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Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

jueves, 8 de marzo de 2012

¡Cómo te envidio, Uruguay!

Por Alberto E. Moro
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Diferentes actitudes: cuando se es verdaderamente democrático, y
cuando esa caracterización es considerada solo una pantalla para
llegar e intentar perpetuarse en el poder
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Como ya ganó las elecciones dejó de lado los consejos de los asesores de imagen que nosotros le pagamos, y volvió con el tonito admonitorio, irónico, agresivo y sobrador que la caracteriza.
Le rompió la cabeza a todo el mundo y en particular a su traductora gestual con profusión de estadísticas supuestamente demostrativas del éxito del tan mentado como abstruso “modelo” de enriquecimiento ilícito. Estas estadísticas, muchas de ellas tan falsas como las del Indec, llevan la intención solapada de confundir a la opinión pública, que en general poco y nada entiende de cifras astronómicas y porcentajes seguramente manipulados.
Omitió cuidadosamente en el discurso, eso sí, las otras estadísticas que podrían hacerse revelando cuanto han aumentado los accidentes en rutas y vías férreas, la disminución extraordinaria en pocos años del stock ganadero y las cosechas agrícolas, la huída de los inversores, el crecimiento del crimen organizado y el narcotráfico, el aumento exorbitante del gasto público para dar prebendas y mantener una muchedumbre de funcionarios corruptos, ignorantes e ineficientes, y muchas otras cifras del desmanejo K que darían para llenar páginas y páginas de tristes comprobaciones.
Contrariando todos los preceptos de la oratoria en cuanto a la extensión de un discurso para que sea digerible, se solazó –porque de eso se trata- por más de tres interminables y hartantes horas gozando del aplauso servil de la claque integrada por sus enriquecidos y obsecuentes funcionarios y gobernadores, que están allí en su mayoría más por conveniencia que por convicción.
Esos discursos kilométricos son la marca registrada de todos los ególatras, demagogos y mesiánicos que asolaron el siglo pasado con sus complejos de inferioridad hiper-compensados por la creencia auto-generada de que ellos son los salvadores de la patria, y que por una especie de derecho divino deben eternizarse en el poder para salvar a sus pueblos, o para hundirlos como ocurre en la mayor parte de los casos. Hitler, Mussolini, Perón, Mao Tse Tung, Fidel Castro, Bokassa, Idi Amín, y Hugo Chávez, son dignos representantes de esa categoría. Un ego grande como una casa, escasos escrúpulos para lograr sus fines, una fruición enfermiza por el poder, y una incansable retórica de auto-elogio que son capaces de vertir horas y horas para consumo de las muchedumbres ineducadas y embobadas, que se dejan hipnotizar por el líder absolutista; intuitivo e inflamado taumaturgo encaramado en el atril.
He empleado dos veces en este texto el término “muchedumbre”, en el primer caso porque los funcionarios de nuestro gobierno actual, del cual estamos hablando, al haber sido desprovistos de la potestad de pensar y obrar por sí mismos, convirtiéndose en obedientes levanta-manos al unísono según las indicaciones que reciben “de arriba”, o en ejecutores de políticas en las cuales no creen pero que no se atreven a cuestionar, han perdido su dignidad como personas para convertirse en una muchedumbre de aplaudidores muy bien pagos. Y se me hace inevitable la referencia al filósofo francés Gustavo Lebón, de cuyo muy famoso libro Psicología de las Multitudes (1) extraigo este párrafo: “La muchedumbre es una rebaño servil que no podría existir sin dueño”.
En cuanto a la multitud vociferante que es llevada compulsivamente a la Plaza de Mayo o a cualquier acto proselitista en trenes gratuitos y en ómnibus abarrotados, con catering de un “sanguche y una Coca”, les aplico otro párrafo del mismo autor. “No abrigando ninguna duda sobre la verdad o el error, y teniendo noción clara de su poder y de su fuerza, la muchedumbre es tan autoritaria como intolerante. El individuo puede soportar la contradicción y la discusión; la muchedumbre no las soporta nunca”.
Pero volviendo al disparador de esta nota, que es la perorata vacía y engañosa plagada de estadísticas incomprensibles, con la cual se pretende apabullar a la opinión pública, también tenemos una cita aparecida en el diario de Córdoba La Voz del Interior el día en que esto se escribe, atribuida al diputado británico en las postrimerías de la Primera Guerra Mundial, Lloyd George, y que cae como anillo al dedo para hacerle notar a la Presidente que “No se puede alimentar hambrientos con las estadísticas”.
Coincidentemente con la charamusca verbal de una de las mejores actuaciones histriónicas de la Jefe circunstancial (¡no olvidarlo!) del Estado argentino, su equivalente de la vecina y hermana República Oriental del Uruguay, al dirigirse a los legisladores y al pueblo de su país con motivo de cumplirse dos años de su gobierno, marcó un impresionante contraste, del que tomamos conocimiento a través de un informe del politólogo y periodista Claudio Fantini (2).
El Presidente Mugica utilizó tan solo 9 minutos para, en un magnífico discurso caracterizado por la sobriedad, la precisión y la humildad, dejar sentado que en su gobierno puede haber errores y que si bien se hace los que se puede consultando a todos, la responsabilidad es suya, como humilde representante del pueblo que lo eligió para ayudar a encaminar el destino de su país.
Teniendo en cuenta las dificultades que todos los países tienen en su trato con el gobierno argentino, en particular los más cercanos, vislumbro una intencionalidad aleccionadora dirigida a la Argentina en las palabras de “Pepe” Mugica, con frases que parecen haber sido construidas precisamente para marcar las diferentes y opuestas actitudes: cuando se es verdaderamente democrático, y cuando por el contrario, esa caracterización es considerada solo una pantalla para intentar perpetuarse impune y voluptuosamente en el poder, favoreciendo y estimulando un capitalismo de amigos y una corrupción generalizada, lacras ostensiblemente beneficiosas para el rápido y obsceno enriquecimiento de la clase política.
Para apuntalar lo que he dicho, es conveniente transcribir algunas frases del discurso del Presidente uruguayo: “No tiene sentido hacer el panegírico de lo hecho, y menos la soberbia de creernos que en cada coyuntura hemos acertado”
- “… tratar de construir pensamiento y decisiones con la participación más global posible”
- “Agradezco al pueblo de todos los colores políticos…[…] que nos hace reclamos prestándonos ojos para ver, y corazón para sentir”
- “En el Uruguay, nadie es más que nadie, porque el presidente es en todo caso responsable, pero no un soberbio sabio que lo sabe todo y lo puede todo”.
Juzguen los lectores, comparando como yo lo hago, y seguramente con la misma tristeza, si estoy o no en lo cierto.


(1) Gustavo Lebon. Psicología de las Multitudes. Enciclopedia del Conocimiento. EMCA, Buenos aires, 1945
(2) Claudio Fantini. La voz del Interior, 3/3/2012

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