MARIO VARGAS LLOSA, EL ESCRIBIDOR
Por Alberto E. Moro
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“La política no es para los puros. Es humana en el sentido más terrible
de la palabra.”
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El “escribidor”, como él mismo se definiera una vez, cuidadoso con las palabras, y temeroso de la soberbia que siempre acecha cuando uno se atreve a definirse a sí mismo como “un escritor”, ha ganado finalmente el Premio Nobel de Literatura, que como a Borges, le fue esquivo durante tantos años. A diferencia de éste último, cuyas temáticas eran intemporales y un tanto abstractas, quizás por su condición de no vidente, Vargas Llosa se sumergió en la vida hasta el punto de militar políticamente en su juventud, y llegar más tarde, incluso, a disputar la presidencia de su país. Otra diferencia lo separa de nuestro escritor universal: mientras en la obra de Borges no hay ninguna novela, sin ser menos interesante por eso, la fama de Vargas se ha cimentado precisamente en ese género tan popular en el que combina historias, erotismo, humor e ideologías. Además, las alusiones políticas y morales de Borges siempre fueron sutiles, elípticas y veladas, cuando no sardónicas, mientras que las de Vargas Llosa, mucho más explícitas, contundentes y aleccionadoras, están siempre presentes en las numerosas novelas que jalonaron su trayectoria.
Nacido en Arequipa-Perú en 1936, alcanzó la fama en 1962 con su primera novela La Ciudad y los Perros, que fue traducida a 20 idiomas. Le siguieron a través de los años, algunas que todos recordarán de inmediato: La casa verde, Los cachorros, Los Jefes, Conversación en la Catedral, Pantaleón y las visitadoras, La señorita de Tacna, La tía Julia y el escribidor, La fiesta del chivo, y en breve tendremos su última obra, El sueño del celta.
Se dice frecuentemente que los jóvenes quieren abrir las puertas con dinamita, y los viejos saben donde está la llave, lo cual denota un proceso lógico de maduración en los individuos relacionados con la educación y las experiencias que se acumulan en la vida. No están exentos los escritores a esta evolución, solo que la capacidad reflexiva que impone el oficio de escribir, hace que sean un poco más conscientes de los cambios que ocurren en su intelecto y, en consecuencia, en su personalidad. Y cuando la vocación por las letras es grande e irrefrenable, como en el caso de Vargas Llosa, también este proceso se consigna por escrito.
Por lo que antecede, he elegido para compartir con los lectores Contra viento y marea (1), un libro del laureado escritor que ha pasado un tanto desapercibido pues pertenece al género más difícil del ensayo, pero que tiene el mérito del reconocimiento sincero de la transformación de las propias ideas. Valentía que no muchos tienen al creer -equivocadamente- que la tozudez ideológica es signo de fortaleza, cuando en realidad es todo lo contrario: la ineptitud para alcanzar un pensamiento elevado y omnicomprensivo.
En Contra viento y marea, bucea en lo que sucedió en América y el mundo entre 1962 y 1982, o sea entre sus 26 y sus 46 años, período particularmente convulsivo con Mayo del 68, las dictaduras militares y el “foquismo” comunista en América Latina, la guerra fría, el capitalismo salvaje y la incertidumbre ideológica e intelectual por la que pasamos entonces todos los jóvenes de su edad no fanatizados. Los fanáticos, ya se sabe, no tienen dudas, y en nombre de su idealismo son capaces de empuñar las armas para cambiar la realidad.
A través de una serie de escritos suyos habla de su paso por la Cuba fidelista, y de su peregrinaje a la casa donde vivió en Londres su amarga existencia el hombre de ciencia alemán Karl Marx, injustamente “crucificado” por haber puesto sobre el papel sus descubrimientos sobre la explotación del hombre por el hombre. También nos habla de sus entrevistas a Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir, de la caída de algún dictador latinoamericano, de la libertad de expresión conculcada en su patria a manos de un dictador, de los falsos “progresistas”, y de la necesidad de luchar contra las guerras y la pobreza. Y después de este periplo intelectual, nos dice en uno de sus prólogos a esta edición, entre otras muchas verdades, que “[…] aunque el pesimismo parezca ser una actitud más realista que el optimismo para encarar el futuro inmediato de América Latina, esto de ninguna manera significa resignarse y alzar los brazos, sino seguir batallando en esos dos frentes que en realidad son uno solo: contra el horror de la dictadura militar, la explotación económica, el hambre, la tortura, la ignorancia, y contra el horror de la dictadura ideológica, los partidos únicos, el terrorismo, la censura, el dogma y los crímenes justificados con la coartada de la historia.”
Algunas frases seleccionadas al azar en ese libro, nos golpean en forma convincente con su lógica irrefutable:
“[…] una remota aberración a la que el Siglo XIX volvió respetable: el nacionalismo. Dos guerras mundiales y la perspectiva de una tercera y última que acabaría con la humanidad, no nos ha librado de él, sino, mas bien, parece haberlo robustecido.”
“El nacionalismo es la cultura de los incultos, y éstos son legión.”
“[…] (según lo que pensaba Einstein) “si hay que rendir homenaje a ciertos individuos, debe ser a aquellos que han logrado algo importante en el campo del intelecto y la cultura, antes que en el de la conquista y el poder.”
“Los actos terroristas […] son expresiones estridentes de un fenómeno generalizado en la vida política contemporánea: la corrupción de los fines por los medios empleados para alcanzarlos.”
“El poder, todo poder, aún el más democrático y liberal del mundo, tiene en su naturaleza los gérmenes de una voluntad de perpetuación que, si no se controlan y combaten, crecen como un cáncer y culminan en el despotismo, en las dictaduras.”
Como puede apreciarse, éste último párrafo escrito en 1975, tiene una rigurosa actualidad. Y para no quedarnos con su opinión del ya lejano comienzo del último cuarto de siglo pasado, transcribiremos una de sus últimas apreciaciones en una entrevista posterior a la concesión del Nobel. Al ser preguntados sobre su fallida candidatura a la Presidencia de Perú, perdida ante Fujimori en 1990, contestó: “La política no es para los puros. Es humana en el sentido más terrible de la palabra.” (2) Justificación perfecta.
Sus dotes de narrador honesto le hacen decir cosas que pueden gustar a muchos y enfurecer a los menos, esos menos ideologizados y resentidos que tanto abundan entre los obsecuentes y oportunistas, como algunas voces reprobatorias al premio que se han hecho oír en la monumental Feria del Libro de Frankfurt por parte de sus colegas argentinos. Es comprensible, si los escritores invitados por la Presidente CFK se sienten representados por los impresentables íconos que este gobierno ha llevado a ese evento como representantes de la cultura del país. Esos pseudo-intelectuales, son los que adhieren a la entelequia de un “modelo” caracterizado por la prepotencia, la censura, y el avasallamiento de las instituciones y el culto de la personalidad. Precisamente estos son los valores por los cuales se batió, pluma en mano, el hoy reconocido Vargas Llosa, merecidamente ungido con uno de los máximos galardones internacionales que lo consagran como lo que ha sido, es, y será: un hombre de pensamiento y un gran artífice de la pluma.
(1) Mario Vargas Llosa. Contra viento y marea (12962-1982). Biblioteca Seix Barral. Sudamericana-Planeta. Segunda edición. Abril de 1985.
(2) La Voz del Interior. Suplemento “Vos”, página 8/10/10).
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“La política no es para los puros. Es humana en el sentido más terrible
de la palabra.”
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El “escribidor”, como él mismo se definiera una vez, cuidadoso con las palabras, y temeroso de la soberbia que siempre acecha cuando uno se atreve a definirse a sí mismo como “un escritor”, ha ganado finalmente el Premio Nobel de Literatura, que como a Borges, le fue esquivo durante tantos años. A diferencia de éste último, cuyas temáticas eran intemporales y un tanto abstractas, quizás por su condición de no vidente, Vargas Llosa se sumergió en la vida hasta el punto de militar políticamente en su juventud, y llegar más tarde, incluso, a disputar la presidencia de su país. Otra diferencia lo separa de nuestro escritor universal: mientras en la obra de Borges no hay ninguna novela, sin ser menos interesante por eso, la fama de Vargas se ha cimentado precisamente en ese género tan popular en el que combina historias, erotismo, humor e ideologías. Además, las alusiones políticas y morales de Borges siempre fueron sutiles, elípticas y veladas, cuando no sardónicas, mientras que las de Vargas Llosa, mucho más explícitas, contundentes y aleccionadoras, están siempre presentes en las numerosas novelas que jalonaron su trayectoria.
Nacido en Arequipa-Perú en 1936, alcanzó la fama en 1962 con su primera novela La Ciudad y los Perros, que fue traducida a 20 idiomas. Le siguieron a través de los años, algunas que todos recordarán de inmediato: La casa verde, Los cachorros, Los Jefes, Conversación en la Catedral, Pantaleón y las visitadoras, La señorita de Tacna, La tía Julia y el escribidor, La fiesta del chivo, y en breve tendremos su última obra, El sueño del celta.
Se dice frecuentemente que los jóvenes quieren abrir las puertas con dinamita, y los viejos saben donde está la llave, lo cual denota un proceso lógico de maduración en los individuos relacionados con la educación y las experiencias que se acumulan en la vida. No están exentos los escritores a esta evolución, solo que la capacidad reflexiva que impone el oficio de escribir, hace que sean un poco más conscientes de los cambios que ocurren en su intelecto y, en consecuencia, en su personalidad. Y cuando la vocación por las letras es grande e irrefrenable, como en el caso de Vargas Llosa, también este proceso se consigna por escrito.
Por lo que antecede, he elegido para compartir con los lectores Contra viento y marea (1), un libro del laureado escritor que ha pasado un tanto desapercibido pues pertenece al género más difícil del ensayo, pero que tiene el mérito del reconocimiento sincero de la transformación de las propias ideas. Valentía que no muchos tienen al creer -equivocadamente- que la tozudez ideológica es signo de fortaleza, cuando en realidad es todo lo contrario: la ineptitud para alcanzar un pensamiento elevado y omnicomprensivo.
En Contra viento y marea, bucea en lo que sucedió en América y el mundo entre 1962 y 1982, o sea entre sus 26 y sus 46 años, período particularmente convulsivo con Mayo del 68, las dictaduras militares y el “foquismo” comunista en América Latina, la guerra fría, el capitalismo salvaje y la incertidumbre ideológica e intelectual por la que pasamos entonces todos los jóvenes de su edad no fanatizados. Los fanáticos, ya se sabe, no tienen dudas, y en nombre de su idealismo son capaces de empuñar las armas para cambiar la realidad.
A través de una serie de escritos suyos habla de su paso por la Cuba fidelista, y de su peregrinaje a la casa donde vivió en Londres su amarga existencia el hombre de ciencia alemán Karl Marx, injustamente “crucificado” por haber puesto sobre el papel sus descubrimientos sobre la explotación del hombre por el hombre. También nos habla de sus entrevistas a Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir, de la caída de algún dictador latinoamericano, de la libertad de expresión conculcada en su patria a manos de un dictador, de los falsos “progresistas”, y de la necesidad de luchar contra las guerras y la pobreza. Y después de este periplo intelectual, nos dice en uno de sus prólogos a esta edición, entre otras muchas verdades, que “[…] aunque el pesimismo parezca ser una actitud más realista que el optimismo para encarar el futuro inmediato de América Latina, esto de ninguna manera significa resignarse y alzar los brazos, sino seguir batallando en esos dos frentes que en realidad son uno solo: contra el horror de la dictadura militar, la explotación económica, el hambre, la tortura, la ignorancia, y contra el horror de la dictadura ideológica, los partidos únicos, el terrorismo, la censura, el dogma y los crímenes justificados con la coartada de la historia.”
Algunas frases seleccionadas al azar en ese libro, nos golpean en forma convincente con su lógica irrefutable:
“[…] una remota aberración a la que el Siglo XIX volvió respetable: el nacionalismo. Dos guerras mundiales y la perspectiva de una tercera y última que acabaría con la humanidad, no nos ha librado de él, sino, mas bien, parece haberlo robustecido.”
“El nacionalismo es la cultura de los incultos, y éstos son legión.”
“[…] (según lo que pensaba Einstein) “si hay que rendir homenaje a ciertos individuos, debe ser a aquellos que han logrado algo importante en el campo del intelecto y la cultura, antes que en el de la conquista y el poder.”
“Los actos terroristas […] son expresiones estridentes de un fenómeno generalizado en la vida política contemporánea: la corrupción de los fines por los medios empleados para alcanzarlos.”
“El poder, todo poder, aún el más democrático y liberal del mundo, tiene en su naturaleza los gérmenes de una voluntad de perpetuación que, si no se controlan y combaten, crecen como un cáncer y culminan en el despotismo, en las dictaduras.”
Como puede apreciarse, éste último párrafo escrito en 1975, tiene una rigurosa actualidad. Y para no quedarnos con su opinión del ya lejano comienzo del último cuarto de siglo pasado, transcribiremos una de sus últimas apreciaciones en una entrevista posterior a la concesión del Nobel. Al ser preguntados sobre su fallida candidatura a la Presidencia de Perú, perdida ante Fujimori en 1990, contestó: “La política no es para los puros. Es humana en el sentido más terrible de la palabra.” (2) Justificación perfecta.
Sus dotes de narrador honesto le hacen decir cosas que pueden gustar a muchos y enfurecer a los menos, esos menos ideologizados y resentidos que tanto abundan entre los obsecuentes y oportunistas, como algunas voces reprobatorias al premio que se han hecho oír en la monumental Feria del Libro de Frankfurt por parte de sus colegas argentinos. Es comprensible, si los escritores invitados por la Presidente CFK se sienten representados por los impresentables íconos que este gobierno ha llevado a ese evento como representantes de la cultura del país. Esos pseudo-intelectuales, son los que adhieren a la entelequia de un “modelo” caracterizado por la prepotencia, la censura, y el avasallamiento de las instituciones y el culto de la personalidad. Precisamente estos son los valores por los cuales se batió, pluma en mano, el hoy reconocido Vargas Llosa, merecidamente ungido con uno de los máximos galardones internacionales que lo consagran como lo que ha sido, es, y será: un hombre de pensamiento y un gran artífice de la pluma.
(1) Mario Vargas Llosa. Contra viento y marea (12962-1982). Biblioteca Seix Barral. Sudamericana-Planeta. Segunda edición. Abril de 1985.
(2) La Voz del Interior. Suplemento “Vos”, página 8/10/10).
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