguna; las familias duermen al descubierto, rodeado el padre por sus mujeres e hijos, resguardados tan solo del lado que sopla el viento, por dos cueros de guanaco unidos y sostenidos por una docena de palos bifurcados en su extremidad superior." He ahí una breve y concisa definición que en nada falta a la verdad. Pues de eso, precisamente, se trataba. Un precario paravientos, muy fácil de armar y desmontar, tal como cabe a individuos de eterna y permanente condición nómade. Corresponde aclarar, sin embargo, que esta descripción se ajusta exactamente a la vivienda transportable y precaria que construían los Selk'nam del Norte, instalada en una superficie circular de unos 2 metros de diámetro por 20 ó 30 centímetros de profundidad en la que depositaban hojas secas o pieles con las que acolchaban el suelo.
Según Massone, los Selk'nam del Sur construían una verdadera cabaña de forma cónica, aprovechando la abundante madera que podían encontrar en el medio boscoso. Apilaban troncos convergiendo en la parte superior, y las grietas o aberturas que quedaban entre éstos se tapaban con varas más delgadas, agregando finalmente líquenes y musgos. La planta de estas viviendas era también circular, con un diámetro variable entre 2 y 4 metros, y una altura máxima cercana a los 2 m. No obstante su mayor elaboración, esta vivienda también era transitoria y al desplazarse se llevaban los cueros y enseres personales, tarea que en la división del trabajo estaba a cargo de la mujer.
Las mujeres y los niños pasaban gran parte del tiempo en, o cerca del toldo, pero también los cazadores disfrutaban, a su regreso, de un descanso reparador en familia, quizás acondicionando sus instrumentos de trabajo como, desde siempre, han hecho los machos de nuestra especie.
Para los niños pequeños, fabricaban una cuna rudimentaria hecha con dos varas largas cruzadas por otras más cortas, como si fuera una escalera, a la que forraban y acolchaban con cueros, para después asegurar sobre ella al niño con fuertes ataduras. Dos de los extremos de las varas más largas eran agudizados para poder clavar la cuna con cierta inclinación sobre el suelo. En algunas fotografías de épocas pretéritas, se ve colgando de los parantes de la carpa, una bolsita de cuero, que solían confeccionar con piel de lobo marino, y que servía para el transporte del agua. La carne era asada directamente sobre las brasas o bien mediante unas varillas de madera en las cuales era sostenida. Las semillas eran tostadas sobre piedras calientes. Al parecer, por lo que he visto en los museos, las mujeres eran bastante hábiles en cestería. En cambio no conocieron la alfarería, ni el arte de tejer.
El fuego, mágico elemento, era el protagonista central de estos habitáculos, en los que muchas veces era colocado en el centro, sirviendo no solo para asar la carne o tostar las semillas, sino como eficaz promotor del relato, la confidencia, el éxtasis amoroso, y los nobles sentimientos. Tengo la certeza de que así ha sido. Esos fuegos, que se divisaban desde los barcos, son los que dieron pie para el nombre con que hoy se conoce a la tierra de estos aborígenes.

NOTA: Tratándose de un artículo periodístico no damos aquí la bibliografía consultada de los autores citados, que sí estará disponible en el libro próximo sobre esta temática que está en espera de apoyos para su publicación.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio