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Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

jueves, 5 de mayo de 2011

La Caída

Por Alfredo Ferrarassi

La Argentina presenta en los últimos años una caída alarmante en casi todos los aspectos de su vida, quienes han podido conocer otras época no muy lejanas en el tiempo, son estupefactos testigos de cómo nos ha ganado la mediocridad, mientras que otros países de América Latina, que antes nos miraban con admiración y envidia, hoy nos han superado al ser más confiables jurídica y económicamente, pero por sobre todo al haber sabido invertir en educación, cultura e investigación científica.
Del estancamiento que es fruto de erróneas políticas de estado sólo se sale de manera estable y sostenida con el apoyo a los tres ítems anteriormente citados, ya que puede haber por situaciones fortuitas un crecimiento económico, por caso el actual boom sojero, pero si esa coyuntura es dilapidada, como nos está sucediendo ahora, difícilmente podamos volver a ser aquella nación que entre 1880 y 1950 era ejemplo en el mundo por sus logros.
La decadencia de nuestro país es estructural y arranca con aquella lamentable frase “alpargatas sí, libros no”, que era representativa de una concepción del mundo que nos fue llevando paulatinamente al abismo cultural, moral y ético en el cual hoy nos hallamos. Entre medio estuvieron los egresados tristemente recordados como “flor de ceibo”, que pusieron en duda el prestigio de las altas casas de estudio argentinas que hasta ese entonces tenían estándares internacionales con sus diplomados. La decadencia como objetivo del estado nacional se instaló y reemplazó a la excelencia educativa que se tenía, llenando de orfandad a una sociedad que sentía orgullo por sus logros alcanzados.
Este descenso social ha podido ser instalado porque hubo un régimen político que permitió que se instalara la mediocridad como paradigma a alcanzar y que toda aquella propuesta que fuese realmente superadora sonara a antipopular, como si las conquistas sociales no fueran hijas de la lucha y de una vanguardia intelectual que pensara como dirigir aquellas. Más de sesenta años de apostar a propuestas anti intelectuales solo podía tener el resultado que hoy observamos, la institucionalización de la mediocridad, la cual por falta de otras referencias y de la posibilidad de comparación nos parece natural y hasta se ha disfrazado de progresismo, haciendo que aquello que sea diferente sea calificado de “oligarca”, conservador o gorila.
Si nos detenemos en el caso de la India veremos que ha salido de su letargo gracias a la inversión en la ciencia, lo cual le ha posibilitado estar entre las cuatro economías que en pocos años serán las predominantes en el mundo, de ser parte del BRIC, lo cual era totalmente inimaginable en un país que hasta hace un “puñado de décadas” estaba fuertemente estratificado en castas infranqueables.
Hace unos días pude observar perplejo un acto “académico” de una facultad de nuestra Universidad Nacional de Córdoba, en el que no solo estuvo ausente el Himno “Gaudiamus Igitur” que es una pieza hermosísima en latín que encierra en su traducción una picaresca única de los años juveniles de los estudiantes y que siempre en las Colaciones de Grado era entonado por el coro mayor de la universidad o por el de las respectivas facultades. Ahora en su reemplazo y como “gran” aporte musical al evento se pudo escuchar dos temas folklóricos instrumentales, una canción de Sui Generis y el tradicional “Rasguña las piedras” de Charly García.
Esto en una Universidad como la nuestra era hace unos años algo que sólo podía imaginarse en una noche de altísima fiebre, pero lo que me resultó aun más indigesto fue ver al Director de la Escuela, que es por debajo del Decano y Vice Decano, la mayor autoridad de una carrera hacer palmas desde el proscenio, llevándome a preguntarme si estas actitudes no son un “infantilismo” del progresismo que gobierna el país y las universidades, ¿si por cantar cosas de un artista popular somos más progres o más de “izquierda”?
Por ello cuando se comparan las actitudes de aquellas sociedades que pudieron superar sus propias limitaciones fue haciendo gala de múltiples retrocesos infantiles o ¿superando las contradicciones que los había postergado? En la respuesta a esta simple pregunta radica nada menos que el porvenir de una nación, ya que o superamos estadios de “inocencia” o continuamos en el subsuelo del desarrollo.
La republica acaba de perder a un emblema de la capacidad intelectual y ética como fue Ernesto Sábato sin embargo más allá de la habitual información necrológica el acontecimiento “social” de Argentina fue la final de Gran Hermano, lo que nos sintetiza a las claras lo que es este descenso hacia el peor de los infiernos dantescos como es el del analfabetismo funcional al que nos han arrojado.
Hace unas décadas nuestro país tenía la mayor industria editorial de habla hispana y abastecía al mercado mundial con clásicos y vanguardias literarias, hoy esa industria es inexistente y lo único que suministramos al resto del continente es de escándalos de la colonia artística, política y futbolística.
Mayor ejemplo de retroceso es difícil de encontrar y para graficarlo solo debemos fijarnos que la sociedad está pendiente de las propuestas de Tinelli, ya sea quienes bailarán, cantarán o sueñan por hacerlo, en uno de los más absurdos procesos de putrefacción de los ideales que un país puede tener.
Todo esto a nivel nacional, pero idéntica situación se da a nivel provincial, donde con otros actores se producen idénticas situaciones repitiendo el escándalo como instrumento opiáceo de contralor social. Aquella Córdoba de las campanas, del Cordobazo, de Tosco y López ha dado paso a la mediocridad de Giacomino y su incapacidad gubernativa, a los escándalos de Falo o a los fondos de inversiones en los clubes de nuestra capital. Poco queda de aquella provincia docta, en donde se sentía orgullo del nivel de las discusiones en calles, bares o diarios, ello sin citar las que se daban en las cátedras de la universidad que al impulso de la reforma del 18 era el gran laboratorio social de la mediterránea provincia.
Si continuamos bajando hasta La Falda, no debe extrañarnos que desde hace doce años estemos huérfanos de actividades culturales y que quien ha sido responsable del nulo registro de eventos ligados a la creatividad hoy sea candidato, porque en definitiva lo que se ha hecho es reproducir “las formas sociales de producción” al decir de Althusser predominante en la nación.
Pedir que la situación fuere diferente sería un absurdo total, ya que la formula de la chatura da por ahora resultados y entonces porque elevar el nivel si con el más mínimo esfuerzo tenemos una adormidera del pensamiento asegurada.
El intendente Marcos Sestopal buscó afanosamente, que el poco tiempo que funciono la Junta de Historia, hiciera un Dictamen asegurando que en el Edén Hotel existían fantasmas, una propuesta tan descabellada que por suerte no encontró eco, pero no cejó en su empeño y han sido gracias a un pseudo estudio de unos no menos “truchos” documentalistas que aseguran que eso es así, contrariando por cierto todo lo que la ciencia sostiene al respecto, pero lo más grave es que esa noticia parece ser tan central que algunos la toman como el gran descubrimiento de los últimos tiempos.
Como podrá verse, todo en el país es yermo de ideas, porque tenerlas puede llegar a ser un peligro para los intereses de ciertos grupos que con esta situación obtienen beneficios políticos, aunque el nivel cada vez sea peor y sólo tenga un destino final como el de caer en un pozo intelectual que nos lleve más abajo aun.
Solo nos queda esperar que recobremos aquellos valores que desde 1880 nos dejó el positivismo y que nos permitió estar entre los diez primeros países del mundo, ya que por este camino cómodamente estaremos entre los diez más atrasados del orbe.

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