Héctor Lázaro Montoya
Nos dejo un Vecino Ilustre
El “Negro” Montoya partió la semana pasada al Olimpo donde residen aquellos que no solo supieron honrar la vida, sino donde quienes dieron todo de si, en lo humano, lo profesional y lo institucional, tienen su reservado su lugar.
Desde pequeño solía acompañar a su padre, Don Luís Montoya, el primer cartero que tuvo nuestro pueblo, en las tareas comunitarias que éste desarrollaba en varias instituciones locales. Allí seguramente supo de la entrega desinteresada a sus vecinos, del amor al prójimo y del valor de la amistad.
Egresado de la Facultad de Ciencias Médicas ejerció su profesión en nuestro recordado Hospital Regional La Falda y en otros centros de salud del Valle de Punilla.
Sus casi 25.000 intervenciones quirúrgicas, algunas de ellas memorables, por las condiciones en que se desarrollaron, como aquellas que se debieron efectuar a la luz de un farol o una linterna, nos habla a las claras de su entrega, de su compromiso por el que sufría, ya que de no haber mediado esa entrega, seguramente muchas historias no hubieran tenido un final feliz. Eran épocas en donde Córdoba queda lejos y en donde se debía contar con un temple especial para hacer frente a situaciones, no solo inesperadas, sino límites por la tecnología con que se contaba. En esas circunstancias el Dr. Montoya era quien resolvía siempre satisfactoriamente alternativas más que desesperantes y que le dieron la merecida fama que como galeno tuvo.
Pero su vida no se limitó a esta labor, sino que fue docente de alma, de aquellos que con su ejemplo y predica forjaron más de una vocación y un destino. Fundamentalmente fue por sobre todas las cosas, amigo y sabio consejero de sus alumnos. Su Cátedra en la Escuela Superior de Comercio “Joaquín V. González” no se ajustó a ningún canon preestablecido, fue el ejercicio de la vida misma lo que enseño a sus alumnos, quedando grabado para siempre en cientos de egresados lo que el “Profe” Montoya les supo enseñar.
El Deporte fue otro de los campos donde descolló. En efecto, amante de los “fierros” se volcó al automovilismo organizando carreras y eventos que le permitieron a La Falda posicionarse como un centro de nivel nacional.
Fue el inventor de las famosas “Trepadas” al Cuadrado, modalidad que luego otros lugares supieron copiar y no reconocer. Su participación en el Gran Premio de la Montaña, prueba en donde los mejores pilotos de la época participaban y en donde queda aun presente un duelo muy singular entre Oscar Cabalen y Nasif Stefano, el que se resolvió sobre la línea de llegada.
Tampoco fueron ajenos los Grandes Premios de carácter Internacional que tenían en ésta un final de Etapa y que le contó entre los más entusiastas organizadores. En nuestra memoria quedarán por siempre las legendarias Dos Horas a la Americana que los ruidosos kartings cumplían por un veloz recorrido céntrico, o aquella carrera de automóviles que se corrió por calles de nuestra ciudad y que gano “Pirin” Gradassi.
Participó de un Gran Premio de Turismo piloteando un Peugeot 404, que se debió rearmar horas antes debido a un vuelto en las inmediaciones del cruce a Tanti.
Tampoco podemos olvidar la Semana del Pugilismo que organizó en antiguo Auditorio del Tango y que culminó con un combate por el Titulo Sudamericano, evento al cual acompaño un Simposium Nacional sobre Boxeo, que se desarrollo de manera paralela en la Sal del ex Cine Avenida.
Eran tiempos de menos apuros y mayores participaciones comunitarias, por ello cuando se realizaban a beneficio partidos de fútbol entre “Comerciantes y Profesionales” y el “Negro” era anunciado como el “Pele de La Falda” por una propaladora local, todos sabían que había llegado la hora de colaborar y de divertirse viendo a conocidas figuras locales.
La Falda era generadora de ideas y entonces un año de la mano de este incansable vecino invento un partido con características singulares: cuatro equipo en la cancha, dos pelotas, dos referís y un mayúsculo espectáculo deportivo.
La amistad con Tito Lecture le posibilitó estar asistiendo a boxeadores en peleas por el titulo mundiales, así supo estar en el rincón de Cañete, Locche y otros grandes boxeadores, allí ejerció su amor por el deporte y su sapiencia médica.
El Golf fue otra de sus grandes pasiones y el club de La Cumbre el sitio preferido para practicarlo de manera incansable. Este deporte le permitió adecuarse de manera dinámica al paso del tiempo y dejó en sus intervenciones en los torneos que participó, no solo su estilo, sino la pasión que puso en todo lo que participó.
Héctor Montoya amo a su pueblo por sobre todas las cosas, por ello estuvo en la organización de los primeros Festivales del Tango. Esa pasión por el terruño natal le llevó a ocupar la Secretaria de Turismo Municipal, sitio desde el cual organizó una amplia serie de eventos que llevaron su signo.
Esta labor le acarreo no pocos sinsabores, ya que esa función pública ocurrió en un gobierno de facto, situación que algunos supieron recordarle cuando se quedaban sin argumentos para rebatirle ideas.
En las ultimas dos décadas se traslado a vivir a Villa Giardino buscando mayor tranquilidad, pero su necesidad de entrega no pudo ser acallada y decidió postularse como candidato a Intendente Municipal de aquella localidad por el cavallismo.
El Automóvil Club Argentino, Filial La Falda, le contó entre sus miembros más activos, ocupando cargos de relevancia en la institución. En reconocimiento a esta labor fue designado Presidente Honorario y hasta el último día de su vida fue este su lugar de mayor actividad comunitaria.
Hacia finales del año anterior dicto en la Sede Central del ACA Córdoba una conferencia sobre historia de La Falda en la que volcó su prodigiosa menoría, su seductora exposición, para recordar a su pueblo según pasaron los años.
Ha muerto un vecino, un médico, un deportista, un maestro, un amigo, un hombre que supo dejar huellas en su paso por la vida, ha muerto quien supo honrar la existencia misma, ha muerto un ser humano inolvidable.
Querido Doctor Héctor Lázaro Montoya descanse tranquilo, que los pueblos suelen despertar de su letargo y ponerse en marcha nuevamente, cuando la luz de la obra de personas como Ud. señalan el camino.
Querido “Negro”: ahora nos toca a nosotros seguir tu ejemplo, nos toca tomar la posta que nos dejaste, nos toca continuar la obra, ojala no te defraudemos.
Doctor, gracias por todo lo que hizo y nos dio !
Alfredo Ferrarassi
El “Negro” Montoya partió la semana pasada al Olimpo donde residen aquellos que no solo supieron honrar la vida, sino donde quienes dieron todo de si, en lo humano, lo profesional y lo institucional, tienen su reservado su lugar.
Desde pequeño solía acompañar a su padre, Don Luís Montoya, el primer cartero que tuvo nuestro pueblo, en las tareas comunitarias que éste desarrollaba en varias instituciones locales. Allí seguramente supo de la entrega desinteresada a sus vecinos, del amor al prójimo y del valor de la amistad.
Egresado de la Facultad de Ciencias Médicas ejerció su profesión en nuestro recordado Hospital Regional La Falda y en otros centros de salud del Valle de Punilla.
Sus casi 25.000 intervenciones quirúrgicas, algunas de ellas memorables, por las condiciones en que se desarrollaron, como aquellas que se debieron efectuar a la luz de un farol o una linterna, nos habla a las claras de su entrega, de su compromiso por el que sufría, ya que de no haber mediado esa entrega, seguramente muchas historias no hubieran tenido un final feliz. Eran épocas en donde Córdoba queda lejos y en donde se debía contar con un temple especial para hacer frente a situaciones, no solo inesperadas, sino límites por la tecnología con que se contaba. En esas circunstancias el Dr. Montoya era quien resolvía siempre satisfactoriamente alternativas más que desesperantes y que le dieron la merecida fama que como galeno tuvo.
Pero su vida no se limitó a esta labor, sino que fue docente de alma, de aquellos que con su ejemplo y predica forjaron más de una vocación y un destino. Fundamentalmente fue por sobre todas las cosas, amigo y sabio consejero de sus alumnos. Su Cátedra en la Escuela Superior de Comercio “Joaquín V. González” no se ajustó a ningún canon preestablecido, fue el ejercicio de la vida misma lo que enseño a sus alumnos, quedando grabado para siempre en cientos de egresados lo que el “Profe” Montoya les supo enseñar.
El Deporte fue otro de los campos donde descolló. En efecto, amante de los “fierros” se volcó al automovilismo organizando carreras y eventos que le permitieron a La Falda posicionarse como un centro de nivel nacional.
Fue el inventor de las famosas “Trepadas” al Cuadrado, modalidad que luego otros lugares supieron copiar y no reconocer. Su participación en el Gran Premio de la Montaña, prueba en donde los mejores pilotos de la época participaban y en donde queda aun presente un duelo muy singular entre Oscar Cabalen y Nasif Stefano, el que se resolvió sobre la línea de llegada.
Tampoco fueron ajenos los Grandes Premios de carácter Internacional que tenían en ésta un final de Etapa y que le contó entre los más entusiastas organizadores. En nuestra memoria quedarán por siempre las legendarias Dos Horas a la Americana que los ruidosos kartings cumplían por un veloz recorrido céntrico, o aquella carrera de automóviles que se corrió por calles de nuestra ciudad y que gano “Pirin” Gradassi.
Participó de un Gran Premio de Turismo piloteando un Peugeot 404, que se debió rearmar horas antes debido a un vuelto en las inmediaciones del cruce a Tanti.
Tampoco podemos olvidar la Semana del Pugilismo que organizó en antiguo Auditorio del Tango y que culminó con un combate por el Titulo Sudamericano, evento al cual acompaño un Simposium Nacional sobre Boxeo, que se desarrollo de manera paralela en la Sal del ex Cine Avenida.
Eran tiempos de menos apuros y mayores participaciones comunitarias, por ello cuando se realizaban a beneficio partidos de fútbol entre “Comerciantes y Profesionales” y el “Negro” era anunciado como el “Pele de La Falda” por una propaladora local, todos sabían que había llegado la hora de colaborar y de divertirse viendo a conocidas figuras locales.
La Falda era generadora de ideas y entonces un año de la mano de este incansable vecino invento un partido con características singulares: cuatro equipo en la cancha, dos pelotas, dos referís y un mayúsculo espectáculo deportivo.
La amistad con Tito Lecture le posibilitó estar asistiendo a boxeadores en peleas por el titulo mundiales, así supo estar en el rincón de Cañete, Locche y otros grandes boxeadores, allí ejerció su amor por el deporte y su sapiencia médica.
El Golf fue otra de sus grandes pasiones y el club de La Cumbre el sitio preferido para practicarlo de manera incansable. Este deporte le permitió adecuarse de manera dinámica al paso del tiempo y dejó en sus intervenciones en los torneos que participó, no solo su estilo, sino la pasión que puso en todo lo que participó.
Héctor Montoya amo a su pueblo por sobre todas las cosas, por ello estuvo en la organización de los primeros Festivales del Tango. Esa pasión por el terruño natal le llevó a ocupar la Secretaria de Turismo Municipal, sitio desde el cual organizó una amplia serie de eventos que llevaron su signo.
Esta labor le acarreo no pocos sinsabores, ya que esa función pública ocurrió en un gobierno de facto, situación que algunos supieron recordarle cuando se quedaban sin argumentos para rebatirle ideas.
En las ultimas dos décadas se traslado a vivir a Villa Giardino buscando mayor tranquilidad, pero su necesidad de entrega no pudo ser acallada y decidió postularse como candidato a Intendente Municipal de aquella localidad por el cavallismo.
El Automóvil Club Argentino, Filial La Falda, le contó entre sus miembros más activos, ocupando cargos de relevancia en la institución. En reconocimiento a esta labor fue designado Presidente Honorario y hasta el último día de su vida fue este su lugar de mayor actividad comunitaria.
Hacia finales del año anterior dicto en la Sede Central del ACA Córdoba una conferencia sobre historia de La Falda en la que volcó su prodigiosa menoría, su seductora exposición, para recordar a su pueblo según pasaron los años.
Ha muerto un vecino, un médico, un deportista, un maestro, un amigo, un hombre que supo dejar huellas en su paso por la vida, ha muerto quien supo honrar la existencia misma, ha muerto un ser humano inolvidable.
Querido Doctor Héctor Lázaro Montoya descanse tranquilo, que los pueblos suelen despertar de su letargo y ponerse en marcha nuevamente, cuando la luz de la obra de personas como Ud. señalan el camino.
Querido “Negro”: ahora nos toca a nosotros seguir tu ejemplo, nos toca tomar la posta que nos dejaste, nos toca continuar la obra, ojala no te defraudemos.
Doctor, gracias por todo lo que hizo y nos dio !
Alfredo Ferrarassi
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