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Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

jueves, 5 de mayo de 2011

Emociones encontradas

Hay hechos que provocan emociones encontradas.
De repente el movimiento no fue el cotidiano, aparecieron varios hombres con uniformes naranjas, barrían la calle, que extraño, nunca lo había visto, otros volcaban un líquido negro, brillante y viscoso. Algo está por pasar me dije y me mantuve atenta, porque el que nos conduce siempre algo dice en voz alta…y de repente lo escuche: La gran perra, no tienen vergüenza, doce años rogando para que arreglen la calle y recién ahora, cuando están a diez días de la elección, se deciden. Parece mentira que sólo cuando tienen miedo de perder, porque hacen mal las cosas y no escuchan a nadie, se les mueve la conciencia y la neurona y salen desesperados a hacer lo que debieron hacer cuando la gente les suplicaba con razones y fundamentos…Escuché que decía algo más con respecto a la madre de algunos a los que llamó “políticos”, pero justo pasó un camión y me dificultó el entenderlo. Parece que la cosa no le alegraba mucho. Aunque yo entendía que iban a arreglar la calle, mi calle, por la que transito todos los días. Y ahí fue donde me aparecieron las emociones encontradas, porque empecé a pensar que todo cambiaría, que ya no me golpearía, ni me deformaría, cuando caía o me torcía, que ya las articulaciones que me comandan y sostienen no sufrirían tanto, porque son las que más soportan el martirio, y por eso es las que más se cambian, pero también que perdería aquel divertimento que era, en subida, en tercera velocidad, en aceleración, superar la chicana natural que se había creado a metros de Cassaffousth, donde la desaceleración se producía unos metros antes, nos acomodábamos al viraje y pasábamos realizándoles una caricia que me encantaba o cuando encajábamos justo en el centro de la arteria para cruzar la esquina con Córdoba o pasar por arriba, ese era más fácil, el que se abrió antes de llegar a Santa Fe, de esta a Miguel Abuelo no había solución, por más que se redujera la velocidad y se esmerara el que conduce, no había forma de no caerse en alguno, así se fuera por la banquina, los ciento cincuenta metros posteriores eran otro calvario, cada día peor desde que me acuerdo y después de Santa Cruz uno cada tanto, aunque profundos. Esto cuando se subía, porque cuando se bajaba, se venía más rápido y la cosa era más difícil, tanto como cuando venía otro móvil por la senda contraria, ahí no había vuelta y andábamos a los saltos todo el tiempo, era una penuria constante. Pero, claro, son doce años y uno los ha visto incorporarse a la vida, nacer, crecer y reproducirse. No digamos que eran de la familia, porque no lo eran, amigos, no tampoco, digamos que viejos conocidos, ya dije que en algunas ocasiones me gustaba acariciarlos. Como están viendo, me produjo tristeza el darme cuenta que dejarían de existir y serían sepultados por esa oscura y caliente capa bituminosa. Si, ya sé, voy a rodar más cómoda, las articulaciones se sentirán aliviadas, pero voy a extrañarlos, me había habituado a ellos, a su caprichosa forma, ancho, largo, profundidad y antigüedad. Adiós, baches de Ferrarini, que descansen en paz y esperemos que los “políticos”, que no sé qué son, ni qué hacen, no los dejen crecer de nuevo para después darles tan triste destino, y que si así sucediera, las elecciones, que tampoco sé qué son, ni para qué sirven, se compadezcan de ustedes, me parece que también de quienes conducen, y se ocupen de evitar que aparezcan y proliferen.

Adios, baches de Ferrarini, espero que hasta nunca.

Cubierta: Descubierta alegre y entristecida
Rodado: 175/70/13
Transito habitual: Av. Ferrarini

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