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Lugar: La Falda, Córdoba, Argentina

El titular ha superado los 25 años en la actividad periodística, habiendo participado de los medios gráficos de la región, ha sido director de medios radiales y ha hecho televisión, fue corresponsal de La Voz del Interior.

viernes, 1 de octubre de 2010

La modernidad que no llegó

Por Alfredo Ferrarassi

Las sociedades modernas necesitan una serie de actitudes políticas que entre otras cosas garanticen mínimamente dos objetivos primordiales y elementales, por un lado, aprovechar los recursos humanos disponibles al máximo, priorizando la capacidad y el rendimiento por sobre cierta diferencias ideológicas y por el otro, crear un cuerpo de técnicos que sean los generadores de políticas de estado, las cuales surgen a partir de consensos, en los que lo colectivo es lo prioritario, variando las maneras de implementarlo a partir de un objetivo fijado previamente.
Desgraciadamente esto no sucede en Argentina desde hace más de un siglo ya que salvo aquellos hombres que sentaron los pilares de lo sería conocido como la generación del ‘80 siempre hemos tenido un errático deambular por los más intricados vericuetos de la historia.
La falta de modelos y la carencia de proyectos teóricos a seguir es una constante que nos hizo retroceder desde el sitial de los top ten mundial a los últimos estamentos.
La razón de semejante caída es la ausencia de políticos que también sean estadistas y puedan pensar un país, una provincia o un municipio a partir confeccionar las bases de cómo debe ser la sociedad futura.
Sin dudas desde Sarmiento, Alberdi o Roca en adelante lo que ha faltado es esa “alianza” entre política e intelectualidad, para que esto se produzca el “condottiero” antes debe ser un pensador y ser capaz de visualizar hacia dónde va la sociedad y provocar el matrimonio entre poder y pensamiento.
Realizada esta ecuación, el gran beneficio sin dudas lo tendrá la sociedad, más allá que de esta estructura favorable pueda un sector tener sus réditos, aunque también lo podrán obtener aquellos sectores emergentes que por capacidad y adaptabilidad tengan la actitud e inteligencia de saber leer los nuevos tiempos que se avizoran en el horizonte.
En nuestra región y en particular en La Falda la clase dirigente ha tenido en los momentos claves una serie de errores de apreciación que llevaron indefectiblemente a que zonas de menor importancia, por caso Carlos Paz, no solo se desarrollaran, si no que nos pasaran y fueran una competencia que después no pudimos sostener.
Observemos, los flujos turísticos llegaban a nuestra ciudad por dos vías, una la de la Ruta Nacional 38, ya sea en autos propios o en los colectivos de larga distancia, la otra la del ferrocarril.
Esta última no ha sido justipreciada en su real dimensión, lo cual es fruto de una serie de erróneos preconceptos en los que no se han sabido analizar todos los vectores que componen un efector tan complejo como este.
El Ferrocarril de las Sierras no solo posibilitaba un flujo de grandes contingentes de turistas, los cuales llegaban desde todas las provincias, sino que el resto del año transportaba la producción minera, que en nuestro caso puntual, permitía una ocupación plena de la mano de obra disponible, por lo que el flujo de dinero circulante era muy importante y la economía local floreciente, al grado que no se dependía en exclusividad de una temporada buena para tener un circulante constante y un gasto interno que permitía el desarrollo de manera sostenida.
La lectura de que este medio de transporte “dividía” la ciudad y que sin las vías tendríamos un crecimiento e integración con pleno desarrollo fue un error que hoy debemos lamentar, más allá que se hicieran una serie de pasos niveles que permitieron un fluido transito.
En muy poco tiempo el supuesto beneficio se transformó en daño y resultó imposible detener el deterioro que ocasionó.
En efecto, por un lado no solo cayó la minería en sus diversos rubros, cales, mármoles y otros minerales estratégicos, si no que la ruta fue colapsando de manera sostenida por la proyección geométrica de los camiones que circulaban, hasta ser casi imposible transitar sin largas demoras en temporada estival.
Así de aquella ocupación plena se paso a la actual mano de obra ociosa que cada vez se deteriora más en sus saberes y que por falta de un trabajo digno pasó a ser una cantera de clientelismo político que solo ha beneficiado a quienes practican políticas populistas que en nada favorecen a la dignidad del trabajador.
No solo fue la minería lo que desapareció de nuestra economía, si no una serie de otras industrias ligadas al turismo, no solo local, sino regional y nacional.
En efecto, nada quedo de aquellas tejedurías que podríamos catalogar como pymes y que no solo atendían la demanda de Punilla, si no “exportaban” a la propia Mar del Plata tejidos elaborados aquí y que posteriormente dieron lugar, con diseños faldenses, a los afamados pullovers marplatenses.
Esas industrias más las de artesanías destinadas al turista se perdieron y con ellas una entrada permanente de divisas que no han podido ser reemplazadas y que sumergieron a la localidad en una crisis permanente y sostenida.
La causa de estos desatinos ha sido sin dudas la falta de administradores pensantes y de una clase gobernante que no solo lo acompañe, sino le aporte ideas y trabaje por el consenso en temas de políticas de estado. Desgraciadamente quienes rodean al “duce” en lugar de ser consejeros se han convertido en simples adulones, en remedos de aquel “Don Eusebio de la Santa Federación”, que era un perfecto bufón al servicio de Rosas y que como en la década del ’70 son igual a aquel “microclima” que rodeaba a “Isabelita” y que denunciara con meridiana claridad oportunamente Ricardo Balbín.
Los próceres de nuestra historia han tenido en común la cualidad de entrar ricos a la función pública y de salir pobres de la misma. Podríamos citar infinidad de ellos pero solo mencionaremos a Belgrano, a Sarmiento, al propio Irigoyen y al legendario Alfredo Palacios, ya que en distintas épocas tuvieron idéntico destino al salir de sus tareas públicas, carecer de una casa donde pasar sus días y si no hubiera sido por la ayuda de amigos y seguidores era el triste hospicio el sitio que les esperaba.
Hoy tenemos la sensación que nuestros funcionarios no solo “engordan” al grado de tener híper obesidad en sus arcas, si no que son desfachatados en su exhibicionismo de las riquezas adquiridas, así después de cada periodo son innumerables las veces que han cambiado de autos, propiedades o las que han realizados los pomposos viajes de “negocios” al exterior integrando delegaciones oficiales que termina pagando el pueblo con sus impuestos, los benéficos a la provincia o los pueblos jamás se han visto, por lo que estos finalizan siendo meros viajes de turismo vip.
La Falda terminará firmando su propio Certificado de Defunción si acepta en el sector C de su ejido la instalación de un vertedero de basura ya que el deterioro del paisaje y la contaminación de sus aguas serán prácticamente irrecuperables.
Se convierte en inexplicable que la esfera oficial apoye este “emprendimiento”, a no ser que el costo verdadero y solapado de las partidas para las obras de la remodelación de la Avenida Edén sea el respaldo al “enterramiento sanitario” de los residuos que se planea.
La ausencia de ideas en la órbita oficial que devengan en políticas que puedan sustentarse en el tiempo es alarmante, siendo todo un permanente remiendo a un tejido socioeconómico que reclama la confección de una nueva urdimbre que contenga a todos y no presente, como ahora, huecos por donde se escapan “los puntos” (léase vecinos) que no son del mismo “hilo” oficialista.
Por último, nos imaginamos que después de semejantes lluvias y de los inconvenientes en la calle principal de La Falda, los amigos del poder deben estar preparando por “iniciativa privada” obtener la concesión para instalar balsas para cruzar la avenida en días de intensas precipitaciones y no perecer en el intento.

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